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I'm not here

03 de Enero de 2008 | 12:56 |
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Versiones de temas de Bob Dylan existen desde hace décadas y en abundancia suficiente para llenar varios discos. Basta pensar con lo que "Mr. Tambourine man", "All along the watchtower" o "Like a rolling stone" hicieron respectivamente por las carreras de los Byrds, Jimi Hendrix o los Rolling Stones (probablemente, muchos piensan que es Dylan quien ha hecho covers de esos temas, cuando ha sido exactamente al revés) para reparar en los derroteros profundos y de inesperada relevancia seguidos desde hace cincuenta años por las composiciones levantadas por el autor de Minessotta.

Si era por reunir relecturas para su banda sonora, I'm not there, la más reciente y atrevida biografía fílmica sobre Dylan, podría haber recurrido a esos muchos viejos covers y arreglárselas sin esfuerzo. Pero este soundtrack eligió, en cambio, encargarles a músicos jóvenes nuevas y libres versiones de un catálogo más amplio que el de los puros hits. Así, incluso temas que ya han sido interpretadas muchas veces hasta por bandas de pub ("All along the watchtower", "Highway 61 revisited", "Just like a woman") adquieren en este nuevo proyecto la frescura de un trabajo orientado a todas luces por la libertad. Se cuela, en el medio, el propio Dylan con el tema que le ha dado título a todo el proyecto fílmico de Todd Heynes, una oscura canción de su etapa Basement tapes que el músico jamás ha tocado en vivo y ni siquiera figura en un álbum oficial.

Si I'm not there, el filme, ha merecido análisis incesantes por la excentricidad de su guión (son seis los actores que interpretan al músico; entre ellos, la muy femenina Cate Blanchett), el soundtrack no podía sino ser igual de propositivo y poco ortodoxo. Desde la elección de invitados hasta el tipo de arreglos instrumentales justifican a este disco como un producto musical en sí, disparejo como todo álbum doble, pero valioso sobre todo en la detención con la que gente tan confiable como Cat Power, Sonic Youth, Calexico, Sufjan Stevens, Antony & the Johnsons y otras lumbreras del indie estadounidense abordan el catálogo esencialmente dúctil del hombre que cruzó la historia del siglo XX y hoy, aún en vida, es tratado como un monumento cultural. Qué agobio para el pobre Dylan, qué delicia para sus insaciables fans.

—Cristina Hynde.

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