Era un verano en Dalcahue, Chiloé, a la hora de la amanecida, cuando el grito estridente de un queltehue o treile mañanero vino a despertar a Rodrigo de la Prida, visitante que acampaba en el lugar. Ahora el sonido de ese queltehue (Vanellus chilensis, también llamado Belonopterus cayennensis según otras taxonomías), ave silvestre que es posible ver y escuchar en diversos paisajes chilenos, desde en plazas y parques de ciudades hasta en campos, playas y lagunas, se oye también en el tercer disco de Horeja, el grupo de rock que de la Prida integra desde hace trece años.
Horeja es un quinteto de rock con las orejas así de abiertas a distintos estímulos, tal como se oye en sus tres discos: fffrrr (nhf) (2004), Tuwún (2006) y La más desechable de todas las máquinas (2010). Ahí caben desde el grito de un característico pájaro salvaje de Chile hasta la música del pueblo Baka en África central o los cantos de Lola Kiepja, la descendiente postrera de la cultura austral selk'nam cuya voz fue registrada en 1965 por la antropóloga y etnóloga Anne Chapman. Y desde la influencias de compositores contemporáneos como Stravinsky o Messiaen hasta músicos de jazz y vanguardia como Miles Davis, John Scofield o Scott Henderson, bandas progresivas como King Crimson o Tool y metaleras como Meshuggah o Rage Against the Machine, entre otras influencias declaradas por estos músicos.
Una constante entre todos esas fuentes está en las letras contingentes de Horeja. El grupo habla claro y fuerte contra la alienación social y el sistema económico en canciones del primer disco como "Nosotros somos los jueces" y "Domestic - habilidad", o contra la violencia policial y a favor de la legalización y el autocultivo de marihuana en "Poder popular" y "Los hombres de la caña" en el segundo; sumadas a líneas del tercer disco como "Tu Dios que detona las bombas" en "Borregombres"; "Sufrimiento animal, el show va a empezar / el rodeo, el toreo, el circo criminal" en "Rebelión animal"; o "Deforestación y aniquilación y manipulación" opuestas a "Organización y manifestación y humanización" en "La sangre del toro", una canción que incluye un desayuno con ñachi y una invocación a Lautaro entre sus versos.
Es parte de esa música lo que el grupo va a poner en escena este miércoles 29 de junio (ver recuadro al final de la entrevista) con un concierto en el Bar Grez de la capital. Iniciado en abril de 2000 e integrado hoy por Matiuk, también conocido como Matías García o Gato Gordo (voz y teclados), Rodrigo de la Prida y Luis Saavedra (guitarras), Rodrigo Valenzuela (bajo) y Alexandro Carreño (batería), Horeja va a mostrar además algunos adelantos inéditos del cuarto disco que esperan publicar en 2014, como dice Luis Saavedra, guitarrista y fundador del grupo al igual que Rodrigo de La Prida. "La composición para el disco está en el setenta por ciento", calcula, "así que aún quedan sorpresas hasta para nosotros mismos".
-Han pasado tres años desde La más desechable de todas las máquinas: ¿la música nueva está disparada en otras direcciones?
-Diría que está más consolidada nuestra propuesta musical -dice Saavedra-. Así y todo siempre hay sorpresas hasta para nosotros mismos, como te comentaba recién.
-Hay una continuidad que ha existido a lo largo de nuestra vida horejona -agrega de la Prida-. Nuestra sonoridad ha ido modificándose, acercándose más al rock, pero siempre hemos mantenido la esencia, la forma de trabajar y las ideas estéticas.
-¿En vivo tocan cosas de los tres discos, sigue habiendo una presencia de las canciones más tempranas?
-Incluimos algunos temas de nuestros dos últimos discos -dice de la Prida-. Quisiéramos tocar temas de los tres discos, además de los nuevos, pero los cambios de integrantes no nos han permitido la constancia necesaria para tener todo ese material preparado. Esperamos seguir bastante tiempo con la formación actual, e ir incluyendo cada vez más temas de la primera etapa.
A los que han desaparecido: Horeja en traducción simultánea
Además de Saavedra y de la Prida, que datan de los inicios del grupo en 2000, y de Matiuk, que partió como cantante invitado y se unió a tiempo completo en 2002, por Horeja han pasado varios integrantes.
