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Cardenal Errázuriz llama a optar por la paz en nuestra convivencia

El Arzobispo de Santiago, Francisco Javier Errázuriz, instó a que "optemos por amar de manera sorprendente, por perdonar y respetar sin límites, por apoyar y servir sin condiciones, por amar a los que están más solos, más tristes y afligidos", en su mensaje de Navidad, dado a conocer esta Nochebuena.

24 de Diciembre de 2006 | 21:15 | El Mercurio Online
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Mensaje de Navidad.

El Mercurio.

SANTIAGO.- Un llamado a optar por la paz y el amor para disipar así las tinieblas que amenazan nuestra convivencia, formuló el Cardenal Francisco Javier Errázuriz en su mensaje de Navidad, dado a conocer en Nochebuena.


“La historia de Jesucristo nos mostró otra imagen de Dios. Su nacimiento en Belén, su prontitud para perdonar a lo largo de su vida, la  generosidad de sus dones, el poder que brillaba en sus gestos bondadosos y sabios, nos dicen claramente que su amor superó todas nuestras expectativas, que fue sorprendente y que sigue siendo asombroso porque es un amor realmente sobreabundante”, señala el Arzobispo de Santiago en su mensaje.


“Optemos –agrega- también nosotros por el camino de Jesús. Seamos discípulos suyos para que todas las noches sean noches de paz y de amor, y para disipar las tinieblas que amenazan nuestra convivencia. Optemos por amar de manera sorprendente, por perdonar y respetar sin límites, por apoyar y servir sin condiciones, por amar a los que están más solos, más tristes y afligidos”.
 
Recordando a San Alberto Hurtado, Monseñor Errázuriz  invitó  a los chilenos a ser muy generosos. “Viene a nuestra memoria el testimonio de San Alberto Hurtado. Recordando a Jesús nos proponía dar hasta que duela. Viviendo así le decía a Jesús: ¡Contento, Señor, contento! Démonos los unos a los otros de manera tan sorprendente, que recuerde la acogida que le brindó María al Hijo de Dios en nuestro nombre, que recuerde sobre todo la bondad inconmensurable del mismo Dios, y que geste entre nosotros la transparencia, la paz, la contemplación y el amor entrañable que admiramos en el Nacimiento de Jesús en Belén”.


Optemos por el camino de Jesús


"Me duele leer en un cuento de Navidad, escrito por un niño sumamente pobre, que sus padres nunca le hablaron de la Navidad, porque no podían comprarle regalos. Me duele, porque la celebración del nacimiento de Jesús en Belén está unida para la mayoría de los chilenos a los más hermosos recuerdos de su niñez. En efecto, nos sobrecogen recuerdos familiares en torno a pesebres que cobraban nueva vida al salir de las cajas en que los guardaban año a año", comenzó diciendo el Cardenal. 


"Más que la alegría por los regalos, aflora en nuestra memoria el recuerdo de personas muy queridas, que fueron para nosotros como ventanales abiertos a los horizontes más humanos, más espirituales y más profundos de nuestra existencia; a aquellos que nos llenan de esperanza. Una canción de Navidad entreteje esos recuerdos: “Noche de paz”, señaló.


El Arzobispo recordó "no siempre las noches son de paz y de amor. A veces se nos viene encima la oscuridad densa de otras noches. No sólo a nosotros. Como una noche cerrada sentía el pueblo escogido la sujeción al emperador romano, los cuantiosos impuestos que debía pagar, los nombramientos de las autoridades civiles y religiosas hechos en Roma, entre ellos del rey Herodes. Como una noche muy triste constataba la penetración de culturas del todo ajenas a sus convicciones".


"Junto a muchos signos de esperanza, también nosotros hemos experimentado y seguimos experimentando la noche desoladora de la violencia y de la inequidad, de los dolorosos desempleos y de la educación mediocre, de las indignas corrupciones y de desalentadoras pugnas, de las deslealtades tristes y de lamentables ambiciones, de largas ingratitudes y de arbitrarias cegueras ante las evidencias de la verdad", dijo.


"Para el pueblo que caminaba en sombras de muerte, en Belén, en la pobreza de la gruta y ante la mirada contemplativa y agradecida de María y de José, Dios hizo salir el Sol. Quería vencer el mal por el bien. Con el nacimiento de Jesús Dios puso así un nuevo comienzo, un nuevo inicio de la historia, un punto de partida tan novedoso y fecundo que los pueblos que acogieron el cristianismo comenzamos a enumerar los años en relación al nacimiento de Cristo: los anteriores y los posteriores a Belén", manifestó.


"No faltan quienes reconocen, aun sin ser cristianos, ese nuevo inicio, valorando a Jesucristo como un ser extraordinario, y su doctrina como una luz admirable para vivir en paz y fraternidad. Los que hemos recibido el don inmerecido de la fe, sabemos que en Belén ocurrió algo inaudito. El Hijo de Dios, que es Dios y Señor, nació en la pobreza de Belén e ingresó así a nuestra historia para iluminar nuestros pasos, enseñándonos quién es Dios, cuáles son sus designios de amor, cuán grande es la dignidad plena de toda vocación humana, qué valor guardan nuestros anhelos de fraternidad y de cielo", dijo.


