AMHERST, Massachusetts.- Se les podría llamar microbios con el toque de Midas.
Algunos organismos microscópicos simples, que se desarrollan donde la mayoría de las formas de vida no pueden sobrevivir, y que se les conoce como extremófilos, pueden llevar a cabo una hazaña impresionante al convertir desechos de oro disuelto en pepitas de oro sólido.
El catedrático de la Universidad de Massachusetts, Derek Lovley, descubrió este poder especial de los microbios cuando experimentaba con microorganismos similares y su capacidad de degradar desechos tóxicos.
Actualmente, está empleando a los extremófilos para que expliquen cómo se pudieron haber formado algunas vetas de oro.
Los extremófilos, llamados así porque viven en condiciones extremas como en manantiales de agua candente y respiradores volcánicos en el océano, aspiran oro disuelto y lo convierten en depósitos de oro sólido.
"Ellos emplean metales disueltos como el hierro, el uranio y el oro de la misma manera como nosotros utilizamos el oxígeno", señaló Lovley.
Los resultados de los experimentos de Lovley fueron publicados el mes pasado en la revista Applied and Environmental Microbiology.
La conversión que se lleva a cabo en el interior del extremófilo es un proceso simple: Un metal disuelto es absorbido a través de una enzima que protege al microbio, y luego es excretado como sólido. Las partículas sólidas son pequeñas, pero pueden ser vistas si varias de ellas se aglutinan.
Lovley afirma que el proceso no es lo suficientemente eficiente para interesar a los fabricantes de joyas, porque se necesitaría un millón de microbios para generar un gramo de polvo de oro sólido.
Sin embargo, los propietarios de minas de oro quieren emplear esta tecnología para recuperar trazas del metal que se podrían perder en las corrientes subterráneas de agua, indicó Lovley.