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"Me carga la referencia a la canción de fogata"

Tres años después de emerger entre los nuevos cantautores chilenos, Témpera es el segundo disco de García, un hombre de noche sueña con canciones para Víctor Jara y de día sueña que las canta Isabel Parra.

19 de Agosto de 2008 | 14:14 |

Anotó su nombre entre una nueva generación de solistas chilenos hace tres años, con su primer disco, Pánico (2005), y desde entonces Manuel García no ha parado de sumar experiencias. Cantó el repertorio de Víctor Jara con toda una orquesta en el concierto "Víctor Jara sinfónico" (2006). Fue objeto del documental "Catalejo" (2007). Hizo dupla con Pedro Aznar en una reciente gira del músico argentino por Chile en 2007. Viajó a tocar en Barcelona, donde grabó a dúo con el cantautor catalán Pau Guillamet, Guillamino, el disco eXile (2008). Y ha continuado en paralelo con su grupo de rock, Mecánica Popular.

Tampoco ha dejado de actuar en vivo, junto a contemporáneos como Nano Stern o Chinoy o con mayores como Julio Zegers y Eduardo Peralta. Manuel García incluso establece un diálogo natural con nombres históricos, es de los músicos que llaman Víctor a Víctor Jara y la Viola a Violeta Parra y todo ese recorrido desemboca en su reciente segundo disco, Témpera (2008). Tres años después, el cantautor ariqueño ahora busca su propia aproximación al folclor y tiene, literalmente, otra voz. De hecho a veces afina su guitarra en notas bajas para acomodarse a una voz más ronca, en contraste con el tono agudo de sus cuerdas vocales en el primer disco.

-Sufro yo con la guitarra. Ahora que sufra un poco ella conmigo -dice-. Vamos a usar de la forma más artística el golpe de la guitarra, y fui atrevidamente a tocar con cierta cantidad de ruido. Desgarro del corazón, no más. Es como el artista se enfrenta a la música. Ésta es la guitarra que tengo, y para darme valentía me acordaba de esas fotos de la Viola donde sale tocando con una guitarra rota, o de que el viejo Roberto Parra (hermano de Violeta Parra, autor de las cuecas choras y el jazz guachaca) cuando grabó sus cuecas debe haber llegado sin una súper guitarra. De pronto uno busca ciertos temas en la obviedad, por ejemplo el folclor en lo tradicional. Pero folclor también es llegar con tu guitarra como suene y como la resuelves finalmente.


La contrabajista

Luego de que el músico cubano Fidel Orta, cercano al trovador Silvio Rodríguez, produjera el primer disco, en Témpera ese rol corresponde a María Teresa Molina, contrabajista de la orquesta de la Universidad de Concepción.

-Ando por ahí, por las frecuencias bajas -dice García-, buscando algo que me desintoxique de esta altura chillona de mi propio arte.

-¿Fue una necesidad de contrastar con el disco anterior?
-No, fue una búsqueda. Uno se va encontrando también en el hallazgo artístico de una voz interior, de una manera de interpretación. Lo más consciente en ese proceso es el deseo, a través de influencias nuevas, de no perder cosas que son parte de la tradición auditiva de una generación y depositarlas a una nueva. Hablo del romanticismo de escuchar a Víctor, a la Viola, al mismo Atahualpa Yupanqui, al Quilapayún, grabados con un par de micrófonos en un estudio casi en vivo. Puede parecer mucha nostalgia, pero a nivel de frecuencia de sonidos tiene un impacto diferente a un trabajo digital. No es sólo romanticismo. Hay también, yo creo, una búsqueda científica.

-¿Cuáles son esas influencias nuevas?
-Influencias que aparecen, con otras sonoridades y armonías. En una de estas canciones ("Tarde") usamos cuatro instrumentos que pertenecen a la tonada, pero por su armonía y su estructura figura como un tema de Radiohead. No hay más que un pandero como una base electrónica, un bombo muy aleatorio, una guitarra de madera y un teclado de tres o cuatro notas en un verso. Y con esos elementos arrancamos en una cueca o una tonada perfectamente. Este disco tiene elementos más folclóricos y más pop que Pánico.

