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Lo que define es la mezcla

Dos países, cuatro grupos paralelos, diversas influencias, teatro y música se confunden en la vida de este músico chileno, que este miércoles 14 presenta en el teatro Ladrón de Bicicletas en la capital su primer disco como solista: Bando n° 1.

22 de Agosto de 2011 | 22:27 |

Ismael Oddó no se ha quedado quieto. En su vida ha ido y venido dos veces entre Chile y Francia, país donde nació hace 36 años. En su historia musical creció entre música francesa y Nueva Canción Chilena para avanzar luego al hip-hop, a la música de teatro, al rock y a la producción electrónica. Y en su agenda actual toca en simultáneo a cuatro bandas entre los históricos Quilapayún, el más juvenil Colectivo Cantata Rock, el grupo de ritmos caribeños Maestro Juba y su tarea más reciente, y la más personal: su música como solista.


Pero menos se queda quieto ahora, después de que acaba de dar ese paso determinante. Bando n° 1 (2011) se llama su primer disco, y dentro están en movimiento todos esos ingredientes musicales y personales que han definido su camino hasta llegar acá. Ismael Oddó Méndez es hijo de la coreógrafa y bailarina Rayén Méndez y de Willy Oddó, uno de los integrantes históricos de Quilapayún, y nació en 1975 el exilio al que su familia y el grupo musical de su padre fueron obligados junto a miles de otros chilenos durante la dictadura militar. Hoy es uno de los integrantes jóvenes de los mismos Quilapayún, y en paralelo Bando n° 1 es un cruce constante de sonidos y generaciones.


Entre quienes lo acompañan en el disco están los hermanos Pablo y Felipe Ilabaca, de Chancho en Piedra, que coinciden también en Colectivo Cantata Rock y Maestro Juba; así como Camilo Salinas y Danilo Donoso, integrantes jóvenes de Inti-Illimani Histórico, y músicos de Ana Tijoux y del circuito del funk y el soul local como los hermanos Andrés y Misha Celis. Pero al mismo tiempo conviven en el repertorio músicas venidas del teatro, rimas de rap, pasajes funk, ritmos de rock y bases programadas con instrumentos acústicos del folclor latinoamericano, versos de cueca, un bolero, un vals y un tango que corresponden a sendas canciones grabadas por él mismo en Quilapayún: "Palabras de amor", "Vals de París" y "Tango del Willy", dedicado a su padre. Y si toda la música es de autoría suya, encargó las letras a dos autores de una generación mayor: Desiderio Chere Arenas y Eduardo Carrasco, fundador y director de Quilapayún.


-¿Cómo se pone a sonar todo eso en vivo?
-Mantengo algunas cosas en pistas (pregrabadas) y otras cosas las toco como lo hacían los rockeros o como Prince, que se lanzaban a tocar sin playback. Otra canción está tirada hacia una cosa un poco abjörkada (por Björk), incluso en la interpretación de la voz, de mucha libertad. Se reinventan las canciones en vivo.


Puede ser mucha información. Tal vez por eso al comienzo de este diálogo Ismael Oddó bromea con adelantos de la tecnología todavía no disponibles en el mercado. "Por mí me gustaría tener un plug-in (una aplicación externa) aquí en la cabeza, que hiciera todas las voces, que se aplicara en cada acorde y que supiera asumir además una afinación", se imagina.


-Suena bien eso: estamos hablando del futuro de la música.
-Claro: o de repente ponerte un pendrive por acá por el lado -se ríe-.Y que de un lenguaje común que fuera Windows o Leopard (sistema operativo de Mac) leyera tu sistema operativo y tu manera de ordenar. Bueno, para allá quisiera ir. Yo creo que para allá vamos.


En modo shuffle


-¿Es un manifiesto de este tiempo hacer un disco así, con una raíz en Quilapayún y la cabeza entre Prince o Björk como dices?
-Lo espero, pero no fue voluntario. No creo ser el único en escuchar la música en modo shuffle (aleatorio). Muy pocas veces escucho discos enteros, a menos que sea uno de Los Tres o un disco interesante que acaba de salir. Y así es como quisiera que se escuchara mi disco, pero el caudal de información musical y audiovisual es tan grande que uno prende la radio y se encuentra con esto, esto, esto y eso otro, y finalmente lo que define tu gusto es esa mezcla. En mis gustos aparece este ensamble de música instrumental, para imagen, canciones...


-¿Además de los distintos sonidos: electrónico, acústico, funk, hip-hop, rock?
-Exactamente. Y bueno, lo que une esto es la voz. Muy honestamente, sin pretensiones, hasta ahora lo que más veo que une el disco es que este gallo compuso todo y canta en todos los temas. El denominador común es el compositor y la interpretación de la voz. Y un poco el punto de partida: "Bando n° 1".


-¿Cómo fue la opción de no escribir las letras, de entregar algo en apariencia tan importante a otros autores?
-No es mi veta en este momento, la estoy desarrollando paulatinamente. Mi veta tiene que ver más con la composición, la producción, llevar esas ideas a cabo. Pero me acomoda trabajar con ellos (Chere Arenas y Eduardo Carrasco), porque los temas a los cuales somos sensibles y que nos interpelan y el sentimiento o las ganas de poner el acento en tal o cual punto de vista son los mismos. Se hizo un trabajo de guía muy fuerte y de interacción entre nosotros. Tres o cuatro canciones fueron hechas a la medida con Eduardo (Carrasco). Además de haber sido colaborador, Eduardo fue un guía.


