La guerra y la paz

El simbolismo es lo que caracteriza al “Réquiem de Guerra” de Benjamin Britten, y la versión que se ofreció en el Teatro Municipal para clausurar su Temporada 2009, bajo la dirección de Jan Latham-Koenig, se ajustó plenamente a ellos. La obra fue escrita por encargo para celebrar la reconsagración de la Catedral de Coventry en 1962, pues había sido destruida durante la segunda guerra mundial. El trabajo se ajustaba perfectamente a su deseo de escribir una obra que plasmara su antibelicismo y hablara de la reconciliación.

De acuerdo al plan de Britten, Latham-Koenig separó a los intérpretes en tres grupos que interactúan durante su ejecución. La soprano, el gran coro adulto y la orquesta principal con el texto latino de la misa. Se enfrentan así lo terreno, el mundo de los deseos y temores con el tenor y el bajo que cantan acompañados por la orquesta de cámara utilizando los poemas del soldado poeta Wilfred Owen. Y por último, en una genial solución, el coro de niños y el órgano ubicados en uno de los balcones de la galería como simulando voces celestiales: desde ahí únicamente se escuchaban sus voces, pues nada más era posible divisar al director José Luis Domínguez.

Estos planos sonoros crearon un continuo coherente que permitió entrar en el espíritu antibélico que animaba a Britten, quien mezcló los textos y partes latinas de la misa de réquiem con los poemas de Owen. Ello redundó en una interpretación férreamente unitaria. El director, con gestos justos y nada ampulosos, fue marcando las inflexiones y acentos que acentuaron ajustadamente el mensaje.

La Orquesta Filarmónica respondió en gran forma. Sólo objetaremos algunas frases del inicio en los bronces por un sonido algo crudo, aspecto corregido completamente durante el desarrollo de la obra. Soberbio consideramos el desempeño de la orquesta de cámara, tanto como el del Coro del Teatro Municipal que dirigido por Jorge Klastornick, que pasó desde las letanías al casi recitado o bien a secciones de gran expresividad en forte o fortissimo.

El Coro de Niños del Grange School dirigido por Claudia Trujillo tuvo un estupendo y emocionante desempeño, mostrando seguridad y buena afinación, en una obra nada fácil para ellos. Patricia Cifuentes, la soprano, cantó con prestancia y excelente voz cada una de sus partes en la que a veces las exigencias son descomunales. Su “Lacrimosa” fue desgarradora, tanto como aquellas partes en que debe cantar contra toda la orquesta y el coro en fortissimo.

Samuel Boden, el tenor, abordó la obra con serena y emotiva actitud, desgranando cada uno de los versos con la acentuación precisa al texto y con enorme musicalidad para las interrogantes del joven estupefacto ante los horrores de la guerra. Gavin Carr, el barítono que canta las partes más terrenas de los textos, lo hizo con expresivo lirismo y espléndida voz. En los dúos ambos se mostraron muy afiatados complementándose estupendamente con la orquesta de cámara. Emocionante fue la estrofa de la parte final cuando cantan “Yo era el enemigo que mataste amigo mío”.

Jan Latham-Koenig condujo en una perfecta progresión dramática desde el lejano “réquiem eternam” hasta la sutileza del “Agnus Dei”, que se diluye casi en la nada,  como si planteara una interrogante final sobre el futuro de la paz o la guerra entre los hombres, ya que en la obra ha quedado muy claro el temor y el horror del autor por las conflagraciones. En uno de sus mejores momentos, Latham-Koenig con un grupo de solistas, coros y orquesta que esta oportunidad fueron un verdadero lujo en este broche de oro de la Temporada 2009 de la Orquesta Filarmónica.