-¿Si es más rockero también tiene que ver con Mecánica Popular?
-No, porque está más desarticulado. Se radicaliza bastante la posición. Además Mecánica Popular igual está funcionando en los subterráneos y el sonido va a ser mucho más grueso esta vez.


El vibrato

-¿Además estás cantando de otra manera?
-Sí. Es la producción de la María Teresa Molina. Me dijo "Córtala con ese vibrato que es de tantos otros referentes. Vamos a ver que cantes más a tu manera", con el piano, tratando de que soltara mi voz con una naturalidad mayor.

-¿La intención es que sonara más desgarrada, menos técnica?
-Exacto. Lo que en Pánico buscaba ser fino y delicado, aquí busca ser natural y desgarbado, desgarrado, despeinado… todos los ados.

-¿En eso se nota el cambio de haber grabado antes con un productor cercano a Silvio Rodríguez?
-También queda una presencia del productor anterior, en las formas de grabar las guitarras. Pero la María Teresa Molina me empezó a hacer muchas críticas con respecto a Pánico y a mi forma de cantar. Al ver que (ella) es una persona del mundo docto pero muy conocedora y amante de la música popular, el paso fue natural: generar esta dialéctica, esta discusión con Pánico.

-¿Igual no fue muy dulce el comentario, te zamarreó un poco?
-No, ella es una india bruta -sonríe-. Es muy directa, y de un carácter bien Violeta Parra. A niveles de respiración, como es contrabajista, tiene una sensación de pulso, es jefa de fila de cinco contrabajos más, y el contrabajo dentro de una orquesta gigante es como el timón que lleva rítmicamente el barco. Su pulso interno es una cosa más invisible, pero que también es muy importante en el disco.

-¿No es tan frecuente que un productor salga de una orquesta? ¿Eso dio un sonido más orgánico a la música?
-Ahí está. Ella tiene una sensación orgánica de la música.


La fogata

"Refalosa psicodélica" es una de las definiciones que el propio Manuel García acuña para sus canciones en Témpera, entre alusiones al bombo de Alberto Zapicán en las últimas composiciones de Violeta Parra en 1966 o a la Cantata Santa María de Iquique (1970), de Quilapayún.

-Por ahí hay un encuentro en mi disco con el folclor, y que no está solamente en dos tonaditas que están ahí -dice-. (La canción) "Perderse" la grabé con un pandero, una guitarra de palo y una guitarra eléctrica. Quería que se grabara como si estuviera tocado en una casa. Y eso atiende a una cuestión que me carga y es esta referencia que se hace en Chile a la canción de fogata. Al músico eso le molesta, que se diga que su música es de fogata. Porque es una cosa medio nerd, no sé, medio rara, que no tiene que ver con el espíritu de las canciones.

-¿Te parece peyorativa la fogata?
-Sí. De cierta manera. Cuando alguien dice que un tema es fogatero, es un tema medio pegado, que viene del folk, pero ese folk en el que nadie está pensando, un folk para pasarlo bien un rato. Y como el folk o el folclor se supone que llevan en su cauce las principales esencias de las músicas de los pueblos, que sea medio fogatero es como raro.

-¿Qué te parecería si alguien tocara tus canciones en una fogata, como a lo mejor pasa? ¿Nunca tocaste en una?
-Sí, lo he hecho, y tal vez por eso le agarré esta furia al asunto. Al neumático, a la ropa hedionda. Porque en el norte en la playa a veces hay que quemar un neumático, no hay muchos árboles. Y es bien contradictorio lo que te voy a decir: me parecería súper lindo que alguien tocara una canción mía. Es que entre tocar en una fogata y que la música sea fogatera hay una diferencia. Ahí cae de todo: no sabes si el tipo va a empezar en la Bamba y va a terminar en el "Wish you were here", de Pink Floyd. Es la fórmula más prehistórica de un MP3 desordenado.


El folclor

Las dos tonadas que menciona Manuel García son las canciones "Los colores" y "Pañuelí", que data de antes de Mecánica Popular, cuando hacia 1997 tocaba en el grupo de música latinoamericana Coré.

