En su tercera novela, Simonetti ratifica su condición de superventas nacional. ''La barrera del pudor'' llegará a las librerías locales con una inusual edición de 15 mil ejemplares.
Pin CampañaSANTIAGO.- "Para escribir la historia de Amelia y Ezequiel tuve que enfrentrame con mis propias fantasías, entrar en áreas de mi inconciente que están revestidas de pudor", dice el escritor Pablo Simonetti relacionando el título de su última novela y las vivencias de sus personajes, con su propio enfoque sobre éstas.
"La barrera del pudor" (Norma, $11.900), el libro que hoy lanza en la Galería Patricia Ready, pone al escritor en la voz de Amelia, una paisajista que se acaba de separar, luego de trece años de matrimonio marcados a fuego por sus insatisfacciones y por la incorporación de terceros en la vida sexual de la pareja.
No se trata de una simple experimentación. Es la decantación inevitable a la que llega un proceso en que sólo la barrera del pudor es traspasada con urgencia, tal vez en la búsqueda de derribar otras que, sin embargo, siguen allí instaladas.
"Las fantasías están en nuestra periferia, hasta que de repente aparecen, las rozamos. Tienen una gran capacidad de movilizar emociones en uno, pero también te pueden sacar del centro", dice Simonetti sobre el viaje hacia sus propias fantasías, de la mano de Amelia y Ezequiel.
-Además de barreras personales, como la del pudor, hay barreras sociales que pueden limitar como invitar a transgredir. ¿Sientes que, así como en anteriores novelas, en esta volviste a desplegar tu espíritu crítico hacia algunos tabúes imperantes?
-Creo que sí, pero no buscando ser transgresor. Los problemas en los que me inmiscuyo con mis novelas los siento cercanos. Primero están los personajes, y si después ellos van a poner en tela de juicio un tabú, muy bien. Lo que sí me parece que podría producir resistencia, más que el tema de los tríos o las fantasías, es el de una mujer que tiene libre albedrío sexual. Aunque viene cambiando con las generaciones, creo que en Chile todavía genera resistencia una mujer que pone su satisfacción sexual como una prioridad en su vida y la busca. Los espíritus conservadores se sentirán violentados.
-¿Cómo te sentiste hablando desde la mayor intimidad de un personaje femenino?
-Uno de los miedos que tenía al terminar el borrador era que la voz y el mundo interior de Amelia no fueran percibidos como los de una mujer. Pero las mujeres que han leído la novela la sienten muy femenina. Siempre he pensado que la escritura requiere de una especie de polimorfismo sexual. Todos los grandes escritores han pasado por las conciencias de mujeres, y al revés también. Uno tiene en su interior reservas femeninas. Hay que alcanzar esos lugares y dejar que se constituyan.
-Al comenzar a escribir "La barrera del pudor", ¿cuáles fueron tus primeros desafíos? ¿Quisiste abordar determinados temas, o escribir la más erótica de tus novelas?
-Ninguna de las dos. Hay escritores que se ponen temas, pero yo no. Siento que producen una asfixia en la historia, determinan discursivamente a los personajes. Pero si tú a éstos los sigues, con lo que a mí me gusta llamar "imaginación estricta", a la larga siempre da como resultado una mirada más profunda a varios temas, más compleja y contradictoria. Lo que yo quiero hacer es arriesgarme, no defenderme.
-Es usual en muchas novelas ver personajes de escritores, pero no tanto de críticos literarios. ¿Por qué le diste esa ocupación a Ezequiel?
-Me pregunté "qué puede hacer un hombre que tiene este carácter", que es un poco prescindente por la vida, que se deja llevar por Amelia, que parece necesitar de alguien que le arme el mundo. Creí que esa personalidad se avenía bien con el oficio de crítico literario, pero al mismo tiempo, cuando descubrí eso, me dio una especie de morbo (risas). Los críticos literarios, de alguna manera, son compañeros de la carrera literaria y también adversarios. Entonces algo de malicia hay, en la asociación entre impotencia literaria e impotencia sexual, pero también cuidando que no sea una caricatura, que tenga humanidad. No me costó mucho ponerme en su piel: Los escritores tenemos mucho de críticos.
-Y todo eso con el recuerdo fresco de lo que se escribió acerca de "La razón de los amantes"...
-Está la idea de que "La razón de los amantes" tuvo mala crítica, pero hay varios críticos en Chile y hubo quienes la criticaron bien, tal vez desde tribunas menos lucidas. A uno de los que la criticó mal me lo encontré después, y le pregunté qué había pasado. Me dijo que había vuelto a leer la novela en el verano y la había encontrado entretenidísima. Con el tiempo he descubierto que los críticos son tan vulnerables como los escritores, y que escriben desde un lugar, personal y político, que lo determina en sus juicios. He aprendido a tomarlos con mayor madurez, sin sentirme vapuleado ante una mala crítica y evitando que se me suban los humos a la cabeza cuando recibo una buena. Pero con esta novela voy a tratar de no leer críticas. Richard Ford me dijo que desde el año 1991 no leía críticas y era muy feliz. No es que esté diciendo que no sirvan las críticas, pero no creo que sea un mejor escritor por leerlas. Voy a intentarlo.