MOSCÚ.- La gran bailarina de ballet clásico rusa Maya Plisetskaya falleció este sábado en Munich (Alemania) víctima de una crisis cardiaca a los 89 años.
La información fue confirmada durante la jornada por director del teatro Bolshoi, Vladimir Urin.
"Falleció a causa de una grave crisis cardiaca. Los doctores lo intentaron todo, pero no pudieron hacer nada", dijo Urin, precisando que había sido informado por el marido de la bailarina, el célebre compositor ruso Rodión Shchedrin.
Nacida en 1925 en Moscú, en la entonces recién nacida y hoy extinta Unión Soviética, la artista presenció durante su carrera los y dramáticos cambios que vivió su país durante el siglo XX.
La intérprete rusa hizo brillar su talento dentro de una época caracterizada por insignes figuras del ballet, entre ellas Margot Fonteyn y la cubana Alicia Alonso.
Su técnica impecable, combinada con una singular gracia que transmitía sin cesar desde el escenario la convirtieron en la favorita del público en escenarios de gran parte del planeta.
Durante su carrera los más importantes coreógrafos, entre ellos Roland Petit, Maurice Béjart y su compatriota Yuri Grigorovich, se rindieron a su talento y le dedicaron obras.
Personalidad desafiante
Gobernantes, personalidades de la política, el arte y el espectáculo fueron espectadores privilegiados de su expresión artística, labrada a punta de sacrificios desde que egresó de la Escuela Coreográfica de Moscú en 1943, cuando Rusia vivía un momento decisivo en medio de las penurias desencadenadas por la Segunda Guerra Mundial.
La personalidad desafiante de la que hacía gala permitió mantenerla a salvo durante los oscuros años del estalinismo, aunque su familia, de origen judío, fue sometida a purgas durante la fase antisionista del gobierno dictatorial. Al mismo tiempo, su indiscutible don artístico la convertía en una valiosa pieza de muestra internacional para el régimen comunista.
Pese a ello, la artista nunca defeccionó a Occidente, como hicieron otras figuras del ballet soviético que incluyen a Mijail Baryshnikov. "En mi generación, quien corría hacia el lado del enemigo era considerado un traidor", explicó más tarde.
Una de las piezas que se robaba el corazón de Plisetskaya era la inmortal "El lago de los cisnes", que interpretó más de 800 veces. "Es una prueba para cualquier bailarina. En este ballet no se puede ocultar nada: todo está en la palma de la mano", reconocía la bailarina.