SANTIAGO.- Para los historiadores, las circunstancias en que murió Salvador Allende estaban claras. El doctor Patricio Guijón siempre ha sostenido que el 11 de septiembre de 1973, estaba cerca del Presidente cuando éste se disparó con un fusil AK-47 tras resistir el ataque a La Moneda.
Sin embargo, el lunes 23 de mayo se volvió a exhumar su cadáver para someterlo a una autopsia con el fin de determinar judicialmente qué provocó su muerte, debido a testimonios que han generado discrepancias con la versión de Guijón.
A la espera de esta verdad judicial, los misterios sin resolver en este caso traen a la memoria muertes de otros gobernantes -en el poder por las urnas o las armas-, que también se han visto rodeadas de enigmas o dudas que nunca se han aclarado.
Hitler: ¿Morir como un cobarde o como un gran general?
Si Hitler se disparó o se envenenó, fue un misterio que se guardó como secreto de Estado en la ex Unión Soviética, cuyo ejército fue el primero en pisar Berlín en la II Guerra Mundial.
La tradición castrense mide a los grandes generales por la forma en que eligen morir. Envenenarse implica un último acto de cobardía, a diferencia de optar por una bala para reafirmar las acciones seguidas en vida. Por ello, a la propaganda soviética le convenía establecer que el 30 de abril de 1945, ya derrotado en su bunker, el dictador alemán había optado por ingerir una cápsula de cianuro.
Con los años, los rusos fueron entregando evidencias a gotas. En 1955, por ejemplo, divulgaron detalles odontológicos para demostrar que encontraron los restos incinerados de su enemigo.
Para muchos, las dudas llegaron a su fin en abril del año 2000, cuando, por motivos de una exposición titulada "Agonía del Tercer Reich", un museo de Moscú exhibió un fragmento del cráneo de Hitler, en el que se ve perfectamente el agujero producido por una bala. La prueba fue cuestionada posteriormente y los enigmas continúan, aunque ya pocos historiadores descartan que no muriera en su bunker, escuchando la intermitente caída de las bombas sobre Berlín.
John F. Kennedy: ¿Víctima de un golpe de Estado?
Lee Harvey Oswald, el presunto asesino de John F. Kennedy, negó haber realizado los disparos que acabaron con la vida del 35° de Presidente de EE.UU, asegurando que él fue sólo un señuelo. La versión sólo aumentó las suspicacias, ya que el sujeto también fue acribillado dos días después del magnicidio por otro personaje misterioso, Jack Ruby, un empresario nocturno de poco éxito vinculado al hampa.
Las teorías son innumerables. Algunas aseguran que Kennedy fue víctima de un golpe de Estado encubierto impulsado por organismos de su Gobierno. Pero la lista de sospechosos es infinita e incluyen al Sistema de Reserva Federal, la CIA, la KGB, la Mafia, el director del FBI, J. Edgar Hoover, incluso Richard Nixon, el ejército de EE.UU y el régimen cubano. Sin embargo, oficialmente se señala que Oswald es el único culpable.
Juan Pablo I: ¿El Papa que enfrentó a la mafia?
Sólo 33 días alcanzó a liderar la Iglesia Católica el Papa Juan Pablo I. El Vaticano señaló que un infarto agudo al miocardio acabó con su vida, mientras leía. La película El Padrino III insinúa que la mafia estuvo involucrada en su muerte.
¿Qué hay de cierto en eso? Muchas teorías conspirativas, alimentadas básicamente porque, tras fallecer el 29 de septiembre de 1978, hubo versiones contradictorias del círculo cercano de Albino Luciani, nombre real de Juan Pablo I, sobre las horas previas y posteriores a su muerte.
Primero se informó que, a petición de sus familiares, no se le hizo autopsia. Pero un benedictino que trabajaba en la Secretaría de Estado reveló que sí la hubo. El resultado de los peritajes forenses arrojó que murió por una dosis fortísima de un vasodilatador, fármaco que le habría recetado su médico personal, versión que el especialista negó con los años. También se duda del infarto, ya que una persona que lo sufre, no muere con "una sonrisa" mientras lee, sino que deja pistas evidentes de lucha y dolor por tal padecimiento.
Versiones siempre desmentidas por el Vaticano, apuntan a que Juan Pablo I pagó el precio por sus arriesgadas decisiones, como intervenir el Banco Vaticano, tras asumir los costos de 240 millones de dólares por la quiebra de su socio, el Banco Ambrosiano, además de hacer frente a la masonería y a la mafia.
Stalin: ¿Un complot mortal?
Los rusos aún no se ponen de acuerdo sobre el legado de Stalin, cuyos largos años en el poder le significaron a la ex Unión Soviética convertirse en una superpotencia, a costa de 20 millones de personas muertas en purgas y ejecuciones.
Desde el momento que se comunicó su deceso, el 5 de marzo de 1953, los soviéticos no creyeron que éste se produjo de forma natural debido un derrame cerebral causado por la hipertensión.
Versiones extraoficiales atribuyeron la muerte de Stalin a un malintencionado tratamiento médico al que fue sometido, pero que lo terminó envenenando. Se sospecha del jefe de los servicios secretos, Lavrenti Beria, quien quiso adelantar la muerte del líder, ya que, según archivos de la época, Stalin se preparaba para dejar el poder, lo que incluía la eliminación de Beria. Así, en tratamientos de sauna, se lo habría expuesto a bacterias modificadas capaces de afectar a órganos humanos.
Cierto o no, Stalin agonizó varios días en su cama, acompañado, entre otros, de Beria, quien al verlo recuperar la conciencia, le pedía que se recuperara. Pero lo insultaba en cuanto volvía a caer en un estado comatoso, hasta que no despertó más.
Napoléon: Demasiados enemigos para morir en paz
Odiado por gran parte de las monarquías europeas, Napoléon Bonaparte fue desterrado por los británicos a la isla de Santa Elena en el Atlántico. Allí, acompañado de "amigos" obligados a seguirlo, amantes y personas que más que admiración le temían, se dedicó a escribir sus memorias, mientras un fuerte dolor intestinal fue minando su salud, hasta fallecer de un cáncer al estómago el 5 de mayo de 1821.
Al menos así se creyó por más de 180 años, hasta que en mayo de 2000, el FBI confirmó las sospechas: el emperador fue víctima de un envenenamiento progresivo con arsénico.
La conclusión del estudio, presentado en París por expertos a la "Sociedad Napoleónica Internacional", llegó a los mismos resultados de los análisis previos realizados a restos de cabello del general.
Éstos estaban tan impregnados de arsénico, que es inevitable no pensar que fue la causa de su muerte. Aún falta saber quién o quienes lo mataron. Se sospecha del general Charles-Tristan de Montholon, el único que tenía acceso a los alimentos y vino de Napoleón. Pero la verdadera razón es difícil de determinar cuando se tienen tantos enemigos.