El lugar común es que el público se guarda el aplauso largo para el final de un concierto, como una forma de pedir un bis, o para celebrar algún momento alto en la mitad de la actuación, o simplemente nunca aparece si el entusiasmo no prende en la platea. Lo de verdad excepcional es que ese aplauso que no termina, que no baja de intensidad y que parece un torbellino, aparezca en el primer momento posible: apenas termina la primera canción. Así fue la ovación que tomó por asalto y dejó bañado a Fulano recién iniciado su concierto, una ola que se les fue encima desde el público y que los dio vuelta con el asombro palpable de estar viviendo todos, arriba del escenario y abajo, un día irrepetible.
De ese modo empezaron los dos conciertos que este grupo chileno dio para celebrar sus 25 años, por primera vez reunido desde 2004. Pocas veces ha habido una recepción tan calurosa como la que Fulano recibió el pasado 10 de julio en el Teatro Oriente de la capital, por varias razones: la vitalidad fuera de lo común de un repertorio hecho de rock, rigor extremo, improvisación libre y resistencia –física y también política– capaz de echar abajo un par de teatros llenos; la inesperada interrupción de esa música a raíz de la muerte de su pianista Jaime Vivanco en 2003, y el nacimiento de un público nuevo que creció en esos mismos seis años y ahora viene a sumar a una nueva generación a este grupo.
Godzilla en Chimbarongo
No tenía cómo no ser una jornada desbordante. Desde el comienzo entraron en juego todos los elementos del lenguaje de Fulano, entre la canción de "Lamentos" (1993), el cruce digital-analógico de "Convicciones" (1993), la disciplina de "Godzilla" (1997), los sucesivos ejercicios de "Nena, no te vayas a Chimbarongo, no te vayas hoy, ándate mañana" (1989) y la dulzura de "Señor gorro capucho" (1997), en la partida de un repertorio que fue un paseo por los cuatro discos del grupo (ver recuadro) entre 1987 y 1997.
Si Raúl Aliaga hace un solo de batería el resultado es preciso y minucioso, pero al mismo tiempo fuerte y coherente. Tal como el bajsta Jorge Campos, que no pierde el equilibrio entre el protagonismo de su instrumento y el engranaje completo del grupo. Ver en vivo la doble combinación de flautas y saxos de distintos calados entre Cristián Crisosto y Jaime Vásquez es un atractivo constante, así como la técnica libre con que Vásquez sopla y masculla al mismo tiempo en el saxo en "La historia no me convence, sólo me atraganta", y las frases imposibles que Crisosto escribe en el pentagrama, en las que hay complejidad pero al mismo tiempo belleza, como pasa con las breves melodías que se suceden en "Suite Recoleta" entre el piano y la voz de Arlette Jequier.
En los nuevos arreglos de Fulano hay solos de piano donde antes no los había. Es un modo afectuoso de empoderar al nuevo integrante, Felipe Muñoz, de 25 años, quien se gana con creces el derecho de quedar solo en medio del concierto sobre el escenario. Entonces, sin prisa, en completo manejo de su tiempo, él empalma una composición de Vivanco tan emotiva como "Señor gorro capucho" con una transición propia para desembocar en una versión libre de "Te recuerdo, Amanda", de Víctor Jara, en la que cada bendito acorde está sustituido por otro: una nueva ovación estalla apenas la gente reconoce esa melodía al mismo tiempo universal y reinventada.
Y para la cantante Arlette Jequier viene cada vez mejor el adjetivo de asombrosa. Es bien reconocido lo versátil que es su voz, lo capaz que es de pasar de un desgarro blusero a un timbre casi lírico, de resolver un intervalo imposible, de cantar, de improvisar, de inventar un idioma sobre la marcha. Es sabido, pero verlo y escucharlo en vivo, sobre todo después de seis años de abstinencia, es sorprendente. Tal vez sea además ella la que más trabaja en el escenario, cronometrada en horas-hombre o en horas-mujer, casi sin descanso, con intervenciones en todas las composiciones.
"Tratamos de recuperar las composiciones que tuvieran excelencia", había dicho Campos sobre la elección del repertorio. No faltó un par de imprecisiones hacia el segundo concierto, entre cierto desajuste entre un ritmo programado y la batería o en una cuerda rebelde del bajo que insistió en desafinarse en un momento. Y cada cual entre el público podrá echar de menos una composición u otra, entre el abordaje rockero de "El calcetín perseguido", del primer disco, o el neologismo contagioso de "Morbosadoquista" en el tercero, por dar un par de ejemplos. Pero no es razón para inquietarse. "Esto no va a parar aquí. Vamos a seguir tocando y haciendo música para ustedes", agrega al final del concierto Vásquez como garantía.
Ese ustedes también es más grande que antes. Una intervención del poeta Jordi Lloret en medio del concierto, también con neologismos y juegos con el lenguaje, es una prueba de que Fulano, por inaudita que sea esta música, es parte de una generación, y esa generación ha estado aquí para el reencuentro. La ovación del comienzo se repitió igual de sobrecogedora luego en composiciones como "Tango" y "Fulano", del disco inicial del grupo, en 1987. Pero junto a esos seguidores de los primeros días también hay un contingente de nuevos veinteañeros, gente que sin duda acaba de ver a Fulano por primera vez. El mejor reencuentro y el mejor descubrimiento, todo junto en un concierto para la historia.
El repertorio
–Último lamento (Campos), del disco El infierno de los payasos (1993).
–Lamentos (Campos), de El infierno de los payasos (1993).
–Convicciones (de tres minutos) (Vivanco), de El infierno de los payasos (1993).
–Godzilla (Vivanco), de Trabajos inútiles (1997).
–Nena, no te vayas a Chimbarongo, no te vayas hoy, ándate mañana (Crisosto), de En el bunker (1989).
–Señor gorro capucho (Vivanco), de Trabajos inútiles (1997).
–Te recuerdo, Amanda (Víctor Jara).
–Canción formal (en 7/8) (Vivanco), de Trabajos inútiles (1997).
–Rrope cochi loma (Vivanco), de Trabajos inútiles (1997).
–Sentimental blues (Campos), de En el bunker (1989).
–Basura (Campos), de El infierno de los payasos (1993).
–Tango (Fulano), de Fulano (1987).
–Suite Recoleta (Vivanco), de Fulano (1987).
–Fulano (Vivanco/Crisosto), de Fulano (1987).
–La historia no me convence, sólo me atraganta (Campos), de En el bunker (1989).
–1989 (o esto no es bueno ni malo, sino muy por el contrario)
(Crisosto), de Fulano (1987), sólo en el segundo concierto.
–Adolfo, Benito, Augusto y Toribio (Vivanco), de En el bunker (1989).