HAMPTON, Virginia, EE.UU.- Al volar por la noche por algunas de las zonas urbanas más densas de Estados Unidos, un grupo de científicos está en busca de tener una mejor idea de hacia dónde viaja la contaminación en el aire y cómo se transforma durante los fríos y oscuros días de invierno.
El papel que las emisiones de automóviles, la industria agraria y las plantas de energía juegan al contaminar el aire durante el verano, es algo que ya ha sido comprendido desde hace algún tiempo, pero por contraparte existe poca investigación sobre lo que ocurre con los mismos elementos contaminantes durante el invierno.
Esto ocurre principalmente porque durante el verano hay luz solar intensa y condiciones atmosféricas estancadas, que resultan en un peor estado del ozono.
"La contaminación más aguda ocurre cerca de la fuente emisora durante el verano, por lo que la gente se da cuenta, hace reglamentos y lo estudia", afirma Steve Brown, investigador del National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA). "Las emisiones que llevan a eso no se detienen en invierno, pero no hay mucho conocimiento sobre cuáles son los impactos en esa época del año", añadió.
Científicos creen que los contaminantes viajan distancias mucho más lejanas de su fuente emisora durante el invierno debido a que hay menos luz solar, provocando que reaccionen con la atmósfera y creen contaminantes secundarios a un ritmo mucho más lento. Al final, la investigación podría resultar en mejores pronósticos de la calidad del aire en regiones lejanas a la fuente emisora.
El NOAA e investigadores de cinco universidades auspiciadas por la Fundación Nacional de Ciencia de EE.UU., han estado realizando vuelos desde el centro de investigación de la NASA en Virginia desde el 1 de febrero, para medir los contaminantes en el aire desde Nueva York a Atlanta, llegando a Cincinnati. Estos vuelos, hechos en un avión C-130 convertido en un laboratorio aéreo, continuarán hasta mediados de marzo y se expandirán hacia el Océano Atlántico, permitiéndole a los investigadores a obtener un mejor entendimiento de lo que ocurre con los contaminantes una vez que dejan el continente.
Cada vuelo comienza con un plan en base a los patrones climáticos y se establecen zonas enfocadas en áreas urbanas, donde existen plantas energéticas de carbón, campos de extracción de petróleo y gas, lugares donde hay quemas de agricultores o de vegetación. Pero esos planes pueden cambiar en la medida que los instrumentos especialmente diseñados detecten una señal de un contaminante.
"En el caso de Atlanta, las metas serían caracterizarla, pero seguimos la contaminación mientras es empujada por los vientos hacia las comunidades rurales y suburbanas. Podemos seguirlas por cientos de kilómetros", afirma Joel Thornton, un científico atmosférico de la Universidad de Washington, que es uno de los dos principales investigadores del proyecto junto a Brown.