Entre ellos están Javier Barahona (bajo), quien grabó en el fffrrr (nhf) (2004) antes de buscar otros rumbos ("Excelente músico, pero sus prioridades musicales eran otras", dice de la Prida. "Un talento nato", agrega Saavedra), además de la dupla entre Guido Fregonara (bajo) y Ramón Plaza (batería) que se escucha en Tuwún (2006) y de Alejandro Fariña (bajo). "La base rítmica (bajo y batería) ha sido de primer nivel con los músicos que han llegado a grabar", destaca Saavedra. "Y no puedo dejar de mencionar a nuestro bajista actual de hace rato, Rodrigo Valenzuela: tremendo".
-¿Qué impresión tienen de ffrrr (nhf) ahora en retrospectiva? ¿Fue natural que buena parte de ese disco fuera música instrumental?
-Absolutamente -dice de la Prida-. Era necesario, sobre todo si consideramos que al principio el encargado de las voces era yo. Era la música que empezamos haciendo, instrumental con apariciones vocales esporádicas, unas veces con letra y otras como un instrumento melódico o rítmico más.
-Fue natural -coincide Saavedra-, porque en esa frecuencia estábamos. En esa época sentíamos que pertenecíamos más a la familia del rock progresivo, sin identificarnos tampoco con el estilo. Nos definíamos más como fusión rock o algo por el estilo, pero sabíamos que ahí (en el rock progresivo) nos encasillaban mejor, por el lado de que era principalmente música instrumental y con sonido de rock. Pero también fue natural que hubiera canciones, por nuestra búsqueda o simplemente porque era reflejo de lo que escuchábamos y nuestro desprejuicio al hacer música.
-¿Qué origen tiene el interés del grupo en las culturas australes, como se nota en "Canción del lobo fino" de ese disco?
-Más que en las culturas australes, es en las culturas ancestrales -precisa Saavedra-, o en algunas de ellas que comparten aparte de la cosmovisión un sentido rítmico. No nos interesa la cultura celta, por dar un ejemplo. La kaweskar (otro de los pueblos australes sudamericanos, también conocidos como alacalufes) fue toda una sorpresa. Rítmicamente en sus melodías a capella son súper irregulares para nosotros, pero diría que se sienten otros acentos naturales producto de su entorno, o sus genes, vaya uno saber todo lo que hace a un pueblo.
-Ése es un interés que yo tenía desde antes de la formación de Horeja -agrega de la Prida-. A fines de los '90 había descubierto las grabaciones de Anne Chapman con los selk'nam, y tanto melódica como rítmicamente me interesaron de inmediato. Es una música de gran pureza, que obviamente no persigue ningún tipo de notoriedad ni enaltecimiento ególatra, que no está viciada de modernismo. Al mismo tiempo es simple y compleja, tienes melodías con dos o tres notas, pero con otro concepto rítmico más abierto, no tan cuadrado como el de la música que estamos acostumbrados a escuchar en la actualidad. Encajaba muy bien con el concepto de fusión que estaba trabajando en la composición en ese momento.
-Por ejemplo, en el primer disco, ¿en qué idioma está el título de "Han k' win saik"? ¿Y "Maukel" es una referencia al dios llamado Timaukel?
-"Han k'win saik" significa algo así como "los que han desaparecido" en selk'nam. Está dedicado a nuestros desaparecidos más recientes, pero también al mismo pueblo selk'nam, y por medio de ellos a los demás que han sucumbido ante el modernismo y el capitalismo depredador. Y "Maukel" es una referencia a Timaukel, que significa "que está allá arriba". La melodía de la voz es la misma cantada por Lola Kiepja en las grabaciones con Chapman, y lo cantaban las mujeres para hacer bajar del cielo a Kulan, una lujuriosa deidad femenina. "Maukel" se refiere al cielo más remoto o austral.
-Luego en el segundo disco están "El mito de guanaco" y "Yoroheu", ¿se conectan con lo mismo?
-Totalmente. "El mito del guanaco" y "Marren marren" van de la mano. Forman parte de la "Suite de los animales", un conjunto de cinco temas relacionados unos con otros. Comienza con "Marren marren (El mito del guanaco)", un tema en el que mezclamos el mito del incesto selk'nam, hablado en su propia lengua, con una melodía africana en la guitarras y la flauta. Continúa con "Queltehues bailando" y luego vuelve a aparecer el mismo mito, pero esta vez con la letra en español y una melodía selk'nam en las guitarras. Es por esto que su nombre está invertido: "El mito del guanaco (Marren marren). Y "Yoroheu" también usa una melodía selk'nam cantada por Lola Kiepja. De hecho comienza con esta grabación, que era un canto al amanecer.
