La historia del rock anota varios golpes más duros para un grupo que una simple pelea entre dos de sus motores (muertes, por decirlo más directamente). Así y todo, no son pocos los que han podido levantarse y seguir bajo un mismo nombre, aunque haya que cambiar en algo los enfoques. Otros, se han resistido a lo evidente, y simplemente estiran el chicle para no perder la marca. Tras la partida de Matt Safer, The Rapture parece estar claramente entre los primeros. Dueño del groove que elevó a la banda a la categoría de ícono del dance-punk, y contraparte creativa de Luke Jenner, la ausencia del bajista no es la de un simple integrante que se puede reemplazar en la foto, y así lo demuestra In the grace of your love, el primer disco de los neoyorquinos con formación de trío.
Sin embargo, el álbum no es ni de lejos un estertor terminal. The Rapture luce saludable y de pie, con energía y buen semblante, pero también con la seguridad de algo evidente: Los de entonces ya no son los mismos. Así lo demuestra este trabajo que abandona el tono frenético y algo delirante que se filtró en Echoes (2003) y sobre todo en Pieces of the people we love (2006), para adentrarse en otras atmósferas y tonalidades. El paso dado no es tan claro en temas como "Never die again" y "Miss you", dueños de un sabor rapturiano algo aguado, en línea con la planitud melódica de Echoes, aunque sin su carga de actitud. Pero sí es elocuente en el tono emotivo y pleno de canciones como "Sail away" y "Children", dos piezas impensables en el viejo orden del grupo.
Así, el entorno al que In the grace of your love nos transporta puede ser acogedor y entrañable, pero en contraposición con el recorrido de la banda, aturde y desorienta. ¿Es eso cuestionable? En rigor, no. Más bien se trata del legítimo derecho a la búsqueda, el movimiento y la evolución artística, sobre todo cuando hay razones forzosas para apuntar a ello. Este The Rapture, entonces, no es ni mejor ni peor que el de antaño. Es diferente. Lo bueno es que hay razones para aprender a quererlo.
—Sebastián Cerda