EMOLTV

Dame más!

Está Pedro Foncea, el primer hombre del hip-hop chileno. Está Joe Vasconcellos, el primero del rock mestizo. Y está Matahari, el grupo decano de la música soul en este país. Con su carismática frontwoman Ema Pinto, este sábado 5 de enero la banda regresa al Teatro Oriente con un nuevo disco de canciones con el mismo ritmo y el mismo groove que cuando tenían veintitantos: No pares!. Hoy tienen treintaitantos. No es el mismo Matahari, pero lo es. Y no se van a detener.

03 de Enero de 2008 | 08:40 |

Después de una brillante tocata en El Túnel, los músicos Claudio Nervi y Ernesto Duboy se encontraron con el gran dilema artístico. Seguir o no seguir. Esa noche de 1999 fue la última vez que Matahari iba a tocar con su frontwoman Gloria Pérez. Una cantante formada en el rigor de la técnica vocal, con amplio conocimiento de repertorios y gran llegada en la interpretación del pop-rock, el R&B y la música funk. Gloria Pérez era la voz de Matahari desde 1996, en un tipo de banda donde la cantante era a todas luces la mitad del proyecto.

Esa noche Nervi y Duboy vieron pasar por ahí a Ema Pinto, actriz de profesión y cantante por impulso irrefrenable, quien había integrado uno de los primeros grupos pop de la era democrática en los ’90: la Ludwig Band (desde 1993, banda que regresó en 2007 al ruedo después de una década de silencio con otra cantante: Sol Aravena). El proceso de audición de nuevas voces para reemplazar a Gloria Pérez, había sido además muy extenso, más de un año de sesiones y ni un solo resultado que pudiera convencer en algo a los músicos de Matahari.

“Ema Pinto fue la única que no audicionó”, dice Duboy, el bajista y compositor de Matahari. “Noooo, si audicioné. Lo que pasa es que no me presenté ahí formalmente, como frente a una comisión”, aclara la propia Ema Pinto. La cantante ya tenía su prestigio en el pop alternativo, entonces no podía a someterse a un escrutinio.

Es otra Ema Pinto

A nueve años de ese episodio, Matahari regresa a los escenarios con un set de nuevas canciones soul contenidas en su tercer disco, No pares!. La banda se presentará este sábado 5 de enero en el Teatro Oriente, justo después de una pequeña gira sureña donde ofrecieron nueve conciertos en ocho días con el material del nuevo álbum. Son piezas de ritmo vertiginoso y bailable, que están en la línea de bases de ese funk construido originalmente en Ñuñoa a partir de cuatro históricas agrupaciones de la época en los merodeos de La Batuta, el Club de Jazz y los bares de Plaza Ñuñoa: La Banda del Capitán Corneta, Karmaos, Ludwig Band y Jano Soto.

“De hecho, Matahari se armó a partir de un éxodo de músicos de la banda de Jano Soto. Estamos muy emparentados. Éramos Claudio Nervi (teclados), Edison Belmar (guitarra) y yo en el bajo. Marcelo (Espíndola) se unió muy pronto como percusionista. Y ni siquiera teníamos a Gloria Pérez como cantante. Primero estuvo Karla Argandoña, una intérprete de covers rockeros”, recuerda Duboy. Hoy el grupo es un quinteto de dos generaciones. Duboy, Ema Pinto y Espíndola están en la generación rumbo a los cuarenta, mientras que el baterista Andrés Luna y el guitarrista Gonzalo Ibáñez, que tienen 26 y 25 años, se integraron a la banda en 2003 y 2004.

