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La Conchalí vikinga

La segunda jornada del festival de paz y amor en esa comuna populosa será recordada en el futuro. Seguro que todos dirán haber estado allí. Miss Li, Cat Martino y Mando Diao fueron algunos de los músicos que desplegaron un ramillete de virtudes pop en la calurosa noche.

07 de Enero de 2008 | 17:39 |

Lo más desconcertante de la primera versión nacional del Festival Peace and Love fue el público. En la segunda jornada, a las ocho de la tarde, en el balneario municipal de Conchalí había más gente atendiendo stands (discos, completos, poleras) que asistentes.

Increíble, teniendo en cuenta lo novedoso del evento, que en Borlänge, la ciudad hermana de Conchalí dura cinco días y encabeza el cartel Sex Pistols. Además, el programa reunía a Difuntos Correa, Juana Fe, una selección de bandas locales y Joe Vasconcellos con artistas consagrados en Suecia como Miss Li y Mando Diao. Al parecer el factor Transantiago y esa costumbre capitalina de conocer sólo tu comuna y Providencia, jugaron en contra de un evento muy bien organizado.

Afortunadamente con Miss Li calentando el ambiente y sobretodo con Mando Diao, el recinto se llenó. Y, esto es parte de las maravillas de MySpace, todos se sabían las letras.

El country y los pedales

Botas negras, vestido rojo y una guitarra. Cat Martino es una compositora que perfectamente podría ser la hermana perdida de Ryan Adams pero que escuchó a demasiadas mujeres pianistas enojadas. Luchando con los problemas de sonido y la notoria falta de roadies, movió cables, instaló teclados y probó sus pedales.

Fue la primera sorpresa: el autoprocesamiento de su voz con pedaleras y delays para cantar encima. Un efecto que recordaba las intenciones de Lennon cuando grabó "Tomorrow never knows": sonar como una montaña llena de monjes cantando. Despidió su actuación con una intensa versión de "Love song" de The Cure. Antes había ido a los teclados para cantar "Tangerine dress", un sentido piano rock, con esa cadencia soul que esta chica de Brooklyn sabía conducir con perfección. Como también en la acústica "Just love me" o el desgarrado set country que entregó. ¿Volveremos a escucharla en vivo otra vez? 

La señorita Li

Miss Li cayó bien desde el principio. Gritona, hiperquinética y con un puñado de canciones juguetonas se ganó al público que al fin estaba llenando el recinto. Acompañado sólo de un guitarrista y sentada en los teclados, demostró que el secreto está en el ritmo. Eso lo dijo Jorge González para explicar el éxito de Los Prisioneros: "no son las letras, sino lo que hace que la gente se mueva físicamente".

"¿Cual quieren que cante?", lanzó desde el escenario y una chica del público le devolvió "Oh boy". Entonces Miss Li la interpreta frenéticamente. Incluso despojada de la banda la canción no pierde nada de ese ritmo cercano al foxtot y al cabaret francés.

Una fórmula totalmente irresistible, que la aleja de las comparaciones con Lily Allen con que algunos ya la había presentado. Si la inglesa usa el rapeo picaresco, Miss Li utiliza juegos de acordes simples e efectivos en el pop, además de un vozarrón y el baile. Es un baile a la antigua, eso sí, que se emparenta sorprendentemente con el "jazz guachaca". Bastaba ver como el guitarrista hacía un punteo digno de Roberto Parra. Excelente.


El hype sueco

Mando Diao había tocado en la Blondie la noche anterior. Sus fans vinieron por más. Mucha chiquilla de flequillo con calculada cara de enojada. Mucho fan con ganas de agarrar una uñeta. Esto olía a espíritu adolescente.

El blondo quinteto cumplió. Canciones melódicas pero cargadas de electricidad en la mejor tradición del power pop y ritmos urgentes, pero sin abusar de los quiebres, a lo Libertines. Y su puesta en escena era atractiva, como unos Bunkers vikingos (batero mayor, bajista que vive en otro mundo, tecladista concentrado).

Las melodías adictivas se le dan bien a los suecos. Desde el indie pop del sello Labrador hasta la megabanda Kent, hay ciertas líneas vocales, combinaciones de acordes y resoluciones armónicas que parecen venir de un sitio que ni los ingleses ni estadounidenses conocen.

Sin embargo, Mando Diao optó por sonar fuerte en lugar de recrear los finos arreglos de sus grabaciones de estudio. A las chicas, claro, no les importaba: en sus filas estaba el hombre más sexy del rock sueco. Para algún "melómano" de aquellos que escuchan música para ponerle nota, la banda podría apenas un sustituto de Arctic Monkeys. Para los que disfrutan moviendo la patita y embriagarse con un buen estribillo, canciones como "Welcome home Luc Robitaille" lo justificaban todo.

Luego venía el turno de Joe Vasconcellos. Si antes era fácil acercarse a los músicos suecos y tomarse fotos, con Joe los guardias prohibían el paso y no dejaban ni siquiera despedirse de los músicos. Una actitud "noventera", que más que molestia da risa: la mayoría del público -la generación MySpace- se estaba retirando, satisfecho de ver a los  platos fuertes de la jornada. “Seguro que en el futuro todos dirán haber estado acá. Pero de verdad, tiene que repetirse el próximo año. Hay que presionar para que continúe el festival”, comentaban algunos a la salida.

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