El compositor cubano dirigió sus propias obras en el Teatro Oriente.
Foto: archivo de El Mercurio.Juan Leovigildo Brouwer es, sin duda, uno de los íconos musicales del siglo XX. Su fama como concertista en guitarra se vio incrementada luego de iniciarse en la composición y la dirección de orquesta. Se suma a los aspectos musicales su adhesión a los postulados de la Revolución Cubana, lo que no fue obstáculo para realizar estudios tanto de guitarra como de composición en los Estados Unidos de Norteamérica.
Su trabajo como compositor le ha llevado a indagar en lenguajes tan diversos como el neoclasicismo y la dodecafonía. En la actualidad parece haber llegado a un eclecticismo donde ninguna de las tendencias se deja de lado. Es lo que pudimos comprobar en su presentación en el Teatro Oriente de la capital, donde dirigió al "Ensemble (sic) Prometeus" en cuatro obras suyas, escritas entre los años 1979 y 2004.
A pesar de la gran expectación que existía por su presencia en nuestro país, creemos que el precio de las entradas conspiró contra un lleno en la sala.
Como consideración previa, diremos que nos resulta incomprensible la amplificación de la orquesta y de los dos instrumentos solistas en una sala de conciertos, aunque esto pudiera ser aceptable solo en el caso de la guitarra, considerando además que la amplificación no fue perfecta, pues varios de los instrumentos no se escuchaban.
En otro aspecto, no sabemos cuál fue el criterio en la selección del repertorio, que nos pareció bastante reiterativo en recursos, lo que impidió conocer otros estilos de la obra de Brouwer.
El instrumentista, compositor y director posee un gesto claro y es expresivo en su dirección, consiguiendo de los grupos resultados bastante musicales, aunque debemos hacer notar que las obras presentadas no poseen demasiadas dificultades.
El repertorio
El programa se puede asimilar a un estilo neo romántico, rozando el New Age, sin dejar de lado las alusiones a la música popular, lo que no impide que en algunas secciones encontremos fragmentos aleatorios así como disonancias.
Para orquesta de cámara es "Sonatas de Baja California" (2004), obra en tres movimientos, de carácter programático, donde los "pedales" sirven de base para las figuraciones melódicas de los instrumentos. En ella es posible descubrir las influencias de algunos compositores norteamericanos. El tercer movimiento, con fuertes alusiones a Bernstein, tiene grandes dificultades rítmicas, y mostró algunas debilidades en las cuerdas.
La "Canción de gesta" (1979), obras emblemática de Brouwer, escrita para gran orquesta, nos muestra en su desarrollo un juego muy interesante de contrastes y un gran empleo de los recursos rítmicos, combinados con secciones aleatorias. Se aprecia un buen uso de las progresiones dinámicas y dramáticas que le otorgan interés, aunque en momentos emplea en exceso el recurso de los "ostinatos", lo que recuerda a Stravinsky tanto como a la música del cine.
Pensamos que en esta obra fue absurda la amplificación. Incluso en el "crescendo" final el sonidista decidió colaborar con sus perillas.
Luego la hermosa solista cubana Niurka González interpretó en clarinete el "Lamento por Rafael Orozco" (1996), aunque en el programa aparece como flautista y como tal ha ganado varios premios. El inicio de la obra es muy similar a los "Preludios marinos" de Britten, y sus soluciones melódicas son bastante predecibles. Nuevamente la orquesta hace uso de los "pedales". En las figuraciones melódicas del clarinete, Niurka se mostró extraordinariamente musical durante esta melancólica obra, que no ofrece mayores dificultades técnicas salvo en la "cadenza", por sus agudos.
El programa finalizó con el "Concierto de La Habana N°7" (1998) para guitarra y orquesta, que interpretó el solista cubano Joaquín Clerch. La obra está estructurada en torno a contrastes, "rápido-lento", y hace uso frecuente de arpegios ascendentes que se alternan con pasajes de carácter rítmico, en los que la orquesta, a veces muy gruesa, conspira contra el sonido de la guitarra. En esta obra el gran perjudicado por la amplificación fue Clerch.
Un gran y atrayente momento de la obra ocurre cuando se insertan aires populares cubanos, de gran impacto por lo contrastantes. Solo se lamenta su brevedad. El tercer movimiento es más exigente con el solista en el inicio y en la cadenza, y luego retoma las idas del comienzo, en una especie de recapitulación. Consideramos de importante musicalidad la labor del solista.
En síntesis, ante un entusiasta público, que incluso aplaudió al auxiliar que colocaba atriles y sillas, se presentó en Santiago y ante sus fanáticos una de las leyendas musicales de nuestro tiempo, de quien nos habría gustado escuchar piezas que mostraran otras facetas de su obra.