Imagina los cantos de diez pájaros distintos al mismo tiempo
Sendas canciones de otros autores se escuchan en los dos primeros discos de Horeja. En fffrrr (nhf) grabaron "Corre que te pillo", el tempano malambo instrumental de Los Jaivas, y en Tuwún pusieron una versión de "El guillatún", de Violeta Parra. Y las traducciones continúan con ese disco, cuyo título está subtitulado como "Lugar de origen".
-¿En ese segundo disco toma más cuerpo la influencia mapuche, desde el nombre hasta el cover de "El guillatún"? ¿Cómo se dio ese giro?
-No es un giro -dice Saavedra-, responde a la misma búsqueda de revalorizar la música y la cultura autóctonas, y desde ahí buscar nuestra identidad o enriquecer nuestra búsqueda de identidad como banda. Violeta Parra sin duda es una de las grandísimas creadoras del arte en Chile, conectada con el rescate de su pueblo y los pueblos de esta zona. Ella es un gran eslabón, porque no te olvides de que hizo mucho trabajo en terreno, de recopilación del folclor.
-En paralelo al interés por la música austral también ha convivido el interés por músicas de distintas latitudes y pueblos -agrega de la Prida-. Es un campo muy extenso del cual nutrirse, y al mismo tiempo responde a nuestra preocupación en cuanto seres humanos. Todo lo que pueda hacerse por apoyar a estos grupos que son víctimas de un sistema salvaje, cuando supuestamente este adjetivo es adjudicado a ellos, siempre es poco. Social, musical y culturalmente el rescate de la música de raíz puede alimentar y enriquecer a la música popular actual, y además es un deber ético y moral apoyar su resistencia. Claro, la de los que aún permanecen y no han sido exterminados. A los otros, los ya desaparecidos, los recordamos e intentamos aportar a que parte de su creación e identidad no desaparezca.
-A propósito de ese disco, ¿el queltehue que se oye al comienzo de "Dungun treile" es de verdad, grabado de la naturaleza?
-El queltehue aquel es ciertamente un queltehue real -dice De la Prida-. Estaba con mi pareja en Dalcahue un verano, acampando, y cerca de las siete de la mañana el canto de este queltehue me despertó. Salí de la carpa y lo grabé en un minidisc que tenía.
-Dos de los temas del disco tienen que ver con el queltehue o treile. ¿Qué les llama la atención de esa especie?
-Lo que llama la atención de la especie, como dices, es que es un pájaro, por tanto un músico de la naturaleza, comparado con una rana. Aunque la rana tiene su beat -se ríe Saavedra-. Y aunque suene new age, el ritmo y el canto de los pájaros tiene que ver con una manera de conectarse a la naturaleza, que es la forma ancestral de vivir y que tiene mucha energía también. Por eso nuestro acercamiento está también orientado en gran medida al ritmo.
-En realidad hay tres temas: "Queltehues bailando", "Dungun treile", y "El baile del queltehue" -precisa de la Prida-. Principalmente usamos al queltehue por su canto rítmico e incisivo, pero también por su importancia para el mundo mapuche. De ahí "Dungun treile", que significa algo así como "el canto del queltehue" en mapudungun.
-¿Cómo fue el proceso de hacer esa versión tan transformada de "Corre que te pillo", de Los Jaivas?
-Andábamos con ganas de hacer una versión de algún tema de ellos, porque Los Jaivas son un referente fundacional del rock chileno como banda con una identidad única -define Saavedra-. Y ese tema, por nuestra inquietud rítmica, nos acomodaba más.
-Consideramos varios temas de Los Jaivas, pero finalmente nos quedamos con ése por las posibilidades rítmicas y de reinterpretación que ofrecía -coincide de la Prida-. Quisimos hacer una versión basada en el tema original, pero que también nos permitiera agregar ideas; tomar por ejemplo un pequeño motivo melódico del tema y crear a partir de él nuevas melodías.
-¿Y cuál fue la disposición frente a la versión de Violeta Parra?
-Con Violeta Parra pasó algo similar a Los Jaivas: probamos distintos temas hasta que dimos con "El guillatún", que se adecuaba mejor a lo que hacíamos en ese momento.
