La cantante demostró todos los pasos que ha dado, desde la chica con calle que estalló a principios de la década pasada, hasta la diva que es hoy.
Cristián Soto L.
En días en que los laureles de una visita como Bruce Springsteen o los enredos de otra como Bon Jovi lograron acaparar páginas y comentarios, mucho antes de sus respectivos conciertos en Chile, el show de Alicia Keys asomaba como un verdadero paréntesis en nuestra agitada agenda en vivo. En los pasillos virtuales de las redes sociales, en tanto, las expectativas parecían volver a brotar recién el lunes 30, cuando la comunidad rockera dé inicio a su soñado festín.
Sin embargo, lejos de ese foco la neoyorquina cimentaba un paso que estaría a la altura de los mejores de estas semanas. Primero, agotando casi la totalidad de los boletos para un Movistar Arena que hoy lució como en sus más encendidas noches; y luego, desplegando una presentación redonda, en la que interpretación, trabajo, coquetería y entusiasmo, se conjugaron en una mezcla cautivadora y envolvente.
Tras los retrasos a que obligan los ya inevitables atochamientos a la entrada del recinto de Parque O'Higgins, y que a las 21:00 horas suelen mantener atrapada a buena parte de la concurrencia, la cantautora de 32 años abrió su show con un saludo a su ciudad natal, a través de retazos de "Streets of New York" y "Empire State of Mind", el éxito que en 2009 grabó para el rapero Jay-Z.
Con esas piezas de fondo y con el garbo de la diva en que se ha erigido, Keys entró al escenario como si éste fuera una pasarela, para dar la largada formal a la noche con "Karma", de su disco de 2003 The Diary of Alicia Keys, y provocar de paso la primera algarabía en las más de 11 mil personas que hoy la vieron debutar en Chile.
Los de entonces eran tiempos en que la cantautora se levantaba como la nueva esperanza para un anquilosado R&B norteamericano, mezclando la música negra con las necesidades de la industria y los restos de calle que aún quedaban bajo sus suelas. A esos años volvió a saludar en adelante con varios de sus éxitos mundiales, entre ellos los infalibles "You don't know my name", "A woman's worth" y "Fallin' ".
Y entre ellos, lo que vino después: La artista que exploró en el género desde su sitial de diva contemporánea y sub-30, con guiños a diversas esferas del pop y explotando una sensualidad en aumento. A ésta puso énfasis ya en los primeros cortes con "Listen to your heart", de su reciente disco Girl on Fire (2012), para luego alternar esos momentos con otros de mayor intimidad, aunque sin permitir que el ánimo decayera junto con el ritmo.
Un afinado sexteto de músicos y un cuarteto masculino en las coreografías fueron el soporte para la menuda cantante, que hoy lució melena corta y acentuado escote, y que alternó algunos pasos de baile y saludos al borde de la tarima, con momentos frente al piano, donde se luce sólo lo justo y necesario.
Desde allí aseguró hacia el final que "venir a Chile era un sueño para mí", para luego "dedicar esta canción especialmente a ustedes". Entonces se largó con "If I ain't got you", que junto a la siguiente "No one" se transformaron en las más coreadas por un público que a esas alturas estaba en ebullición.
O "on fire", como gusta decir en estos días Alicia Keys, quien precisamente con "Girl on fire" abrió una despedida que coronó con su lectura de "Empire state of mind". Recién antes de ese tema realizó un tardío y único cambio de vestuario, para decir adiós con vestido largo y unos aires de gala que a primera vista parecieron ausentes, pero que desde una puesta en escena sencilla y una algarabía alejada de los salones, igualmente pudieron circular.