SAN FRANCISCO, EE.UU.- Estar empleado en Google no es trabajar para una empresa convencional, sino hacerlo en una compañía que, para alcanzar los mayores niveles de innovación, se rige por métodos y por un funcionamiento que poco o nada tienen que ver con el resto, explican cinco jóvenes empleados españoles.
Carlos, Ernesto, Pablo, Alonso y Albert son cinco españoles menores de cuarenta años empleados en la que por muchos es considerada la meca de la innovación, la sede central de Google en Mountain View (California), y todos coinciden en una misma afirmación: "trabajar para Google es una cuestión de actitud".
Esta frase, de entrada desconcertante, la explica Carlos Emilio Gómez, quien a sus treinta años es miembro del equipo de Estrategia de Negocio Global y Embajador de Google en Motorola: "Necesitamos gente de mentalidad y actitud abiertas. Hemos rechazado a candidatos increíbles para puestos de trabajo en los que encajaban por currículum sólo por cuestión de actitud".
Según Gómez, la gran mayoría de los casi 50.000 trabajadores que tiene la empresa creadora del buscador más utilizado en internet comparten unas características que dentro de la empresa han bautizado como "Googliness" y que, literalmente, son "aquellas que permiten distinguir si alguien es apto o no para trabajar en Google".
El "Googliness" de una persona no viene marcado por el currículum, por los estudios o por la experiencia laboral, ni tan siquiera por las habilidades: "Es ver si, de algún modo, el candidato se parece a la gente que ya trabaja aquí, y pronosticar en base a ello si será un buen jugador de equipo: si ha viajado mucho, si practica deporte, en definitiva, si tras pasar 30 o 40 minutos con él, sientes que quieres trabajar con esa persona".
Su colega Alonso Alarcón, valenciano y que a sus sólo 36 años es el más veterano del grupo, explica con su propio ejemplo las tesis de Carlos: "Cuando hace siete años vine a la entrevista para entrar a trabajar en Google, me puse corbata".
"Creo que, contando esa ocasión, he llevado corbata unas diez veces en mi vida. Durante la entrevista, empecé a sudar, y pedí si me la podía quitar. Los entrevistadores me dijeron que por supuesto y se echaron a reír", cuenta.
Minutos después, los entrevistadores le preguntaron a Alonso si no le desmotivaba el hecho de que el trabajo para el que optaba fuese aburrido: "no lo dudé ni un instante. Les dije: 'Ahora estoy desempleado, eso es todavía más aburrido'".
Tampoco su compañero Ernesto de la Rocha, natural de Talavera de la Reina (Toledo) e ingeniero informático que hace cuatro años que trabaja para Google, tuvo una entrevista de trabajo demasiado convencional: "debía hacer la entrevista por videoconferencia desde España. Sin embargo, estaba tan nervioso que tres días antes compré un billete de avión y vine a California para hacerla en persona".
"El entrevistador me dijo que nunca le había pasado nada igual", cuenta el joven informático, quien reconoce que cuando habla por teléfono con su madre y ésta le pregunta a qué se dedica, la única respuesta que puede darle es que trabaja "con material muy confidencial".
Carlos, Alonso y Ernesto, participaron junto a sus colegas Pablo y Albert en la charla "Jóvenes Professionals Talks. Feeling the Google Experience", organizada en San Francisco por la Cámara de Comercio de España en California.
En esta conferencia el Ingeniero de Software de Google Albert Orriols, originario de Berga (Barcelona), también compartió los temores que en su entorno generó su partida hacia EE.UU. hace cuatro años.
"Entonces yo era profesor de sistemas en la universidad, y muchos de mis colegas me dijeron: 'estás loco, ¿por qué abandonas un empleo fijo en la universidad?', pero yo lo tuve claro desde el principio, y venir a Google fue una oportunidad increíble en términos de investigación", valoró Orriols.
Su compañero, Pablo Menéndez, que trabaja en un equipo de Marketing de Productos de Google, entró en la empresa californiana como becario hace tres años.
"Al poco tiempo de empezar las prácticas, mi tutor desapareció. Le pregunté a la gente si sabían dónde estaba y me dijeron que no podían decírmelo, que era confidencial", explicó Menéndez, quien destacó que en Google "nadie te dice cómo tienes que hacer tu trabajo".