Por calendario era el cierre de un mes en especial activo para la música chilena en vivo en la capital. Tres de los cuatro fines de semana de noviembre de 2012 incluyeron cinco festivales de gran calado en la Región Metropolitana, y una presencia importante o absoluta de exponentes locales en ellos: Catorce grupos en Maquinaria, cuarenta y dos en La Cumbre del Rock Chileno III, casi setenta en las tres jornadas de Pulsar y otros ocho en Primavera Fauna. Y el Día de la Música, encuentro celebrado cada año a fines de noviembre, vino a sumar otros setenta y ocho grupos y solistas en vivo.
Pero más allá de los números sobre el escenario, la apuesta en este último espectáculo fue por expandir la audiencia. Con varias versiones previas consistentes en un festival único y de larga duración celebrado en recintos santiaguinos como la Quinta Normal o el Parque O'Higgins, el Día de la Música ya había tenido ediciones regionales, en 2010 en Coquimbo y en 2009 en Concepción y Viña del Mar, y ahora, para la novena versión, la oferta fue desplegada en cinco de las comunas más populosas de Santiago, entre locaciones al aire libre en Maipú, La Florida, San Miguel, Peñalolén y San Bernardo.
Al sur del cerro Chena
Unas veinte mil personas llegaron en total a todos esos recintos, según la SCD, organizadora del acto. Y de todas ellas, la sede sambernardina, si bien no fue la de mayor audiencia, tuvo la más larga duración y el elenco más numeroso. Si los demás escenarios estaban previstos para arrancar a las dos de la tarde, eran las 11.45 cuando Lucho Hernández, animador de Radio Uno y anfitrión de la jornada, tomó el micrófono para dar por iniciada la música en el escenario dispuesto bajo una carpa en el Parque Metropolitano Sur, situado cerca del extremo sur del cerro Chena, al inicio de una saga de dieciocho cantantes y conjuntos hasta pasadas las siete de la tarde.
Era el escenario más "folclórico" de acuerdo con la programación del encuentro, una denominación a tono con, por ejemplo, dos de los grupos de mayor trayectoria. Pasado el mediodía subió al escenario Kollahuara, conjunto protagonista de la música andina surgida con fuerza en Chile en los tempranos años '70, que de esa formación original mantiene al cantante y guitarrista Juan Silva en una alineación formada por músicos de diversas generaciones. En cinco canciones el grupo demostró lo extenso de su currículum, con una selección de sus primeros elepés de los '70 ("El chasqui"), otra de sus grabaciones para Alerce en los '80 ("Amanecer") y un himno como "Vírgenes del sol" para la apertura.
Al cierre de la tarde vino Arak Pacha a poner más historia y raíz andina en juego. El grupo ariqueño fundado en 1980 comparte con Kollahuara el hecho de que en su formación conviven músicos más recientes con integrantes históricos como Arturo Garrido y el recién reintegrado Juan Flores, y también eligió su repertorio más reconocido con canciones como "Desde lejos", "Adelita" y "Julián". Fueron dos de los nombres mayores que, junto a la fusión contemporánea con raíces chilotas de Chilhué o al folclor tradicional del longevo Conjunto Graneros, dieron el peso histórico a una jornada caracterizada también por la presencia de músicos más jóvenes.
Entre estos últimos hubo espacio para sonidos diversos. La raíz folclórica de Los Aucas, conjunto de larga discografía y éxitos festivaleros, marcó el inicio del festival con canciones como "Flor de metal", "Leftraru" y "La tejedora". Fusiones con sonidos más globales fueron compartidas por Entrama, que llegó con su disco Año luz (2012) como parte de su repertorio, y Fractal, que agregó su consabido arsenal de instrumentos de origen asiático, africano y celta entre otras procedencias, y más tarde la Flor de Orquesta puso a bailar a la audiencia con sus cha cha chás y ritmos caribeños de vieja escuela. Juanjo Montecinos vino desde la Araucanía a apuntarse temprano con sus canciones de guitarra acústica y sonido de banda, y Natalia Molina hizo a su vez una muestra de las influencias pop de su disco Cuna de piedras (2010), con una canción todavía inédita y el homenaje a Palestina de su tema "Ay de mí" para empezar.
Otra trilogía de cantantes y compositoras pasó por el escenario entre Elizabeth Morris, quien desplegó parte del repertorio de sus discos Hacia otro mar (2002), Nazca (2008) y el flamante Pájaros (2012) con el respaldo holgado de un sexteto de músicos y la solvencia musical de siempre; Diana Rojas, quien tras su paso por el conjunto de fusión latinoamericana Cántaro está empezando a mostrar en vivo su disco debut como solista, Hay que gritar (2011), con canciones de raíces folclóricas chilenas y americanas; y Natalia Contesse, quien cuando ya caía la tarde subió a escena con su grupo y sus guitarras traspuestas —tipos de afinaciones no convencionales, propios de la tradición campesina— para tocar tanto tonadas y cuecas de su autoría como una versión de "Miren como sonríen", de Violeta Parra.
"Ha sido un honor subir a este escenario después de la fiesta popular que armaron Los Charros de Lumaco", fue el saludo de uno de los integrantes de Ayllantú, para señalar otro de los contrastes de la jornada. Esa banda sambernardina mostró en vivo su fusión de rock con raíces folclóricas e inspiración mapuche, justo después del episodio más febril de todo el día: La actuación de Marcio Toloza y Los Charros de Lumaco. Por una vez el público salió a la pista a bailar cumbia ranchera con la fiesta instantánea que el grupo sabe armar a punta de éxitos de masas como "Entre golpes y besos", "Ando de borrachera" y "Cómo dejar de amarte", para anotar el punto más intenso de una tarde convocada en el nombre del folclor, pero con variedades musicales mucho más amplias en escena.