Más adelante señaló que "el Hijo de Dios entró a la historia como nuestro hermano, porque quería liberarnos del mal y revelarnos que Dios es nuestra vida, nuestro camino, nuestra verdad y nuestra alegría. Venía a abrir nuestra existencia a esa realidad sorprendente de ser familiares y colaboradores de Dios. Con razón los ángeles inundaron la noche de los pastores con su canto: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por Él”.


"También en nuestra patria queremos celebrar un nuevo comienzo. Vamos en camino al Bicentenario. No queremos para nosotros las noches de la injusticia, las enemistades, la infidelidad, la miseria, la violencia, la droga y la deshonestidad. Queremos que brille entre nosotros la novedad que nos hace felices, que nos confiere paz, que estrecha nuestra fraternidad, que nos invita a respetar y favorecer la vida de todos, que abre el cielo a nuestros anhelos de vida y trascendencia. Todos ellos, proyectos que nos invitan a acercarnos a Belén para asumir los dones que brillan en ese inicio gozoso de paz, de reconciliación y de benignidad", postuló.


El mejor regalo


"No nació Jesús como un niño no deseado. Por el contrario, sus padres, los pastores y después los sabios de oriente lo acogieron como un maravilloso don de Dios. Más tarde lo acompañaron y lo escucharon, guardando sus palabras y sus iniciativas en la profundidad contemplativa del corazón, y aceptando el misterio de ocuparse de las cosas de su Padre. ¡Cuántos niños quieren ser acogidos, escuchados, favorecidos en sus anhelos y en sus proyectos de bien, como lo fue Jesús! Sería para ellos el mejor regalo de Navidad, enfatizó.


"Nos maravilla que Dios haya puesto un inicio como éste para darle un nuevo rumbo a la historia de la humanidad. No nació Jesús en un palacio, ni entre judíos de notables estudios. José y María ni siquiera encontraron para su nacimiento un lugar en las posadas. Nació en una pesebrera en las afueras de Belén. José, su padre adoptivo, un carpintero, hombre trabajador y dispuesto a las indicaciones de Dios y al servicio, hombre interior de espíritu noble e inclinado a la oración. Su madre, una de las jóvenes amantes de la historia sagrada de su pueblo, que transparentaba alegría, bondad, vida interior y sinceridad. Maravillosa en su interior. Pero según las categorías del mundo, ella era una joven más, y su padre, un trabajador más. ¡Qué equivocadas son nuestras categorías para juzgar lo que es importante en la historia!


"Siempre es así. Se vence al mal por el bien en lo pequeño, en lo cotidiano, en la rectitud del corazón, caminando bajo la mirada sabia de Dios. Se vence, acogiendo los dones de Dios, admirándolos, agradeciéndolos, dejando que nuestro espíritu se compenetre de tanto amor inmerecido. Se vence el mal por el bien, amando al Niño recién nacido, tratándolo con ternura, sonriéndole y presentándolo a pastores y sabios. Se vence, optando por la sencillez del Niño, por una existencia que no despierte temor, que enaltezca a los demás por la confianza que les regalamos. La nuestra será un eco a la confianza de Dios, que depositó al Niño Jesús en los brazos de María", señaló.


El Cardenal dijo con sentimiento que "nadie se habría atrevido a pensar, ni siquiera a soñar, que Dios vendría a nuestro mundo y se insertaría en la historia como nuestro hermano. Muchos pueblos imaginaron lejano al creador del universo. Intuyeron que no aceptaba el mal entre los hombres. Supusieron que debían aplacar su ira, y que Él nunca se acercaría a los pecadores".


"La historia de Jesucristo nos mostró otra imagen de Dios. Su nacimiento en Belén, su prontitud para perdonar a lo largo de su vida, la  generosidad de sus dones, el poder que brillaba en sus gestos bondadosos y sabios, nos dicen claramente que su amor superó todas nuestras expectativas, que fue sorprendente y que sigue siendo asombroso porque es un amor realmente sobreabundante", profundizó.


E instó: "Optemos también nosotros por el camino de Jesús. Seamos discípulos suyos para que todas las noches sean noches de paz y de amor, y para disipar las tinieblas que amenazan nuestra convivencia. Optemos por amar de manera sorprendente, por perdonar y respetar sin límites, por apoyar y servir sin condiciones, por amar a los que están más solos, más tristes y afligidos".
 
"Viene a nuestra memoria el testimonio de San Alberto Hurtado. Recordando a Jesús nos proponía dar hasta que duela. Viviendo así le decía a Jesús: ¡Contento, Señor, contento! Démonos los unos a los otros de manera tan sorprendente, que recuerde la acogida que le brindó María al Hijo de Dios en nuestro nombre, que recuerde sobre todo la bondad inconmensurable del mismo Dios, y que geste entre nosotros la transparencia, la paz, la contemplación y el amor entrañable que admiramos en el Nacimiento de Jesús en Belén. ¡De corazón les deseo una Navidad llena de su presencia y de su paz!", finalizó.

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