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Bandas sonoras para el futuro

Se llama Rafael Casanova, es un nuevo músico chileno, el año pasado debutó con un disco de cuatro canciones y en 2008 acaba de estrenar su primer disco largo, Retrato de un desconocido. Desconocido y con seudónimo: así suena Sensorama 19-81 y éste es su plan. "Los sonidos te pueden llevar a otros lugares", dice.

23 de Septiembre de 2008 | 23:11 |

Como prueba de los distintos instrumentos que puede tocar si es necesario, para una de sus primeras composiciones Rafael Casanova dejó a un lado los métodos musicales convencionales y el año pasado hizo algo que más bien hacen los periodistas: una entrevista.

"Me levanto un cuarto para las seis. Eh... me ducho. Despierto a mi hija a las siete. La hago que tome desayuno. Me visto. Salgo a tomar la locomoción a las siete diez. Llego aquí a las siete y media. Nos ponemos el uniforme (…). A la nueve se abre y empieza el día laboral", es parte de lo que le cuenta una anónima trabajadora tal como se oye en su primer disco, y que bien puede ser leída y oída como un comentario punzante sobre Chile, aun cuando no tenga nada de literal.

Esa misma composición está ahora en el nuevo disco de Sensorama 19-81, que es el alias de Rafael Casanova, futuro licenciado de la carrera de composición y músico experimental por cuenta propia. Retrato de un desconocido se llama el álbum, ya disponible en su sitio en Internet. Y como prueba de lo inquieto que puede llegar a ser, el autor ya está pensando en archivarlo para pasar a otro tema.

-Para mí fue un cierre de capítulo. De hecho estoy componiendo cosas nuevas -dice, y ni siquiera es prioridad armar un grupo ni tocar mucho en vivo-. Cuando entras a estudiar una carrera te proyectas para seguir tocando durante toda la vida. Puedo sacar tres discos más y no tengo problema en empezar a tocar en vivo a los treinta (ahora tiene 24). Nunca he sido muy de banda.


Imagen en movimiento

En Retrato de un desconocido están las cuatro canciones de ese primer EP, Sensorama 19-81 (2007), pero con sonido renovado.

-El contraste es que ahora tuve una batería, un piano, (un cuarteto de) cuerdas de verdad, y eso hace que todo suene más orgánico. Por eso decidí igual subir a mi página en Internet el EP, para dejar constancia de la evolución, de cómo en un año pasé de tocar con puras secuencias a dirigir músicos.

Instrumentos como saxofón, un cuarteto de violines, viola y cello, batería y bajo se suman a los pianos, guitarras y máquinas con que el propio Sensorama 19-81 da un carácter más orquestado a su nuevo trabajo. "Hay gente que me ha preguntado si es (un disco) 'conceptual'. Y en realidad no, pero tiene cierta línea. Da la sensación de que hay un hilo conductor, pero no es tan evidente".

-¿Y cuál es ese hilo, es una idea, un sonido?
-Es un recorrido por imágenes que proyecto en mi mente al vivir las experiencias. Por lo general no veo las noticias porque las encuentro súper fuertes a nivel de imagen, pero leo el diario y creo una imagen visual que no tiene que ver con la noticia real. Y la idea es que cada uno interprete la música de su propia manera.


Medio folk, súper falso

"Cuando la tetera se oxida entre las enredaderas de una noche de verano" se llama la canción más recordable de ambos discos, con guitarra acústica y cigarras del campo de fondo.

-Ése es el tema que más la gente me dijo que le gustó -sonríe el autor-. Pero es algo que sospechaba que iba a pasar, porque básicamente es una canción, instrumental, y es cortita y súper melódica. Muchos me decían que todo el disco podría tirar para esa onda. Pero lo que yo hago no lo transo.

-¿Por qué, es transar hacer una canción accesible?
-No, para mí es igual de válido. Hacer un disco entero así: eso sería transar. Yo podría agarrar la guitarra acústica y hacer un disco que fuera medio folk, con canciones bonitas como para una película media indie (independiente), pero sería súper falso de mi parte. Ese tema cumple una función en la línea del disco y también se agota. Otro tema parecido ya sería medio sospechoso.

-¿Pero es una objeción solamente musical, o es moral?
-Yo no duermo bien si me empiezo a acercar a una estética específica para tener más cabida en cierto ambiente o para complacer un poco más al oyente. Pero también influye qué cantidad de música estás abierto a que te influencie. Desde chico pasé desde lo clásico al pop, al rock, a la música más alternativa, a lo electrónico, al punk, volví al rock, por la escuela llegué al jazz, a lo contemporáneo, el folclor. No me doy ni cuenta cuando meto ciertos elementos.

-Los softwares ya están legitimados como una herramienta musical. ¿Para ti un disco con instrumentos convencionales tiene otro valor?
-Es que depende también de a qué va uno. En el EP igual ocupo sintes (sintetizadores) virtuales, porque es la única forma de crear o procesar sonidos sin gastarte cinco palos en importar un sinte de Inglaterra. Ahí obvio que transas porque los instrumentos virtuales también son buenos. Pero para programar una batería me imaginaba a alguien tocando una batería de verdad.


Arquitectura mutante

El sensorama es un pionero simulador de imagen, sonido, movimiento y hasta experiencia olfativa desarrollado desde fines de los años '50 por el proyeccionista estadounidense Morton Heilig, invento paralelo a la industria del cine por el que Heilig es considerado a menudo el padre de la realidad virtual.

Es un tema que interesa también a Rafael Casanova, gran parte de cuya música se puede percibir como una banda sonora imaginaria. Y algo tuvieron que ver, por escasas que hayan sido, las tres semanas de arquitectura que estudió hace un año (ver recuadro).

-Un profe de dibujo me dijo que la arquitectura es la música congelada -recuerda-. Yo siempre había pensado un poco lo mismo. Más allá de la música como arte, los sonidos te pueden llevar a otros lugares, hacerte sentir en otra época. En otro lugar físico. Tú escuchas una escala arábiga y en segundos estás en Arabia. Y si pones de fondo unas campanas es más surreal, porque empiezas a sacar de contexto y mezclar. Con el sonido puedes construir muros, puedes sentir que estás dentro de un closet o en una catedral.

-Entonces si la arquitectura es la música congelada, la música es la arquitectura…
-… en movimiento. Es como si un lugar estuviera mutando permanentemente. También tiene que ver con cosas que todavía no he aplicado pero me interesa estudiar, que son las ondas binaurales. El uso de frecuencias que estimulan ciertas zonas del cerebro y permiten distinguir si un sonido está a un lado o al otro, sobre tu cabeza o a diez metros encima. Ahí definitvamente se crea un espacio. Sensorama, si lo piensas, parece ciencia ficción, pero no lo es tanto.

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