Eddie Vedder y su banda mostraron su plenitud musical y creativa ante los asistentes al concierto realizado en el Monumental.
EFESANTIAGO.- Recién terminan los últimos acordes de ese riff cuasi metal que da vida a "Do the evolution", la cuarta canción de la noche, cuando Eddie Vedder toma un trajinado cuaderno y lee en castellano. "Han pasado seis años desde la última vez que nos vimos", dice, para luego agregar que "estamos muy contentos de estar de vuelta" y que ésta será "una noche larga de música".
Las primeras frases pueden a sonar a simple cordialidad, pero no hay razón para no creerlas, porque la última es de una veracidad literal. Cerca de dos horas y cuarenta minutos es el tiempo que la banda de Seattle se dio para reencontrarse con sus fans chilenos, en una noche de emociones que circularon por todos los rincones del Estadio Monumental, impregnando a 50 mil espectadores que repletan el recinto.
La efeméride dirá que el grupo viene empapado por los 20 años del emblemático disco Ten, pero la realidad en el coliseo de Macul evidenciará otra cosa.
En un paseo por sus distintas edades, el grupo demuestra una vez más que es imposible resumir en un aniversario con cara de eslogan a quienes son un clásico vivo del rock, y portadores de una ética y un peso simbólico tan poderoso como su extenso repertorio y sus puñados de hits.
La largada, cerca de las 21:20 horas, ya es prueba de ello. "Unthought known", "Why go" y "Animal", abarcan la línea de tiempo completa, y dejan en evidencia quiénes son los Pearl Jam hoy: Músicos en plenitud de su forma individual y colectiva, que alternan con naturalidad entre el derroche rockero y la cercanía intimista.
El clásico "Even flow" puede resumirlo. En versión acelerada y enérgica, y con extenso solo de Mike McCready en guitarra, genera una corriente en el público que se mantiene en el empalme con "Daughter", y que tampoco decae en el complemento con "Another brick in the wall", de Pink Floyd.
La alusión a las demandas estudiantiles que encierra ese tema es clara, pero Vedder luego la hace explícita. "No es 'dejen a los chicos solos', es 'gobernantes, dejen a los profesores enseñar' ", dijo.
No es su único mensaje. Evidenciando que las cicatrices de la traumática tragedia de Roskilde 2000 aún son notorias (nueve personas murieron aplastadas frente a sus ojos), Vedder insiste en el autocuidado del público. "Hay mucha gente aquí, les pedimos que se cuiden entre ustedes... Muy importante", dice. "Tres pasos más atrás", insiste luego.
La gente no hace mucho caso, como horas antes no le hicieron caso a los teloneros X, cuando anunciaron que venía "otra canción". La negativa fue rotunda, pero bastó que el grupo anunciara que en esa otra canción estaría cantando el propio Eddie Vedder, para que los californianos pasaran a ser estrellas en un segundo.
Entonces el show de apertura termina y las luces del estadio se encienden, tal como lo harán tres horas más tarde, cuando Pearl Jam aún esté interpretando la emotiva "Yellow Ledbetter", su clásico tema de cierre.
El brillo frontal de esas potentes luces blancas impiden ver con real protagonismo hacia el escenario. Pero no importa. Los de arriba de todos modos se imponen, brillando con luces propias. La semana soñada del grunge ya había permitido el encuentro con Alice In Chains, Chris Cornell y Stone Temple Pilots, pero si con ellos la etiqueta parecía quedar chica, con Pearl Jam no caben dudas.
Esto no es sólo la banda sonora de una generación, el recuerdo nostálgico de treintones, ni menos un estilo nacido en los 90. Esto es presente y futuro. Rock and roll en su más puro estado.