-Fue un punto de partida simple: la melodía la transformamos en el riff -explica Saavedra-. No recreamos el beat del tema, no partimos de ahí, por lo que te decía: la música folclórica, por lo tanto ancestral, para nosotros como concepto tiene una riqueza en sus melodías que responde, ya yéndome en la volá, a su pulsación en el día a día, con su entorno y su riqueza. Imagina los cantos de diez pájaros distintos al mismo tiempo. Eso lo vive cualquier persona, consciente o no de su entorno, sólo por vivir en contacto con la naturaleza o dentro de ella. Como el campo. No en una parcela semi rural: no. Campo campo, como se dice.
-¿En particular cómo resolvieron el compás de "El guillatún"? ¿En qué cifra está originalmente el tema y en qué cifra lo toca Horeja?
-La cifra o métrica original es 6/8 -dice de la Prida-, y en nuestra versión es… a ver… 7/4 + 8/4 podríamos decir, o 3/4 + 4/4 + 3/4 + 5/4. Cada vez que usamos métricas de este tipo lo que hago es tocar el patrón rítmico con la guitarra, o secuenciarlo, y probar extendiendo o acortando la duración de un ciclo, que en este caso sería de cuatro compases (3/4 + 4/4 + 3/4 + 5/4), o de dos (7/4 + 8/4). Lo que pretendo con esto es evitar la obviedad o la repetición demasiado persistente de alguna idea o melodía.
Al no encajar fácilmente: efectos colaterales
El disco Tuwún que Horeja tiene publicada en su sitio en la plataforma Bandcamp termina con la canción "Los hombres de la caña" en una versión "radio edit", es decir con una duración acorde a los estándares radiales. "La intención era contar con una versión más corta", explica de la Prida, "en el caso de que alguna radio se interesara en ella a raíz de la discusión que se ha instalado en torno a la despenalización o legalización de la marihuana".
-¿Y pasó?
-Se la enviamos a todos, pero no hubo ningún interés, cosa que por supuesto no nos sorprendió.
-Pa' contarte -entra en detalles Saavedra-, casi todas las radios que firmaron cartas de compromiso en nuestros proyectos para el Fondo de la Música (el fondo cultural estatal con el que el grupo ha financiado sus grabaciones), en las que garantizaban que una vez lanzado el disco lo iban a poner, si no en su parrilla por lo menos en un programa especial, no lo hicieron y se desentendieron totalmente de una manera burda. Sin devolver llamadas ni e-mails. Con eso queda claro la respuesta a tu pregunta.
-¿En general ha costado que Horeja suene en radios?
-Hemos sonado en radios de Valpo y el sur, en algunas de Santiago y sobre todo en radios on line -continúa Saavedra-. Siempre la intención ha sido estar en la radio, como cualquier persona que hace música y espera que la escuchen en estos tiempos. Siendo conscientes de que no esperamos sonar en radio Pudahuel, sin denostar a esa emisora, esperábamos más acogida con radios que se supone tienen una imagen más alternativa y que ingenuamente pensábamos que apoyaban el rock chileno de buena calidad. Sin falsa modestia, siempre hemos pensado que nuestro trabajo es bueno. Entonces uno se merece un espacio natural sin disputárselo a nadie.
-En general no sonamos en las radios de manera constante -dice de la Prida-. Aparecemos de vez en cuando en algunos programas de radios alternativas, on line, o de aquellas radios que todavía son accesibles. La explicación de esto yo creo que tiene varias ramificaciones. Por un lado, las radios grandes son empresas comerciales que funcionan en un mercado competitivo y cada vez con menos público, y en el que tratan de mantenerse económicamente, por lo que es difícil que pongan en sus parrillas música nueva o no tan conocida. En este sentido existe una subestimación de los auditores y un prejuicio hacia ellos. Creo también que nuestra música les presenta un problema, al no encajar fácilmente en los moldes que ya tienen preconcebidos: no somos ni una banda de metal, ni de jazz, ni de hip-hop, etcétera. El tener una identidad propia, en vez de ser algo premiable, pareciera ser todo lo contrario. Creo finalmente que es necesario avanzar hacia una institucionalidad que soporte y favorezca la creación y el desarrollo de la música en Chile.
-Con los dos primeros discos como antecedente, ¿qué diferencias dirían que marca La más desechable de todas las máquinas? ¿Hay más madurez, por ejemplo?
-Digamos que, como le pasa a cualquier creador, se va madurando y vas refinando lo que tienes que decir -dice Saavedra-. Sin que eso signifique no estar dispuesto a cambiar ni a aventurarse nuevamente en otro ángulo de la creación, que encierra tantas cosas vitales.
