Blanco perfecto: Parra, Parra, Parra, Mutis y Alquinta en las ruinas de Macchu Picchu, inspiración para el mejor disco del rock chileno de la historia.
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SANTIAGO.- Fueron los lectores de Emol los que escogieron el mejor disco del rock chileno de todos los tiempos, desde la primera edad del rock and roll en los ’50 y la grabación que Peter Rock hizo en 1959 para dar inicio a la Nueva Ola, hasta los tiempos actuales con bandas como Los Tres, La Ley o Los Bunkers. Y fue Alturas de Macchu Picchu (1981) el álbum más votado con la mitad de las preferencias de un total de 500 posteos. Los Prisioneros y Los Tres completan el podio (ver recuadro).
Cronológicamente ese disco es el séptimo LP de Los Jaivas según su discografía oficial, luego de El volantín (1971), Todos juntos (1972), la banda sonora de Palomita blanca (1973), Los sueños de América (1974), Indio (1975) y Canción del sur (1977), y es el primero que graban tras su llegada a Francia.
Al mismo tiempo representa un cambio en relación al sonido que habían desarrollado tanto en Chile como durante su estada en Argentina entre 1973 y 1977. Esta vez Los Jaivas tienen largos episodios instrumentales, nuevas herramientas como la monumental batería de Gabriel Parra o flamante sintetizador Moog de Eduardo Parra, y canciones extensas como "Del aire al aire", "La poderosa muerte" y "Antigua América", entre otras.
Y, desde luego, la poesía de Neruda como base. "No conocíamos Machu Picchu antes de hacer el disco", recuerda el tecladista y percusionista Eduardo Parra, en el libro "Prueba de sonido, primeras historias del rock en Chile", del periodista David Ponce. "Y cuando llegamos nos dimos cuenta de que al zambullirnos en el poema de Neruda habíamos retratado el paisaje en la música. En Chile se sabían de memoria 'Sube a nacer conmigo, hermano'. Era algo insólito: todos cantaban la poesía de Neruda".
Ha llamado la atención además la sintonía de ese sonido con la influencia del rock progresivo de la época. "Para no crear interferencias tratábamos de mantenernos puros: voluntariamente no queríamos influenciarnos por nadie", agrega al respecto el pianista Claudio Parra en el mismo libro. "Yo sabía de la existencia de Pink Floyd, escuché algunos temas y me di cuenta de que se parecía mucho. Además cuando leía entrevistas de Pink Floyd, de Rick Wakeman, de (Keith) Emerson, todos hablaban de Bela Bartok o de 'La consagración de la primavera' de Stravinsky, y era lo mismo que me pasaba a mí. Me doy cuenta de que es una cuestión generacional".
Amor en las alturas americanas
Para su triunfal regreso a Chile en el mismo 1981, Los Jaivas convirtieron en auténticos himnos generacionales a canciones como "Amor americano" y "Suber a nacer conmigo, hermano", que hasta nuestros días permanecen en el repertorio del grupo. Ya no con Gabriel Parra, sino con su hija, Juanita Parra, en la batería.
"Siempre se nota un cariño muy especial de la gente por ese disco", comenta ella hoy. "Especialmente por el 'Sube a nacer conmigo, hermano', en la explosión que se produce cuando la tocamos, en el pedido de que estemos tocando siempre canciones como "La poderosa muerte" en el repertorio".
La baterista reconoce además la complejidad especial que tiene ese disco en la historia musical del grupo. "Justamente cuando graban ese disco es que Gabriel se compra la batería Ludwig gigante, y tocó todos los tambores, hasta el último rincón de esa mole", recuerda.
"Cuando por primera vez volvimos a montar la obra completa (en 1998) eran horas de ensayos y llegaba a tener pesadillas por la responsabilidad de tocar Alturas de Macchu Picchu en la batería. Ahora ya he madurado y hemos tenido temporadas completas sólo con ese disco", agrega, a propósito de las presentaciones que Los Jaivas han hecho de ese álbum en 1998 y 2004, en los teatros Providencia y Oriente de la capital respectivamente.
Por Daniela Lagos
Detrás de Los Jaivas aparecen también los representantes del rock de las décadas de los ’80 y ’90: Los Tres y Los Prisioneros. Más que ser una “voz de los ‘80”, el disco que en 1984 publicaron Jorge González, Claudio Narea y Miguel Tapia se convirtió en la voz que decía con letras muy directas e irónicas lo que pensaban muchos jóvenes. “Nunca quedas mal con nadie”, “Paramar” y “Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos” son algunas de las canciones que combinaron un mensaje con ritmos pegajosos, en el disco debut del trío. Pateando piedras (1986) y Corazones (1990) también obtuvieron menciones en la elección. Sus versos aún se cantan con total vigencia.
En el tercer puesto aparece un grupo que igualmente encantó desde su debut: Los Tres. Con su disco homónimo de 1991 de inmediato mostraron versatilidad: el disco abre con rock mezclado con algo de hip-hop en “Somos tontos no pesados”, luego saluda al jazz en “Flores secas”, sube el ritmo en “La primera vez”, lanza un bolero infalible en “Un amor violento” y muestra un poco de rockabilly en el cierre, con “He barrido el sol”. El álbum La espada y la pared (1995) también apareció en el escrutinio.
Lucybell, Fiskales Ad-Hok, Los Bunkers, Mauricio Redolés, La Ley, Electrodomésticos, los Blue Splendor y Blops están entre las otras decenas de bandas que obtuvieron menciones en una votación en que también hubo discusiones, sobre todo por una fiel fanática que proponía a Slayer como el mejor grupo chileno a pesar de que sólo tiene un integrante nacional, el vocalista Tom Araya, que vive en Estados Unidos desde que tenía cinco años.