SANTIAGO.- Dos adolescentes que ni pensaban en ser padres (de hecho, ni siquiera han pensado en estar juntos) van a serlo. El niño nace, es bautizado según la inspiración de un disco (Pablo Honey, de Radiohead), y a partir de entonces tanto él como sus jóvenes progenitores recorren por sus carriles el viaje del envejecimiento y la madurez, de sus vidas individuales y conectadas.
Lo que fue y lo que no fue a partir de ese hito, es lo que relata Alberto Fuguet en su nueva novela, "Aeropuertos" (Alfaguara), un libro en el que regresa a los jóvenes y sus problemáticas, que lo vienen identificando desde "Mala onda" (1991), pero ahora "con más distancia, más experiencia".
"El libro tiene bastante ADN de 'Por favor, rebobinar' (que hoy se llamaría 'Pendrive') y cuando escribi ese libro lo hice 'en el presente'; este libro es, de alguna manera, histórico. Vivir para contar. Lo viví y ahora lo cuento", explica.
" 'Aeropuertos' es quizás un despacho de una guerra donde todos quedaron heridos y con cicatrices, aunque supuestamente conectados y con millones de amigos. Remezclé momentos, tonos, edades, y bandas sonoras de la época en que me ha tocado tanto vivir como escribir. Es mirar atrás, pero no con ira, sino quizás con algo de perplejidad, (preguntándome) cómo pasó todo tan rápido y con la duda que muchos se están haciendo: ¿Los cambios realmente nos han cambiado para mejor?".
Álvaro y Francisca son los padres en la novela, y quienes encarnan una paternidad "parecida a la de ser hijo: Confusa, cambiante, sin tener nada claro. Se sabe que nadie enseña a ser padres, y aquí estos personajes claramente no tuvieron referentes. A diferencia de 'Mala onda', por ejemplo, aquí no hay siquiera padres disfuncionales, por lo que estos padres lo son sin haber sido hijos y, de alguna manera, necesitan a su hijo para que les diga qué hacer o qué no hacer", ahonda el autor.
En esa línea, es en la maternidad donde Fuguet más quiso explorar. "Se habla mucho del derecho a la vida y el derecho de una mujer a elegir, pero yo quise indagar en qué sucede cuando un chico no tiene padre por opción de su madre. Y, por cierto, la meta fue ponerme en el lugar de los dos. Y de los tres, porque Álvaro se transforma en padre a pesar de que no quería serlo y que no estaba preparado", cuenta.
En esos procesos de los personajes, permanece de fondo su forma de transitar por la "madurez", un concepto que Fuguet mira con distancia: "Creo que la gente envejece o, a lo más, se curte, se las arregla o se acostumbra. Son muy pocos los que maduran (...). La gente tiende a quedar programada entre los 15 y los 21. Algunos afinan algunas cosas, o logran tranquilizarse, pero la mayoría creo que no. La ansiedad y la soledad es hoy —creo— lo que está destrozando a la gente. Eso y la falta de vida interior o una mala relación con sus inconscientes. Es cosa de leer algunos tuiteos".
El relato de "Aeropuertos" tiene lugar en seis momentos, a cada uno de los cuales Fuguet dedica un capítulo: 1992, 1998, 2006, 2007, 2008 y 2009. Una estructura que filtra al cineasta que el escritor también es, y que se hereda del corto que luego terminó transformándose en esta novela. "Primero fue el guión, luego el corto '2 horas', después un cuento que capté que era un final más que un cuento, y luego el libro entero", cuenta.
Según el escritor, "el libro es bien Puig: más que cinéfilo, es cinematográfico", con una estructura en la que cada capítulo es "como si fuera el episodio clave de cada temporada de una serie". Un formato ideal para el lector que Fuguet ha llegado a descifrar: "Los que me pueden llegar a leer, 'leen' y 'ven' igual que yo: Es decir, quizás han visto más cosas que han leído".