-Para mí la diferencia más importante está en el sonido -distingue de la Prida-. Lo de la madurez musical no lo tengo muy claro como concepto, al menos en nuestra música. Es un término que puede aplicarse mejor en bandas que tienden a un estilo más claramente delimitado. Lo nuestro comenzó más fusión y de a poco se ha ido acercando al rock, sobre todo en la sonoridad, pero no diría que nuestro primer disco es menos maduro que el último, simplemente son distintos. Lo único que nos interesa es hacer buena música, que resulte interesante para nosotros y para el público, y que tenga un carácter propio y un valor como aporte creativo. En general nuestra música no es técnicamente compleja. Lo que la hace sonar distinto es la mezcla de elementos y el rechazo a la obviedad.
-Pero las composiciones de Horeja tienen muchas partes, métricas irregulares, cambios de ritmo. ¿No es una convicción del grupo hacer música exigente, técnicamente, en paralelo al discurso crítico?
-No -descarta Saavedra.
-No es algo que nos interese ni que busquemos -coincide de la Prida-. De hecho es más bien lo contrario. Para mí la música, como decía Stravinsky, tiene que estructurarse en la unidad y no en la variedad. Ése es un rasgo, el de la variedad a toda costa, que me aleja del rock progresivo contemporáneo en general: muchas veces no hay un rasgo unificador, todo suena a collage sin sentido. Como retrato de un tipo de sociedad, si es eso lo que se busca, aunque lo dudo, puede ser correcto, pero artísticamente se me hace aburrido. Nosotros tratamos de hacer algo similar a lo que te decía que tiene la música selk'nam: la unión de elementos muy simples con otros no necesariamente complejos, sino más bien interesantes o poco obvios.
-¿Qué es prioridad para Horeja: hacer una música fiel a los principios del grupo o lograr que la crítica que hay en las letras pueda llegar a un público posiblemente más grande?
-El objetivo es, primero, hacer lo que nos suene bien, dentro del carácter musical que hemos ido definiendo a lo largo de los años -dice de la Prida-. Sabemos que no es una música liviana, precisamente por ese intento de escapar a lo que ya está tan escuchado, pero artísticamente es lo que tenemos que hacer si somos consecuentes no sólo con lo que pensamos, sino también con nuestros oídos. Sobre la prioridad, sospecho que no opinamos todos igual dentro de la banda. Para mí el mensaje social de las letras tiene al menos el mismo valor que el musical, por la importancia del aporte a empujar hacia una sociedad más humana".
"La música es imprescindible en las vidas de todo ser humano, o por lo menos debiera serlo, pero su lenguaje no es ni directo ni claro, conceptualmente hablando", continúa. "Es un arte abstracto, el más abstracto de todos, porque se construye sobre una base temporal, no se suele detener un segundo de música para apreciarlo mejor. Tiene un carácter irrepetible y fugaz. Habla desde la otra orilla y se complementa con los textos. Y, finalmente, cuando está bien hecha, se fusiona".
-Con referencias que van desde el metal hasta el jazz, por resumir algunas, ¿qué público ha consolidado Horeja en todos estos años? ¿Es difícil encontrar o generar un público desprejuiciado que sea capaz de apreciar o conocer a Stravinsky, Meshuggah, Lola Kiepja o King Crimson, por ejemplo?
-Pareciera difícil, pero es sorprendente la cantidad de personas con ganas de escuchar cosas distintas -dice de la Prida-. Por supuesto que no se trata de la gran masa de público, pero eso también es responsabilidad de los medios que no dan la posibilidad a esa gente de conocer algo más allá. Lo principal es disponer de la cultura, que esté ahí.
-Es que la gente que escucha música en estos tiempos es súper ecléctica -considera Saavedra-. Entonces no hay un cuestionamiento de lo complejo o no de lo que hacemos, partiendo de la base de que, como cualquier artista, uno expresa su propio contenido. El público es igual que uno en sus gustos muchas veces, o por lo menos el público al que queremos llegar. Sabemos que nuestra música y la de muchos no va a sonar en el Festival de Viña, no está hecha para eso, como tampoco un cuarteto de cuerdas ni unos cantantes de Nepal. Nuestra apuesta es llegar a nuestro nicho de auditores que perfectamente podrían escuchar y disfrutar Horeja como un aporte, o que merece su espacio porque es bueno no más, dentro de muchas bandas que deberíamos escuchar.