Estuvieron cuatro años cámara en mano a la siga de un trío de rock para registrar cómo un disco puede determinar la vida de un grupo de personas. Ahora esa historia es una película y entre esas imágenes hay gente que hace música, que se ríe, que reflexiona, que hace revelaciones, que llora y, exclusivo, hasta gente que se desmaya en el escenario en medio de un concierto. Ese grupo es Matorral y esa película es "Estamos bien", el documental que los realizadores Sebastián Páez y Cristóbal Olivares comienzan a exhibir este 18 de junio (ver recuadro) en distintos lugares del país antes de su estreno definitivo en cines.
"Estamos bien" es además el título de una de las canciones de Matorral, un grupo iniciado en 2000 y encabezado por Felipe Cadenasso (voz y guitarra) y Gonzalo Planet (voz y bajo). Por él han pasado además el baterista Iván Molina, histórico fundador de Emociones Clandestinas y los Santos Dumont, el bajista Nano Stern, hoy exitoso cantante y autor solista, y el actual baterista del trío, Esteban Espinosa. "Estamos bien", la película, está centrada sobre todo en el más reciente disco del grupo, Resonancia en la zona central (2007), y no sólo en su música. También es las contradicciones que lo rodean.
"Los miembros de Matorral sortearon por más de tres años una serie de dificultades personales y profesionales para publicar Resonancia en la zona central, trabajo que terminó siendo nominado como mejor disco de rock en los Premios Altazor 2008. Pese a los muchos elogios que ha cosechado, a la fecha no ha conseguido vender más de quinientos ejemplares", es parte de la premisa del documental. Aplazamientos y cambios de integrantes son algunas de esas dificultades, pero al respecto "Estamos bien" es en último término un manifiesto. "Estamos bien… después de todas las cosas que han pasado y todo eso", dice Planet sin drama en uno de los momentos de la película.
-Nos gusta esa dualidad, incluso en el humor nos agrada el chiste por contradicción -dice Sebastián Páez, mientras trabaja en los últimos detalles de la post-producción del documental en la productora Filmosonido-. No nos gusta ver las cosas grises. No creemos en los absolutos, entonces en este documental hay momentos muy risibles y momentos muy emotivos. Pero no hemos tenido piedad en hacer otras cosas menos halagadoras -dice Sebastián Páez, uno de los directores.
-Además los cabros nos dieron autorización para retratarlos en esas facetas, así que tenemos el derecho -sonríe a su lado Cristóbal Olivares-. Ahora están un poco arrepentidos.
-A mí me sorprendió mucho el desapego de ellos -coincide Páez.
-¿Sí? ¿Ustedes mismos no habrían dado permiso a que les hicieran un retrato como éste?
-Páez: Es que ellos mismos no querían que grabáramos algo que no fuera verdad. Discutíamos cosas tan pedestres como el lugar donde hacer las entrevistas: que no fuera dentro de un estudio (de grabación), por ejemplo. Si el disco no fue hecho en Nashville, qué sacas con mostrarlos con consolas y perillas.
-Olivares: No es como esos videos con entrevistas a Depeche Mode o Metallica, en lugares llenos de equipos. Es un asunto de ser honestos, del valor que tiene como documental.
-¿Ese punto de vista lo define como documental, que no sea sólo el relato cronológico de la historia de un grupo?
-Páez: Claro, tratamos de crear un universo, con sus colegas y amigos más reales. La historia previa del grupo está resuelta en dos minutos, y le damos prácticamente el ochenta por ciento de la película al disco, desde que empezamos a grabar al grupo en vivo hasta la producción y el momento de la nominación al Altazor. Y así hemos visto cómo ha bajado la tensión ambiental, desde que salió a la luz pública el disco, con una gran cantidad de elogios y una expectativa grande.
-Olivares: Es un desgaste. Partimos con ellos muy optimistas y empezó a desinflarse. Es como una progresión dramática invertida, funciona así a un nivel narrativo. Ésa es una de las metas, que la gente se interese en las historias.
-Páez: Hemos evitado hacer la biografía de una banda porque tampoco son tan masivos ni populares. Ellos tienen la bendición y la maldición de no ser vox populi. Sus fanáticos saben que Matorral es un grupo muy cercano, pero no son una banda masiva. Y ellos son bastante transparentes para asumir eso.
-¿Les tiene que gustar un grupo para hacer un documental como éste, o no necesariamente?
-Páez: Matorral para nosotros fue un gusto adquirido, pero sí, si no nos gustara la banda o no nos cayeran bien no estaríamos haciendo esto. O no estaríamos tan comprometidos.
-Olivares: La relación que tenemos con Matorral es como la de un amigo que tiene defectos y virtudes. Uno está consciente de que sus amigos tienen sus cosas, su lado oscuro, o chistoso. Pero el cariño existe porque ellos son talentosos, porque son buena gente, porque Felipe Cadenasso toca increíble la guitarra…
-¿Pero eso no quita que también puedan mostrar las penurias del grupo?
-Páez: Es que no es algo que nos nos haya pasado a nosotros. Tampoco somos gente "exitosa", también hemos estado en proyectos grandes que se desinflaron…
-Olivares: En este caso se cumple el enunciado de que mediante un documental se puede saber más sobre quiénes lo hicieron. Porque nosotros también siempre "estamos bien", también seguimos intentando hacer cosas.
-¿De hecho un propósito de ustedes era mostrar no sólo a Matorral, sino a una generación de músicos chilenos parecida?
-Olivares: Si mostrábamos la vida de Matorral hay bastante contexto también, es la fotografía más bien de una época de la cultura chilena.
-Páez: Hay mucho del Chile de esta década en el documental. Hicimos un esfuerzo por mostrar Santiago, acontecimientos noticiosos relacionados con sus vidas, como la revolución pingüina… Los detractores de este movimiento, si se puede llamar así, acusan a estos músicos de ser autorreferentes. Pero ellos existen dentro de la ciudad, no están encerrados, están viviendo en esta época. Ellos son una parte más de paisaje urbano.