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Los detalles del fatídico asalto al taxista chileno en Tacna

La noche del pasado lunes, el nacional murió mientras conducía desde Tacna a Arica. Fue tras la persecución de un grupo de maleantes que buscaban los $18 millones llevados por los pasajeros. Ésta es la historia, paso a paso, del frenético robo armado.

02 de Diciembre de 2009 | 19:43 | Por Andrés Escobar Moraga, Emol

SANTIAGO.- El protagonista es el dinero. Más de dieciocho millones de pesos que pagó un peruano en un almacén aduanero de Tacna por una camionada de frutas. Pero antes de ese pago, el chileno Cristian Barraza Aravena enfiló rumbo a esa ciudad desde Arica. Era el lunes 30 de noviembre y Barraza viajó acompañado de su mujer, Silvana Troncoso Valenzuela, quien horas más tarde guardaría los millones en una cartera. Sólo billetes. Muchísimos billetes. Para Barraza no era novedad. El hombre, de 32 años, llevaba casi diez haciendo ese trabajo: vender fruta en Tacna. Siempre transaba en pesos chilenos. Siempre en efectivo.

Cuando el dinero llenó la cartera de Silvana la noche envolvía a Tacna. Era hora de regresar a Arica, de subir a un taxi, el Hyundai gris de Marco Antonio Peñaranda Leyte. La mujer y Cristian se acomodaron el asiento trasero y el sueño empezó a encontrar al cansancio.

Son las 22:00 horas y un empresario ariqueño decide volver a su ciudad tras un lunes en Tacna. El sujeto viajó hasta Perú acompañado de su mujer, su suegra y sus dos hijos pequeños. El aire acondicionado refresca el ambiente mientras el hombre conduce sin esfuerzo. La fronteriza ciudad peruana es destino frecuente.

La experiencia le decía que en la línea de tren que cruza la carretera en el sector de Los Palos -10 km. al sur de Tacna- hay una patrulla de la policía peruana. "Siempre, siempre; yo vez que paso por ahí en la noche, y paso harto, siempre hay una patrulla". Ahora no estaba. Se dio cuenta cuando dos autos que lo habían adelantado metros atrás pasaron raudos, sin obedecer al Pare del cruce.

El taxi blanco

El empresario rompe su esquema y no se detiene. Y a poco andar queda tras un vehículo. "Era un taxi blanco, de estos típicos taxis peruanos, de la ciudad, urbano". El taxi baja la velocidad y el jefe de familia acelera y lo adelanta. Avanza. Aparece una curva. Y el taxi blanco intenta adelantarlo. Las luces de un camión sorprenden a ambos vehículos. El ariqueño reacciona, aprieta el freno y el taxi logra pasar. Tras la curva, la experiencia dice que hay una pendiente que baja.

"Ohh…el gueón… la cagó, llegó y dobló en U". La exaltada voz del conductor Marco Peñaranda rompió el letargo que acunaba a Cristian y Silvana en el asiento trasero del Hyundai. El protagonista es el taxi blanco. Mientras el taxi internacional que conducía Peñaranda se trasladaba hacia Arica, un taxi interurbano –peruano- iba en dirección a Tacna y repentinamente giró en U. Los Barraza Valenzuela pasaron junto a él. "Estaba lleno, adelante, atrás y, como era station, había aún más gente atrás. Eran como ocho…", dirá luego Cristian. Pero antes, comenzarían a descender por una pendiente.

El protagonista es el temor, quizá el miedo y el pánico también. El protagonista va a bordo del Hyundai. El taxi internacional donde viajan más de 18 millones de pesos en una cartera. Y donde Cristian Barraza y su mujer están sentados en el asiento trasero.

La persecución

"El auto blanco nos venía siguiendo y después quiso adelantarnos, pero no pudo porque venía otro en sentido contrario. Bajó la velocidad y se puso detrás de nosotros y después aceleró y se puso a la derecha de nosotros". Eso pasaba adentro del Hyundai.

Desde algunos metros más atrás, el empresario que viajaba con su familia veía que la puerta trasera del lado izquierdo del taxi blanco –que se desplazaba a unos 100 km/h- se abría y algunos ocupantes sacaban parte de sus cuerpos por ahí. Pero no vio que tiraron algo que quebró la ventana del copiloto del Hyundai.

Desde el asiento trasero Cristian sí lo vio. "Y el caballero (Peñaranda) empezó a acelerar y empezó la balacera.  Los disparos empezaron a pegar en la puerta del copiloto. Y venía una curva y el chofer baja la velocidad y siento como tres o cuatro balazos. Y el caballero quedó botado en el volante, como que se desvaneció. Y en eso me levanto para agarrar el manubrio y mi señora que agáchate, agáchate y yo me agacho y suelto el volante".

El empresario y su familia se habían convertido en testigos. "Veo que el auto (Hyundai) cruza la carretera y se va saliendo y, de repente, se da una vuelta como trompo y vuelve a cruzar la carretera y se da un par de vueltas de campana". Nos dimos como cinco o seis vueltas, en realidad no sé cuantas, pero fueron hartas, complementaría Barraza.

El robo

El Hyundai tenía las ruedas apuntando hacia el cielo negro. Adentro, Peñaranda botaba sangre, pero ya no vivía, y Cristian y Silvana estaban atrapados en el asiento trasero. Más atrás, el auto familiar bajaba la velocidad. "¡Nooo! ¡No parí, no parí!", decía una de las mujeres que viajaban en el auto familiar. La suegra o la esposa.

El taxi blanco estaba más adelante, estacionado en la berma. Un grupo de sujetos, con pasamontañas y armas de fuego, bajaron y corrieron hacia el vehículo volcado. El auto familiar alcanzó a ver la carrera de los hombres en la oscuridad y siguió su rumbo hacia el paso fronterizo Santa Rosa. Faltaban cerca de diez kilómetros.

- ¡La plata, la plata, la plata!- gritan los encapuchados. En el recuerdo de Cristian las voces tenían acento peruano.

- No me mate, no me mate, por favor. Ahí está la plata, ahí está- gime Silvana mientras arroja, como puede, su cartera hacia el exterior.
Cristian ve que un tipo se arrodilla, abre el bolso y revisa el dinero.

- ¿Está toda, está toda?- preguntan otras voces.

- Sí, está toda- responde el sujeto arrodillado, mientras se para. Todos corren al taxi blanco. Y arranca. Cristian y Silvana logran salir del Hyundai y ven, a lo lejos, las luces del auto en dirección a Tacna. Adentro, los dieciocho millones de pesos. "Nunca me habían robado", dice Cristian Barraza, ya en Arica, en su casa.

El chofer del taxi internacional, Marco Antonio Peñaranda Leyte, de 37 años, murió instantáneamente durante los segundos finales de la persecución.

Tras el incidente, su cuerpo fue trasladado al Servicio Médico Legal de Tacna para realizarle la autopsia de rigor, la que en horas de la tarde de ayer, martes, habría determinado que el ciudadano chileno murió producto de un impacto de bala en el cuello.

El cadáver de Peñaranda Leyte fue llevado a Arica cerca de las 17:30 de ayer. Ahora, toda la investigación del robo armado está en manos de la justicia peruana.

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