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El oscuro reverendo Trent

El nombre de la gira de NIN es algo así como "Luces sobre los cielos de Sudamérica". Y a pesar de la notoria oscuridad y el mensaje apocalítico, Trent Reznor y compañía brillaron en Santiago, mostrando con holgura todos los carteles que Nine Inch Nails posee.

06 de Octubre de 2008 | 11:07 |
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Aquí fue posible apreciar cómo es que Nine Inch Nails es y será el sinónimo de Trent Reznor. Su presencia domina el escenario. Ahí es amo y señor.

Patricio Godoy

La ansiedad se respiraba en un Arena Santiago Movistar totalmente repleto. Personas de distintos lugares se reunían en una comunión donde el negro fue la tonalidad predominante. Los diez mil asistentes se empujaban en la cancha, gritaban en la platea y otros, los menos, aguardaban de forma silente a que uno de los estandartes del rock alternativo de los últimos años saliera al escenario y que en el centro de este huracán, apareciera la figura maldita de Trent Reznor. Lo hizo minutos después y produjo así el primer delirio con la adrenalínica "1.000.000". De pronto nos dimos cuenta que era Nine Inch Nails en Chile.

Fue el comienzo de un viaje que recorrió lo más selecto y granado de una discografía delirante. También, fue posible apreciar cómo es que Nine Inch Nails es y será el sinónimo de Trent Reznor. Su presencia domina arriba del escenario, donde es amo y señor a pesar de tener nuevamente a su lado al guitarrista Robert Finck y a músicos de categoría como el baterista Josh Freese, al bajista y guitarrista Justin Medel Johnsen y al tecladista Alessandro Cortini. Reznor es la vía de escape para que los sonidos de Nine Inch Nails salgan y viceversa. Nine Inch Nails existe para que Reznor se desprenda de sus miedos y demonios internos.

Quedó demostrado en el sonido absolutamente poderoso que presentó el grupo, el que en ningún pasaje decayó. El soporte visual que mostró NIN, con pantallas de luces superponiéndose unas de otras, fue un plus que engrandecía la propuesta. Esto se notó en cada una de las proyecciones, como en la sección más electrónica del concierto, en la que el conjunto deleitó con "The warning" y "Vessel", del apocalíptico Year zero (2007). Los juegos de luces y el gran despliegue de tecnología se transformaban así en otro actor y es de esta forma en que la paranoia, una sensación siempre latente en toda la historia del grupo, se desplegaba a sus anchas con la claustrofóbica "Only".

En un concierto que se desarrollaba a una velocidad e intensidad abismantes, Reznor y compañía supieron matizar su poderosa propuesta, tanto musical como visual, con temas que eran más reposados pero no por ello menos importantes. "The frail" mostró al Reznor más calmado e íntimo, en un show en el que el mismo músico daba señas de estar poseído por sus propias creaciones, como cuando en "Piggy" se arrojó al público de la primera fila.

Ése es otro punto que hacen memorable a este concierto: las formas de exposición de la brutal honestidad del creador de toda esta imaginería oscura. La audiencia lo seguía en todos sus movimientos, sus gritos, sus explosiones de ira (como cuando lanzó el micrófono a una de las pantallas), su deseo contenido de explotar. Y algo de eso tuvimos cuando NIN interpretó, por ejemplo, la feroz "Head like a hole", de su primer disco, Pretty hate machine (1989), en una de las postales imborrables de la noche, con el conjunto norteamericano sus credenciales. Otro momento magno fue la increíble presentación de "Closer" bajo una luz roja intensa, en la que diez mil seguidores se partieron las gargantas gritando esa línea clásica "I wanna fuck you like an animal".

El Trent Reznor más político no podía estar ausente tampoco y "The hand that feeds", con una imagen de George Bush mutando al actual candidato repúblicano, John McCain mientras Reznor insultaba a ambos, fue sólo un botón de muestra de la preocupación del músico por los destinos de su país. “Disculpen a nuestro presidente, pero es un verdadero idiota”, dijo con rabia. Su arenga recibió la aprobación del público, que seguía al reverendo Reznor en todo momento, como cuando marcharon al ritmo de "March of the pigs" o gritaron y se agitaron con la tribal "Survivalism".

El “bis” fue una guinda. No sólo en cómo se presentaron los músicos, con el logo del grupo al frente dominando el escenario. También en la elección de los temas. Desde "Echoplex" hasta una visual y delirante "Reptile", Reznor tomaba control de sus seguidores y sus acólitos, Finck, Freese, Medel Johnsen y Cortini, hacían vibrar a los seguidores del pastor maldito. No obstante, con "Hurt" fue cuando se dio el momento de mayor cercanía entre el autor y su público. Un Reznor frágil desnudó su alma para miles de voces, para luego volver a su paranoia apocalíptica con "In thus twilight" y cerrar así el paso de Nine Inch Nails por Santiago.

Lo que mostró Nine Inch Nails es algo que pocas veces vemos en los escenarios. No sólo por el nivel de producción y despliegue tecnológico y técnico. Fue un concierto en sentido conceptual, que era justamente lo que Reznor deseaba.

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