-Llama la atención que eligieras a dos autores más grandes que tú, esa capacidad de convocar a gente mayor.
-Siempre he estado muy cerca de los mayores, y ellos también me han buscado. Eso me hace estar también cerca en sus temas, y terminar de formarme con ellos de alguna manera.


-¿Eso va contra ese cliché juvenil de romper con las generaciones previas?
-Es más que una voluntad obstinada de romper. Eduardo es un maestro, hay que poner el mérito mucho en ellos, en el voto de confianza que me han dado. Son personas inmensamente generosas de las cuales hay que seguir aprendiendo.


Por eso se llama Bando n° 1


Ismael Oddó vivió una primera etapa de su vida en Francia desde 1975 a 1988, vino a conocer Chile y se quedó entre 1988 y 1999, volvió Francia entre 1999 y 2007 a establecerse en el mismo barrio de Colombes en las afueras de París donde Quilapayún vivió su exilio, y está de regreso en Chile desde 2007.


En su primera estada en Santiago estudió música en la escuela de la SCD entre 1994 y 1999 y actuación en la escuela de teatro La Mancha dirigida por Rodrigo Malbrán entre 1994 y 1995. Así sumó un nuevo oficio: en el mismo 1994 entró como músico a La Mancha y tocó en las obras "Parranda: selección de textos de Nicanor Parra hecha por una banda de bufones" (1994) y "Big bang: viaje a través de las emociones en torno a los Derechos del Niño" (1997). Luego se integró a la compañía Teatro del Silencio, dirigida por Mauricio Celedón, para hacer un reemplazo en 1996 como actor de "Taca taca, mon amour" (1993) y tocar en "Alice underground" (1999), "Amloii o como lo dijo Hamlet" (2002) y "O Divina la Commedia - Inferno" (2003).


-Intercalábamos temporadas de festivales y talleres de teatro a los que parte de la compañía asistimos para dar impulso al trabajo en todos los oficios que conviven, el circo, la música, la danza, el trabajo de la emoción -recuerda-. El ojo de Mauricio (Celedón) es mordaz, las cuestiones y carencias del mundo se convierten en un asunto personal. Su compromiso con el teatro y la vida es absoluto. No transa en pequeños asuntos, es otro de mis maestros.


-¿Parte de esa formación también está en tu disco?
-El carácter del disco es vocal, es de canciones, pero hay una buena combinación con cosas que nacieron del teatro. Por eso se llama Bando n° 1. Porque es mi primer disco, está inscrito dentro de lo que puede llamarse un testimonio de lo que ha sido mi vida musical, ligada a mi recorrido de vida. El hecho de haber nacido en Francia, el reencontrarme con un país que desconocía, me hacen tomar el "Bando n° 1", la canción, como una declaración de principios, porque además es la primera canción que compuse en mi vida.


-¿Cuándo?
-Uf: el año '95, para un trabajo de la escuela de la SCD. Y se fue transformando en lo que finalmente quedó plasmado en el disco.


-¿Cómo fue tener esa canción quince años en la cabeza?
-Finalmente me convenció de que tengo un punto de partida: por qué no completar este punto de partida con lo que sigo siendo. No solamente puños alzados, sino el amor, el enamoramiento, la horizontalidad de la vida, las cosas cotidianas, con mis formas de verlo, mi influencia, lo que a mí me cae en los hombros. Este disco es un lote de canciones o músicas que van a conformarse como un primer retrato del Ismael Oddó. Y por eso ese salto en el afiche (se refiere a la foto de la carátula).


-¿Y por eso el equipaje también, en la misma foto?
-Claro: si vas a dar el salto tienes que soltar tu herencia. Forzosamente te arriesgas a que esa maleta se tenga que abrir y te tengas que despojar y finalmente soltar eso.


-¿También hay una opción en poner ese título militar al disco?
-Militar, claro.


-Uno piensa en Pinochet o en dictadura, si tiene la edad suficiente.
-Es una opción deliberada, porque como el texto de esa canción es un vómito de rabia hacia las violencias, las dictaduras, las injusticias verticales, las imposiciones, hacia la violencia de Estado, lo intolerantes que podemos seguir siendo a pesar del pasado. Lo que me marca, y a muchos nos marca, en lo que hoy somos. Lo que hoy somos -recalca-, simplemente. Yo nací afuera producto del exilio de mis viejos. ¿Por qué exiliaron a mi viejo, por qué sacaron a mi vieja del trabajo? ¿Por qué mataron a mi viejo después, al regreso? (su padre murió apuñalado por un delincuente en la Plaza Italia de la capital, el 7 de noviembre de 1991). ¿Por qué quedaron en las tinieblas después las circunstancias de su muerte? Porque simplemente vivimos en un país, todavía, aunque cada vez menos, siento, preso del miedo a transformarnos en una sociedad catalizadora de ideas que cooperen al buen funcionamiento entre las personas.


-¿No es un título que habla sólo del '73, sino de 2011 también?
-Absolutamente. Se abre el debate sobre el gobierno y aparecen los fantasmas de todas partes, odiosidades abiertas, y que no sólo tienen que ver con la derecha, sino con temas pendientes en la gente de izquierda también, o en uno, que no están resueltos, con mucho resentimiento, falta de oportunidades, rabias acumuladas. De alguna manera se trata de articular esta rabia poniendo el dedo en la llaga donde nunca se ha puesto realmente, y en que la mayoría estamos de acuerdo en que no se han resuelto ni la mitad de los casos de derechos humanos. Y sacarse eso de encima para poder mirarse y mirar al otro con ojos de una reconciliación verdadera. Este disco está habitado por eso en general.

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