Pocos recuerdan las declaraciones de Noel Gallagher, quien en plena "Oasismanía" (1995-96) aseguraba querer que su hermano Liam aprendiera a tocar guitarra y componer bien. Su primera canción llamada "Little James" y contenida en el malogrado Standing on the shoulder of giants (2000), no estaba nada de mal. Cuatro minutos cantándole a su hijo y repitiendo una de las series de acordes más hermosas posibles. Esa forma de hacer canción sería vital para el menor de los Gallagher y que acá se repite. También es muy posible que en ese momento Oasis empezara a morir, a pesar de la década de piloto automático que le quedaba. Hasta llegar a Beady Eye es el primer proyecto solista de Liam Gallagher. Aunque también puede definirse como "Oasis sin Noel", ya que los otros tres experimentados miembros que lo sostienen también pertenecían a la banda. De hecho, Andy Bell y Gem Acher son los compositores, junto a Liam, de la mayoría de las canciones.
Different gear, still speeding en una pieza revisionista del rock and roll británico. Hay riffs furiosos ("Four letter word"), referencias directas a John Lennon ("The roller"), invasión británica ("Beatles and Stones", evidente nombre), folk pastoral ("For anyone"), glam ("Bring the light", "Standing on the edge of noise"), baladas tristes setenteras ("The beat goes on"). Es decir, toda la música que sus miembros escuchaban en la radio durante su niñez, antes de la modernidad punk. Canciones bien armadas, algunos estribillos excelentes y cierta atmósfera de "tiempo suspendido" que hace pensar en la urgente necesidad de épica del rock-pop actual. Porque es un intento recurrente de Beady Eye de recordarnos que hubo una época donde las canciones eran monumentales. Aunque no llegaran a buen puerto.
Pero la gran diferencia de este con otros "discos de época" como el gran 1972 (Josh Rouse, 2006) o Maintenant (Gigi, 2010), es que acá hay un muro de guitarras que oculta y endurece la idea. Sí, porque Beady Eye está tan obsesionada con la distorsión como Oasis, una de las claves que les abrió la puerta al gran público estadounidense siempre tan sediento de amplificación. Acá prácticamente no hay ni un segundo en que no haya reverberancia, pedaleras o guitarras haciendo arpegios. Incluso las baladas están tratadas con ecos y capas de sonido que potencian el buen timbre -pero discretos recursos- de Liam Gallagher. Aunque hay que reconocerlo su banda,que tiene musicos tan capacitados como Bell, son imbatibles. Y pacientes, como si le sigueran la corriente para en algún momento tomarse el barco. Tal como en Oasis, acá hay cierta melomanía nerd (¿Qué otra cosa puede ser copiarle al John Lennon de "Instant Karma"?) y ansias de espectacularidad en los arreglos. Pero, por otro lado, éste es de los pocos discos que nos recuerdan que para los ingleses el rock and roll es un tema más serio que para sus primeros menores "del otro lado del charco".
—JC Ramírez Figueroa