Aunque ofreció momentos de destreza en el piano, con tintes rockeros y sinfónicos, el británico optó principalmente por sus clásicos más pausados.
Claudio Caiozzi, El MercurioSANTIAGO.- Pasadas las 21 horas, los músicos de Elton John entraban en acción, pavimentando el camino para el ingreso del cantante británico. En medio de aplausos, el hombre que musicalizó la muerte de Diana de Gales se sentó frente a su gran piano de cola y comenzó a tocarlo con singular pericia. Una obertura de tintes rockeros que se extendió fácilmente, por siete minutos.
Fue la entrada del músico a su segunda presentación en Chile, esta vez ante una casi repleta Arena Movistar, y que tempranamente hacía pensar en una noche con olor a tiempos pre-ochenteros, que podría traer de regreso al John que se transformó en icono del piano-rock, algo que confirmó pronto con piezas como "Tiny dancer".
Sin embargo, pronto el británico dejaría en claro que ése no sería el camino. Elton John se subió al vehículo de sus más radiales clásicos, para terminar por configurar una noche más teñida de romanticismo, gracias a canciones como "Sacrifice" o "Candle in the wind", interpretada esta vez en versión Diana (que para su anterior visita, en los 90, aún vivía).
Un show más adulto y masculino, confirmado con los aplausos que esa parte de la asamblea desenfundó tras la llegada de Elton John al escenario. Los mismos prácticamente se habían marginado antes, durante los cerca de 60 minutos de teloneo del también británico James Blunt.
El ex militar dio a la noche todo el movimiento que John prefirió entregar en dosis limitadas, gracias a un repertorio compuesto por canciones románticas precisas y pegadoras, más una estampa de galán juvenil a la que las mujeres respondieron bulliciosamente, incluidas las quinceañeras que definitivamente no fueron al Parque O'Higgins por el plato de fondo.
A ellas Blunt respondió con temas como "You're beautiful", su gran hit, pero también con una cercanía sorprendente. El británico bajó del escenario y recorrió la cancha hasta el final, dejándose tocar por quien quisiera. Una performance que no arrebató los honores ni los respetos a Elton John, pero que sí dejó a su telonero como la gran estrella.