Esa misma voz que ha sonado al compás del jazz, del pop, de la música clásica o de la llamada "música del mundo", con raíces que van desde Africa hasta Latinoamérica, a lo largo de una carrera de tres décadas, es la que saluda al otro lado del teléfono: es el timbre grave y relajado que Bobby McFerrin tiene para conversar, por ejemplo, de su inminente debut en Chile (ver recuadro) este lunes 1 de agosto en la capital.
Y "relajado" es una idea que le viene bien. Ésa es la actitud. "Es muy muy libre, muy relajado", dice para definir cómo es su concierto, con el relajo necesario además para salir al escenario solo, sin músico ni acompañante alguno, a enfrentar al público con su pura voz y todas las cosas que puede hacer con ella. "Creo firmemente que cualquiera que esté cantando en el público va a estar al lado mío, cantando a coro", invita.
Aunque el mayor impacto de su vida siempre será "Don't worry, be happy", la canción en base a voces y silbidos que grabó en su disco Simple pleasures (1988), el músico estadounidense ha dejado de cantar ese éxito en vivo, y en la actualidad prefiere improvisar los repertorios de sus shows. Ése es por lo demás el origen de su más reciente disco, VOCAbuLarieS (2010), ambicioso trabajo compartido con cincuenta vocalistas en el estudio.
-Ojalá pudiera, pero no puedo cantar nada de ese disco porque hay muchos más cantantes involucrados -explica-. VOCAbuLarieS fue hecho con el compositor Roger Treece y básicamente recogimos lo que habíamos hecho en un concierto cien por ciento improvisado, sin una sola melodía que haya sido ensayada. Cada concierto que dimos fue grabado y luego volvimos al estudio, escuchamos todo y encontramos motivos para desarrollar en las canciones.
Algunas de las canciones de ese disco, como "The garden", pertenecen en sus versiones originales a álbumes previos de McFerrin como Medicine music (1996). "Pero la mayoría se desarrolló como improvisaciones, a partir de ideas que en el estudio desarrollamos como melodías", explica. Una apertura similar ha tenido para colaborar con otros músicos en su carrera, en discos como Hush (1992), compartido con el chelista estadounidense de origen chino Yo-Yo Ma, o Play (1992) y The Mozart sessions (1996), junto al pianista estadounidense Chick Corea.
Y entre sus colaboraciones el arco es todavía más amplio, incluidas grabaciones junto a los jazzistas Pharoah Sanders, Joe Zawinul, Dizzy Gillespie, Jack DeJohnette, Wynton Marsalis, Weather Report o Yellojackets, a los cantantes de R&B Al Jarreau, Grover Washington Jr. o En Vogue, al conjunto vocal The Manhattan Transfer, a la cantante brasileña Gal Costa, a la compositora de vanguardia Laurie Anderson, a la banda folk Bela Fleck and the Flecktones y al célebre productor musical de los Beatles, George Martin.
-Fue fantástico -dice sobre este último caso, registrado en disco In my life (1998)-. Cuando grabamos con George Martin de verdad fue una delicia. Fue un honor trabajar con él, con el hombre que impulsó la carrera de los Beatles, qué experiencia. Disfruto cada una de esas posibilidades, cantar con músicos clásicos, populares, con todos.
-¿Exige una mentalidad distinta relacionares con músicos tan diversos?
-Sí, exige un poco una mentalidad diferente: para tocar con una orquesta tienes que ensayar, preparar una partitura. Personalmente no me gusta ensayar. Es tal vez la parte que más me cuesta. Lo que prefiero es encontrarme con un músico en el escenario, ver qué tonalidad tiene la melodía, B flat (Si bemol), tenemos el pulso y nos lanzamos. Con un trabajo clásico eso no podría pasar en absoluto -se ríe de la ocurrencia-. Se freakearían si me apareciera en el escenario: "ok, hagamos esta sinfonía".