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Con gusto a muy poco

Un enfoque circunspecto del maravilloso oratorio "El Mesías" de Haendel atentó contra toda la riqueza expresiva de obras como ésta, emblemáticas del período Barroco. Después del triunfo de Britten, los puntos suspensivos quedaron ahí, en el silencio del Teatro Municipal.

11 de Diciembre de 2009 | 11:05 |
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Nuevamente Patricia Cifuentes canta en grandes obras en el Teatro Municipal.

El Mercurio

Luego del clamoroso éxito del Réquiem de Guerra de Britten, la Orquesta Filarmónica y el Coro del Teatro Municipal bajo la dirección de Jan Latham-Koenig ofrecieron ahora una selección en base a 23 partes de las 47 que comprende el Oratorio “El Mesías” de George Frederic Haendel. Por ello la función se realizó sin intermedio.

La orquesta reducida a una formación de cámara siguió a cabalidad las instrucciones de Latham-Koenig, en cuanto a sonido sin vibrato, generalmente seco y corto con algunas notas soufflé. Este enfoque puede sonar muy auténtico, no obstante si no se toma la precaución de generar contrastes y progresiones expresivas se corre el riesgo de caer en algo muy plano, que fue lo que ocurrió en esta oportunidad.

No dudamos de la pulcritud y la claridad de los fraseos orquestales y la belleza del sonido, pero al enfocarlo en forma circunspecta el final terminó siendo inexpresivo, cuando generalmente lo barroco y en particular las obras de Haendel destacan por su cualidad expresiva. De poco sirvió la soberbia categoría del Coro del Teatro Municipal que dirige Jorge Klastornick, que en un vuelco estilístico pasó de lenguaje de Britten al barroco de Haendel, cantando con transparencia y bellas voces, pero a instancias de la batuta haciéndolo en pocas oportunidades con la expresión requerida. Sus mayores logros estuvieron en la claridad melódica de las fugas y de las semicorcheas.

No dejó de llamar la atención la respuesta del público al finalizar la severa y poco jubilosa versión del celebérrimo “Hallelujah”, al guardar silencio en espera del número siguiente. Creemos que la visión del director enfoca sólo el fenómeno sonoro, independiente del texto y su desarrollo dramático, de esta manera en la versión no hubo ni momentos exaltados o jubilosos como tampoco desolados o dramáticos, pareciendo buscar un equilibrio apolíneo, que a la larga termina sonando “inexpresivamente bien”. Probablemente Latham-Koenig direccionó en esa línea la interpretación, al tener que enfrentar esta versión mutilada sin los enlaces dramático-musicales de la partitura completa.

En esta oportunidad se contó con cuatro destacados solistas, guardando un sano equilibrio entre las partes que cantó cada uno, con la excepción del tenor Rodrigo del Pozo al que sólo se le entregaron tres partes de las diez que el autor considera en la partitura. Del Pozo es un experto en este repertorio y en esta ocasión cantó expresivamente, pero con una voz tal vez demasiado pequeña. Su mayor logro estuvo en la musicalidad de cada una de sus intervenciones, en particular la última.

La soprano Patricia Cifuentes, que ha demostrado una versatilidad impresionante durante un mes en que ha cantado a Rossini, Britten y Haendel, lo hizo con gran seguridad y prestancia, poniendo al servicio de la obra todo su hermoso material vocal. Un triunfo total fue su aria “Rejoice greatly, O daugther of Zion”. Evelyn Ramírez, la contralto cuya voz es privilegiada en su cuerda, abordó cada una de sus partes con la musicalidad que se le reconoce, aunque forzando inútilmente las notas graves. Sus ornamentaciones fueron brillantes y notables entre otras fueron sus arias “But who may abide the day of His coming” y “O thou that tellest”.

El barítono argentino Hernán Iturralde lo hizo con magnífica voz y sin ningún problema de tesitura tanto como de agilidad en sus dificultosas intervenciones. Su aria “Why do the nations so furiosly rage together” fue espectacular. Sin duda la versión de estas selecciones del “Mesías” de Haendel deja sabor a poco, porque a la perfección sonora de sus intérpretes se contrapuso lo inexpresivo de la misma.

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