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Meditaciones sinfónicas

Una primera parte con dudas en el solista argentino invitado -Pablo Saravi- no empañaron la segunda parte, con la versión de la obra religiosa del compositor francés.

31 de Marzo de 2008 | 14:59 |
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Michal Nesterowicz debutó oficialmente al mando de la Sinfónica. Incluso puso su voz en la obra de Messiaen.

Universidad de Chile

En su primer concierto como director titular de la Orquesta Sinfónica de Chile, el polaco Michal Nesterowicz, interpretó obras de Beethoven y Messiaen, mundos contrastantes, donde se evidencia su versatilidad como director.

En la primera parte el violinista argentino Pablo Saravi, que además es concertino de la Filarmónica de Buenos Aires, interpretó el hermoso y lírico “Concierto para violín y orquesta Op. 61” de Ludwig van Beethoven. Sin duda en esa tarde Saravi no se encontraba en un buen momento. En primer lugar su versión fue fría y distante, y no logró entrar en sintonía con el concepto que el director le imprimió a la orquesta.

Además sus respuestas estuvieron a destiempo en numerosas ocasiones y su afinación no fue certera, deslizándosele errores en los pasajes rápidos, algo bastante lamentable pues posee un sonido robusto y sólo en ciertos momentos se vislumbró su musicalidad.

La preparación de la orquesta había sido cuidadosa en balances, articulaciones y arcos, evidenciando un sonido hermoso. Sólo con ciertas intervenciones duras por parte de algunos instrumentos, pero a pesar de todas las bondades en fraseos e intencionalidades, éstas no encontraron la respuesta justa en el solista.

No obstante, a favor de Saravi diremos que su rendimiento mejoró notablemente en cada una de las “cadenzas”. Quisiéramos destacar la noble y musical belleza de las cuerdas en el segundo movimiento, tanto como el mejor rendimiento del solista.

Otra de Beethoven

Un concepto descriptivo teatral se apreció en el enfoque del Nesterowicz, para su versión de la “Obertura Leonora N° 3”, una de las escritas por Beethoven para su única ópera “Fidelio”, con que continuó el programa. En ella, su autor entrega una verdadera síntesis del drama argumental.

Ello quedó en evidencia en la versión, donde se contrastaron fuertemente las melodías heroicas con las líricas. Se enfrentaron ajustadamente los cambios de tempi y los balances sonoros realzaron las figuras melódicas, y se logró una estupenda progresión dramática. Todo, sumado a un hermoso sonido orquestal en el que destacaron los solos instrumentales, en particular el trompeta solista que toca desde fuera del escenario. El público no escatimó aplausos, para le excelente versión de Nesterowicz y sus músicos.

En estreno para nuestro país, se escuchó como número final “La Ascensión” (Cuatro meditaciones sinfónicas para orquesta) de Olivier Messiaen, obra en la que una vez más su autor vuelve sobre sus pensamientos religioso católicos.

El director se mostró como un experto conocedor de ella, consiguiendo de la orquesta una respuesta que calificaremos de excelente. La estructura de la misma, obliga a cada familia a mostrar sus mejores potencialidades, técnicas y musicales, ampliamente logrado en esta oportunidad.

A la manera de los corales religiosos, es el primer número para bronces y maderas los que a veces parecieran imitar el sonido del órgano. Aquí destacaremos la perfecta fusión sonora de las dos familias, tanto como el excelente manejo dinámico logrado por el director.

En una clara homofonía de bronces y maderas, se inicia la segunda parte, en la que se logra un interesante juego de timbres y colores a los que luego se agregan las cuerdas en una especie de contratema. Se produce así un juego sonoro que recuerda a Stravinsky, por el uso de ostinatos.

Bastante expresionista es el tercer número, que se inicia luego de una fanfarria de los bronces. Se contrasta con el tema de las cuerdas y crea una sensación angustiosamente expresiva lograda gracias a la notable respuesta de la orquesta.

De un gran lirismo emocional es la conclusión, escrita sólo para cuerdas sin contrabajos. Creemos que esta parte requiere del director y la orquesta un compromiso expresivo enorme, tal como el mostrado en esta ocasión. El público conmovido aplaudió sin reservas esta notable versión, donde Nesterowicz, llevado por su entusiasmo, agregó otro instrumento a las cuerdas, nada menos que su propia voz.

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