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La cueca con aliento blusero

El cantautor rechaza todo tipo de oficialismos y va en busca de la voz de la calle. En los '80 fue ovacionado con Santiago del Nuevo Extremo y hoy tiene una visión musical que une la cueca, el blues, el jazz y su propio gesto. Calacalacaaaa!!! se llama su último disco y él se cree el cuento. "Me la sigo creyendo", dice.

28 de Enero de 2008 | 10:27 |

Luis Le-Bert imagina un lugar comunitario en el que prime el sentido colectivo como forma de percibir la realidad. Eso es como John Lennon, cuando escribió "Imagine". Entonces explica que para crear sus canciones es como si sentara en la cuneta y empezara a observar lo que ocurre con ojos nuevos y sencillos, apelando a esta visión.

El autor concretó en su último disco, Calacalacaaaa!!! (2007), los registros del hombre simple, del ciudadano de a pie, con una sonoridad que no duda en calificar de "revolucionaria".  Es que no son ni completamente cuecas ni son completamente blues, son lo que él llama "cuecas-blues", aunque se reconocen sonidos del jazz. Una innovación que el interprete y creador de "A mi ciudad" y ex voz principal de Santiago del Nuevo Extremo, está promocionando en pequeños conciertos junto a su grupo de acompañamiento Los Agricultores del Cosmos.

Luis Le-Bert es arquitecto. Vive del diseño y la construcción. En su casa se ve a su nieta merodeando por los sillones, gritando ¡Tata, tata!. El abuelo se emociona a cada paso y sonríe. No le alcanza el tiempo para enseñar el amor que le tiene. Es su regalona. Tiene dos hijas, un hijo y vive con una sobrina que es como su terecera hija. Lo acompaña su mujer.

Con una historia musical que bordea un camino alternativo, lejos de la producción de la industria cultural, fuera del mapa de las estrellas y más cerca de los circuitos no convencionales, el interés de Le-Bert por la música trasciende una mera afición mayor para transformarse en un oficio de artesano. "Yo soy músico de búsquedas y si algo no tiene sentido no publico nada", aclara a sus 51 años.

La era del Santiago

Creció con la música. Su madre tocaba piano y lo amenazaba con miedo cuando llegaba el momento del climax sonoro de alguna obra. En los almuerzos de los domingos en su casa se podía escuchar a Violeta Parra o a los Blops. Todos cantaban las canciones que se escuchaban y su padre taratearaba y cantaba cuecas de manera asidua. Su oído se fue educando rápidamente. Le-Bert se define como músico popular.

Los tiempos en que hizo canciones como "Homenaje" o "Simplemente", marcaron una época. En cierta medida fue su escuela y su consagración. "Mi construcción y aprendizaje musical ocurrió con el Santiago del Nuevo Extremo", confiesa. Con los años —dice— esta agrupación logró "una sonoridad muy definida, porque los integrantes del Santiago tenían más inquietudes que únicamente el grupo. Tocaban en más de una banda al mismo tiempo".

Santiago del Nuevo Extremo nació por interés de un conjunto de amigos de un barrio en Vitacura. Consignaron la tarea de realizar música como un juego, pero al poco tiempo, en el año 1977, ya tenían éxito en un circuito universitario efervescente que los impulsó a tocar en televisión invitados en plena dictadura. Le-Bert recuerda que tenía que ir a la comisaría del barrio a mostrarle las letras al policía de turno para que le marcara la hoja de la canción con un timbre aprobatorio. A veces, el funcionario policial timbraba la escritura sin siquiera leerla y le encargaba que no se sobrepasara.

Con las manos diseñó la gráfica del Calacalacaaaa!!! y con las manos va tejiendo también un discurso en el que se mezcla sabiduría y crítica social. Su sueño es vivir en una sociedad sin lucro. Dice que siempre "he hecho canciones que tienen que ver con el alma" y que no intenta proponer una crítica dogmática.  

Le-Bert es un músico sobrio, pero no por ello menos apasionado. De hecho eso es lo que más le sobra: pasión para hablar de la música, de su nieta y del disco que hizo a lo largo de cuatro años. A sus amigos músicos de Inti-Illimani, de Congreso y tantos otros, les habló con de sus ideas sobre la cueca-blues y la recurrencia del tambor como instrumento clave de interpretación de la cueca. Pero se reían y no lo tomaban en serio. De todas formas sacó el disco y suena bien.

"¿Por qué el sonido cuequero no ha evolucionado hacia el jazz o hacia las tumbadores?", se pregunta Le-Bert. Dice que en la cueca debe existir un festejo. "Finalmente lo que hice fue juntar a dos cuequeros y dos bluseros y no les avisé", cuenta.

Define al disco como "el inicio de una propuesta". "Si toco con Los Agricultores del Cosmos hay lenguaje suficiente para que se entienda que es cueca", asegura refiriéndose al tipo de música que hace en Calacalacaaaa!!!. "Pero lo importante no es si son cuecas o no los son, sino que esto es un lenguaje nuevo que sirve para tocar cuecas", precisa. Dice que el desenfreno de las cuecas puede ser triste o alegre. 

Dogmas antidogmáticos

Le-Bert lleva poco más de un año subiendo solo al escenario. En todas las oportunidades tocaba en conjunto con otros músicos. Desde hace cuatro años se juntó con el percusionista Carlos Basilio (de Entrama) y el bajista Juan Caballero y empezaron a tocar "con actitud de fogata", sin previa estructura o arreglos musicales. Así nacieron Los Agricultores del Cosmos.

Le molesta la visión de los tecnócratas. Dice que antes de tomar decisiones técnicas, debe adoptarse una perspectiva política. "No soy aquel que propone un mundo, no tengo lenguaje para eso", advierte. "Soy bueno para que no me hagan leso con las descripciones que te entregan las versiones oficiales", indica. Con sus canciones el cantautor busca "dar una voz de esperanza".

Aspira a transmitir una verdad que sea reconocida por todos y no que se tropiece en lenguajes academicistas ni que tengan la misión de comunicar un paradigma, una versión única. Lo que busca es transmitir una visión no dogmática ni oficial en la que se exprese el entendimiento del hombre común. Detesta "el punto de vista de los que te pegan en la espalda y te dicen que no entiendes o que estás soñando", cuando en realidad lo que se pretende es arribar a un conocimiento fidedigno de la realidad. Entre sus proyectos figuran hacer una big band con la melodía que descubrió en su último disco. Por ahora, taratera las canciones y se golpea el cuerpo con las manos imitando el sonido del tambor. Un tambor que tiene cara de empanada y vino tinto. Todo acompañado de guitarras y de un grito interior: Calacalacaaaa!!! 

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