-"Pañuelí" apareció solita, sin yo ir a buscar una fórmula de tonada ni nada, y siempre tuve la idea de que cantaba una mujer. Cuando la hice de alguna manera pensaba que la cantaba la Isabel Parra. Qué raro, no sé si uno establece una copia insconsciente a un referente interno. Y el estribillo era bien místico, porque tenía relación con un sueño que tuve con Víctor Jara. Él me cantaba "Yo tengo aquí un pañuelito pa' bailar / yo tengo un aquí para bailar un pañuelí", como en una reja de mi casa en el norte. Y eso lo grabé una noche en una grabadorita, medio dormido, medio inconsciente.

-¿Y era Víctor Jara el que te cantaba esa canción en el sueño?
-Claro, ese puro estribillo. Y completé el resto después.

-¿Entonces eso es "autor: manuel García / intérprete: Víctor Jara"? Le escribiste una canción para que la cantara.
-Claro, la canción es mía. Y una vez cuando estaba en España soñé con una canción que cantaba Chinoy, que la encontraba tan linda, y (en el sueño) lo veía en un videoclip, y no me pegué el cacho en todo el día que la canción era mía. Pensaba "Las canciones que compone este loco". Seguramente confundido si lo había escuchado en Chile, en algún disco. Y cuando ya se me fue olvidando me di cuenta de que la había soñado. Pero no la recuperé. Hay otras que sí he podido recuperar de sueños. Yo creo que le pasa a hartos compositores.

-Pero a la mayoría le pasa con canciones de ellos. Tú sueñas con colaboraciones.
-Con colaboraciones. Muy raro.

La provincia

En sus conciertos, los fans crecientes de Manuel García ya reconocen sus canciones antes de que las haya grabado, como pasa con otra de las del disco nuevo, "La gran capital": la crónica provinciana de su arribo a Santiago.

-Todo el mundo cree que estaba grabada y en el insconsciente colectivo se suma a los discos de Mecánica (Popular) y no es cierto. Es mía, del año '95, cuando llegué acá.

Varias de esas canciones de hecho fueron compuestas en Concepción, donde García además preparó el concierto orquestado de Víctor Jara y fue a estrenar su disco en vivo el mes pasado.

-Me tocó tanto rato estar allá que tuve muchos espacios para estar conectado con la música. Era ese espacio de provincia que no tenía hace tiempo como para conversar, ensayar.

-¿Más allá de la distancia con Arica, la sensación es parecida?
-Sí, porque hay una espacialidad mental también en esa sensación de que el tiempo alcanza. El almuerzo ya lo encontraba largo, y después alguien empezaba a contar una historia que aquí nadie contaría porque hay que ir a trabajar a mitad de semana. Esa hora que uno tiene aquí para desplazarse allá pueden ser diez minutos, y los otros cincuenta de quedan para una historia.

-¿Qué tanto tiene que ver con este disco haber tocado harto en vivo?
-Mucho, porque a partir de Pánico hay un público tan a favor tuyo que, una, te va dando confianza, y otras, te permite experimentar con los temas, probarlos y saber qué canciones funcionan con el público.

-¿Qué conciertos recuerdas mejor de estos tres años?
-Estoy muy agradecido de los públicos que han estado en el (Teatro) Oriente o con la orquesta, pero los mejores conciertos que he dado fueron en Barcelona, en casas. Conciertos clandestinos que se hacen, en una especie de fiesta en la que de repente se produce un concierto, se llaman todos por teléfono piola y van abuelitos, familiares, la viejita que hace el aseo, el conserje, alguien que va pasando con la calle. Fue impresionante dar esos conciertos, contarles historias de Chile, recuperar además el sonido de la guitarra en la intimidad, más vinculada a la voz, que es la búsqueda en la que ando. Ahora en Chile estoy haciendo estos conciertos. En casas aún se produce esa distancia escenario-público, pero hemos ido rompiendo ese esquema. La idea es sentarse en el sillón y el que se enteró se enteró.

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