SANTIAGO.- Estaban golpeados, unos más, otros menos, y eso fue determinante en el desarrollo del segundo y, hasta ahora, último debate presidencial.
Los resultados de la encuesta CEP, conocida en la víspera, determinaron claramente las posiciones que cada uno de los abanderados tomó al momento de iniciarse el programa y por ello, la formalidad se impuso con fuerza, y con dureza, la primera media hora.
No sólo el formato televisivo –cuatro candidatos sentados con escritorios, frente a cuatro periodistas y una nueva modalidad de preguntas y tiempos de respuestas- fue determinante y llevó a los candidatos a ser más mesurados en sus tonos y argumentaciones.
También lo fue el hecho de que quien era ganadora indiscutida, la oficialista Michelle Bachelet, ya no tenga el camino pavimentado según el sondeo CEP; o que los candidatos de la oposición, Joaquín Lavín (UDI) y Sebastián Piñera (RN) estén jugándose la vida en unos puntos.
Por ello, quizás, no sorprendió el cambio radical que Lavín imprimió a su discurso y a su imagen. No sólo ordenó su pelo, si no que, abandonó el tono beligerante y confrontacional que usó en el debate anterior y que hoy lo tiene encumbrado entre los políticos con mayor rechazo popular.
A partir de eso todo se vio más formal. El humanista Tomás Hirsch (del pacto Juntos Podemos Más) se mantuvo en su trinchera con un mensaje díscolo y rupturista; Piñera casi no varió su estilo lleno de frases floridas y Michelle Bachelet intentó aparecer tranquila, pausada y hasta tímidamente sonriente frente a la adversidad momentánea de un sondeo.
Es más, la formalidad consiguió que nadie corriera; ni los candidatos ni los periodistas y que aún así se lograra mantener la atención del televidente pese a que el programa duró media hora más que el primer debate.
Efectos visibles
Los resultados de la encuesta CEP gatillaron dos hechos notorios del debate. Los candidatos de la oposición jugaron su propio partido buscando inclinar la balanza entre el electorado del sector.
A diferencia del debate pasado, Lavín se hizo cargo de la presencia de Piñera y le planteó un trabajo unitario. "Si hacemos trabajar esta sociedad”, aseguró, la Alianza ganará; y más adelante le reiteró la necesidad de ello, recibiendo la ayuda de Hirsch que le facilitó su slogan "juntos podemos".
Además, el presidenciable UDI dio otra seña de asumir la realidad al parafrasear los ejemplos de Piñera en relación al combate de la delincuencia y utilizó las dos manos –"una dura y la otra más dura"- y la cabeza. Y como si fuera poco, en sus minutos de despedida, volvió a apuntar al RN y la necesidad de dejar que el electorado resuelva el 11 de diciembre quien pasa a la segunda vuelta.
El abanderado de RN, en cambio, se posicionó como el representante opositor de mejores expectativas y no sólo no identificó a Lavín por su nombre –lo denominó "el otro candidato"-, si no que remarcó la caída del ex alcalde y su alto nivel de rechazo.
En el caso de Michelle Bachelet, la encuesta puede haber determinado el cambio de posición que expresó en algunos temas. No sólo se corrigió con respecto a la firma de un TLC con China, señalando que los temas económicos van por carriles distintos a los políticos (derechos humanos), si no que afirmó que no subirá los impuestos en su gobierno.
Hubo debate
Pero esa formalidad, que amenazaba con tomarse el debate, duró sólo las primeras cinco preguntas. Conscientes de lo que está en juego, los candidatos reaccionaron y se rebatieron, criticaron e interpelaron directamente.
Por primera vez, los cuatro abanderados dejaron de ser autistas y se hicieron cargo de los dichos de su contrario (y en eso tuvo mucho que ver la pregunta de Mauricio Bustamante sobre ideas originales y populistas).
Por eso, Michelle Bachelet enfrentó a Lavín para decirle que tenía un discurso destructivo y éste minutos más tarde dijera: “quiero responder a Michelle y decirle que yo nunca he dicho que está todo malo”.
También por eso Hirsch le enrostró a Lavín que sostenga que el sistema binominal no dice relación con la exclusión en Chile y no le dé importancia; o que Piñera saliera la paso del humanista y calificara de errada su propuesta en orden a desahuciar todos los TLC firmados; y que Bachelet considerara populista la oferta de jubilación para las dueñas de casa hecha tanto por Lavín como Piñera.
Como en la vez anterior, los temas valóricos permitieron diferenciar más contundentemente a los presidenciables (ellos mismos reconocen que la desigualdad y la pobreza son los temas de la campaña). Mientras Hirsch se mostró abierto partidario del matrimonio de los homosexuales y su opción de adoptar hijos, Lavín y Piñera lo rechazaron de plano. Michelle Bachelet, en cambio, no se definió y se remitió a aclarar que el matrimonio no está contemplado en su programa porque Chile no está preparado para dar un paso así.
Fieles a su ADN
Pese a que en esta oportunidad estuvieron dispuestos a sacarse al pizarrón, ninguno de los abanderados corrió el riesgo de abandonar su ADN.
Hirsch emplazó a los otros a sostener otro debate y sabiendo que no tiene nada que perder aventuró juicios como que los 600 mil cesantes que existen se mantienen ex profeso para así justificar bajos salarios.
Lavín buscó sorprender, pese a lo maniatado que quedó después de la negociación de los comandos. Logró el clímax cuando levantó la solapa de su chaqueta e hizo el ademán de querer sacar algo; pero la maniobra concluyó en su declaración de que ahí tenía el programa del Presidente Lagos de 1999 y que muchas cosas no se habían cumplido. También su ADN determinó que fuera el único candidato que se hizo cargo de una manifestación en el exterior del local y que respondiera al programa “Un techo para Chile” que se hará cargo del tema de los campamentos.
Piñera también fue fiel a su estilo y no abandonó sus frases llenadas de metáforas y referencias como cuando usó la figura del invicto arquero de la UC en 1.400 minutos para plantear que él debería estar en Aduanas atajando los goles que le meten al Gobierno.
Este ADN fue el que posibilitó que los mejores pasajes del debate estuvieran en los últimos minutos, cuando los candidatos ya estaban relajados e incluso, dispuestos a reírse.