SANTIAGO.- Yuliano Borís Díaz (54 años) es de aquellas personas que pueden atravesar un muro si se lo proponen. Es el director del Colegio Eduardo Martín Abejón de Constitución, en la Región del Maule, que pese a educar a niños vulnerables ha obtenido destacados resultados en la prueba Simce.
En su calidad de director, no le tirita la voz cuando habla de sus objetivos y reconoce que es exigente y que no le tiembla la mano cuando les debe pedir a sus profesores que no consiguen resultados que busquen suerte en otra institución si no mejoran.
Cuenta que su primera escuela, Santiago Oñederra, la levantó sin plata en un salón de pool de esa ciudad del Maule, al punto que con sus propias manos clavó paredes y aserruchó madera para armar sus salas.
Como un aficionado al canotaje de toda la vida, es todo músculo y fibra. Y aunque no supera el 1,70 metro de estatura, para retarlo a una pelea habría que pensarlo dos veces. A primera vista, un duro de verdad. Pero sólo le basta un recuerdo para quebrarse. Y esta semana vivió uno de esos momentos en que una persona se desarma como un castillo de naipes.
Un ex alumno suyo, de esos que nacen con todas las condiciones adversas posibles, y que hoy es un maduro padre de familia, quería hablar con él porque su hijo, que se tituló de profesor de Inglés, va a empezar a hacer clases en el Martín Abejón.
"Vino al colegio este papá que fue mi alumno. Me dice 'quiero hablar contigo. Se acuerda que hace años atrás vine a dejar a mi hijo de la mano al kinder, bueno ahora lo quiero venir a dejar acá como profesor'", recuerda Yuliano, a quien de pronto le aparece un nudo en la garganta. Debe tomar aire y respirar hondo para recuperar la voz. "Esas cosas van marcando", dice a punto de llorar.
Compromiso en medio de la adversidad
La historia de Yuliano Borís Díaz y del Colegio Eduardo Martín Abejón no deja de llamar la atención. Se trata de una institución de estrato socioeconómico medio bajo, enclavado en una de las poblaciones más estigmatizadas de esta ciudad, llamada Manuel Francisco Meza Seca, pero que en los últimos años se ha ubicado entre los cinco mejores establecimientos con puntajes Simce del país.
En los resultados de 2011 de esta prueba –que se dieron a conocer el año pasado–, su colegio promedió 327 puntos en Lenguaje, Matemática y Ciencias Naturales, ubicándose en el tercer lugar a nivel nacional y siendo sólo superada por los establecimientos Francisco Ramírez (San Ramón) y Constitución (institución particular de la VII Región), y empatando con el prestigioso The Grange School (La Reina).
Matrículas no se completan por el estigma
Dice que no le gusta vanagloriarse de sus resultados, pero afirma que nadie "nos pesca". Ni siquiera le dan una medalla o reconocimiento a su colegio en los actos municipales.
"Eso pasa porque la gente de la ciudad no quiere mezclar a sus niños con mis cabros, con los 'atorrantes' de esta población, que es tremendamente estigmatizada por la idea de la droga, el alcoholismo y las pandillas juveniles. Esta población fue una de las primeras soluciones habitacionales de Constitución, que nace a partir de campamentos. Tengo 605 matriculados, pero tengo más vacantes y no los vienen a matricular aunque tenemos buenos resultados", explica.
Aunque esta vez sí ocurrió una excepción. Con motivo del tercer aniversario del 27-F, el ministro de Educación, Harald Beyer, lo invitó a compartir su experiencia y destacó sus resultados. Esta fecha también es importante para el colegio porque en sus terrenos, que facilitó Yuliano Díaz, se pudo instalar la aldea de emergencia "Antofa", donde viven damnificados por el tsunami, la mayoría de cuyos niños va gratis a clases al Martín Abejón.
¿Pero cuál es el secreto de este director? ¿Cómo logró estos resultados? Él dice que no fue espontáneo ni caído del cielo, que todo fue un proceso. Después del colegio Santiago Oñederra, fundó otra escuela cerca del río Maule, terrenos que le fueron expropiados por el Fisco para construir el puente Cardenal Silva Henríquez.
"Era una escuelita de madera, chiquitita, con sólo siete salas, que no valía mucho. Me ofrecieron 80 millones, que pudo ser harta plata hace 10 años, pero no me alcanzaba para hacer otra escuela. Fui a hablar con el subsecretario de Educación de la época, a explicarle que con esa plata no podría seguir enseñando a mis alumnos, que eran pobres. Entendió y me dieron más plata, con lo que tampoco me alcanzaba para hacer el Martín Abejón. Pero como soy autoconstructor, pude abaratar costos y me volví a endeudar", recuerda.
Ya con el colegio construido, pasó el tiempo y Yuliano Díaz empezó a inquietarse. Se tomaba el pelo por los bajos puntajes del Simce. Sintió tocar fondo cuando sus alumnos promediaron 239 puntos en Lenguaje. Fue entonces cuando decidió dejar el canotaje y dedicarse tiempo completo a la escuela, confiando en que podía conseguir buenos resultados como el Francisco Ramírez, que también era un colegio para alumnos vulnerables.
Así lo recuerda: "Reuní a los profesores y les dije: 'Miren, con estos puntajes quién pondrá a sus niños acá. A nosotros nos pagan por esto, hagámoslo bien'". Lo que vino fue modificar el modelo educativo del colegio, aumentando la exigencia y haciendo obligatorio que los alumnos aprendieran a leer en 1° básico.
"También creamos un modelo de lectura, que es un papelógrafo, donde ponemos un texto cualquiera, como la explicación de los puntos cardinales, e interactuamos con los niños. Todos repiten en voz alta hasta que el texto se hace fluido, finalmente el profesor silencia la voz y solo leen los alumnos. Después comienza la interacción en base a las Operaciones del Pensamiento, que es clasificar y ordenar la información. Con eso potenciamos la comprensión de lectura", explica, lo que, a su vez, sirve a los estudiantes para aplicarlo en cualquier materia.
A esto se suma reforzamiento e incluso clases particulares para los estudiantes, los que también formaron en orquesta y tienen clases de ajedrez. Además, el director lleva en su libreta los registros semanales con los avances de sus estudiantes.
"Mis cabros no tienen nada, aquí estudian gratis. Pero cuando le das realmente las herramientas, pueden avanzar. Antes, la aspiración máxima de mis niños era hacer el Servicio Militar y la de las chiquillas, juntarse con alguien. También representaban el 10% de la población penal de la ciudad. Con orgullo puede decir que tengo cien ex alumnos en la universidad, y muchos de ellos eligieron educar como profesión", cuentas Yuliano Díaz, agregando que el director que quiera lo puede contactar para compartir el método que usa en el Eduardo Martín Abejón.