SANTIAGO.- El escritor colombiano Andrés Caicedo se transformó en una de las principales novedades de la última Feria del Libro de Santiago, pese a que, en rigor, allí no se presentó libro alguno de él.
Se trataba de "Mi cuerpo es una celda", una recopilación de textos del fallecido autor hecha por el chileno Alberto Fuguet, quien se maravilló con los escritos sobre cine que fue encontrando de Caicedo.
Claro que para rotular el compendio final, el responsable de "Mala onda" no optó por términos esperables como "antología" o "recopilación", sino por uno mucho más arriesgado: "autobiografía".
Por eso, no puede aparecer sino como respuesta a esa publicación el libro que en estos días llega a las tiendas locales: "El cuento de mi vida", las verdaderas memorias del colombiano, extraídas de sus propios cuadernos de anotaciones, que utilizó como diarios para recorrer sus 25 años de vida.
Tras el suicidio del escritor, en 1977, su hermana María Victoria tomó esos cuadernos desde la casa de sus padres, para evitarles el dolor de adentrarse a tal manera en la vida de su hijo.
Pero la vitalidad que fue tomando la obra de Caicedo hizo que Vickie, 30 años después, se decidiera a hilvanar los textos, a los que sumó cartas de su hermano a amigos y a Patricia, la mujer que copó sus pensamientos y obsesiones.
Los textos —con varios pasajes escritos por Caicedo en los procesos de recuperación posteriores a sus intentos de suicidio— muestran al autor desde su atormentado enfoque de la existencia y su vida al límite, pese a que también dedique líneas a su niñez, los juegos infantiles y el apego a su madre.
Sin embargo, al entrar en el relato de su adolescencia ya da cuenta del viaje que comenzaba a emprender. "Cuando estaba en segundo de bachillerato pasé por una crisis de estar diciendo mentiras y de aparentar que mi familia era más rica de lo que realmente era (...) Era cosa natural que me descubrieran, motivo por el cual me fui volviendo prevenido y temeroso y un tanto paranoico con las muchachas, y ya en tercero de bachillerato comencé a recurrir a las prostitutas, costumbre que me llegó, con sus intervalos, hasta ya entrados los 22 años. En definitiva mi adolescencia fue pobre y vulgar y un tanto desperdiciada. No hice nada que valiera la pena hasta que cumplí 16", recuerda.
Su pasión por el cine, su trabajo en el teatro, los primeros intentos por publicar, sus aproximaciones a las más diversas drogas, los intentos de suicidio, las recuperaciones y su amor desgarrado e intenso por Patricia, forman parte de los siguientes pasajes, escritos con marcada naturalidad.
Sobre la que fuera su pareja, escribe: "Yo creo que ambos éramos unos niños al conocernos y juntamos nuestras malas crianzas y hacíamos el amor de una forma perfecta. Por varios meses yo fui su segundo hombre, hasta que las circunstancias me llevaron a ser el único, el primero. Ay no, todo esto está mal escrito", se queja en el papel, para luego encauzar nuevamente el relato.
El libro concluye con dos cartas, una dirigida a su amigo Miguel Marías, corresponsal de su revista ("Ojo al cine") en España, y la otra a Patricia. Ambas están fechadas el 4 de marzo de 1977 y nunca fueron enviadas: Ese mismo día, Caicedo tomó cerca de 60 ansiolíticos que le provocaron la muerte, frente a su máquina de escribir.