Pero la marca sigue estando también en la voz solista. Ema Pinto carga con un nombre controversial. Es la misma pila y apellido de una mujer que estuvo involucrada en un asesinato y luego un suicido en 1998. La han confundido muchas veces. Pero es distinta. Lo ha sido desde el momento en que ingresó al grupo. Lo recuerdan bien Duboy y Espíndola (Nervi dejó la banda y el país en 2003 y ha sido vinculado desde Barcelona al equipo que proyectó la nueva tecnología sónica que Björk utiliza en su etapa experimental, un instrumento llamado Reactable): “Cuando el primer día entramos al estudio a tocar, comenzamos a probar las canciones con Ema. El ritmo y la onda salió sola. Ella sabía bien hacia donde iba la música y luego lo confirmó cuando le dio una categoría distinta a la performance en vivo”, cuentan los dos sobrevivientes de un grupo que ha visto pasar un largo desfile de solistas.

Deja el cuerpo. Tómalo otra vez

“Pero hemos mantenido una línea musical muy propia. El soul salió sólo. No lo buscamos como estilo. Después de probar cómo funcionábamos unidos en la primera época, nos pusimos a escuchar música que nos identificaba. Brand New Heavies fue fundamental. Y también Incognito, las primeras bandas de acid jazz que nos llamaron la atención a mitad de los ‘90”, dice Duboy. “A eso agrégale de todas manera uno que cruza toda la música, sin épocas de referencia: Marvin Gaye”, suma Espíndola.

Ema Pinto recogió su aprendizaje escénico como actriz de teatro y despliegue vocal (en 1996 protagonizó junto a Panchio Rojas, de Mandrácula, una puesta en escena de "la pérgola de las flores", dirgida actoralmente por Andrés Pérez y musicalmente por Jano Soto), y terminó por producir una diferencia con respecto a la primera etapa con Gloria Pérez.

“A ella no la conocía sino hasta que coincidimos en la orquesta chilena que viajaba año a año a Mónaco para tocar repertorio latinoamericano, Muchos músicos han pasado por ahí y entonces a Gloria la encontré en la misma orquesta que yo integraba”, dice.

En 2002, Matahari logró entrar al estudio para grabar un primer álbum. Deja el cuerpo fue el resultado de todas esas temporadas de actuaciones en vivo de la primera época, cuando el público que los seguía era universitario o ya entraba en su primera adultez. “Hoy vemos cómo va cambiando. No es tan fuerte como le ocurre a los Chancho en Piedra, que su público cruza generaciones. Pero se renueva permanentemente y también ocurre algo bueno: en nuestras tocatas la gente se embala y baila mucho”, apunta Ema Pinto.

Deja el cuerpo era así, un disco para una disco-funk con canciones de groove y ritmo dinámicos: “Discodos”, Ultraman”, Dormir al sol”, “Deja el cuerpo”, “El vuelo”. Dos años después el grupo volvió a tocarlas, aunque desenchufó el instrumental para darle un carácter nuevo. Ese disco se llamó Matahari acústico, porque fue grabado con nuevas orquestaciones y sin electricidad en una serie de conciertos registrados en la Sala Master. “No pares! es en el fondo nuestro segundo disco. Matahari acústico fue una forma de reinventar las canciones. Ahora hay más melodías nuevas para tocar”, dice Duboy, responsable en gran parte de la creación del repertorio original.

-¿Cuánto creen que han crecido como banda en todos estos años?. Dijeron que su público ha cambiado, pero ¿Y ustedes?
-Espíndola:
Antes estábamos muy preocupados de ser buenos instrumentistas, de tocar bien y que la música sonara. Ahora eso no nos hace ruido. Ahora sabemos que tocamos así y entonces sólo tocamos. Eso es parte del crecimiento.
-Pinto: No pares! mantiene el espíritu pop de Matahari. Es más actual y representa la madurez que tenemos. Y eso lo vamos a ver en el Teatro Oriente, con muchos músicos. No somos nosotros cinco solamente. Hay sección de vientos, trombón, trompetas, saxo, flauta e incluso cello. Hay gente que nos acompaña en las voces y hay un tecladista también. Martahari es una pequeña orquesta para que las canciones suenen perfectas.
-Duboy: No tenemos que que andar mostrando habilidades. Si hay un solo, que sea porque la canción lo amerita en cierto momento de su desarrollo. Lo que importa es la canción y los músicos de Matahari tocamos para la música y no para nosotros.

EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?