SANTIAGO.- El comandante en jefe de la armada, almirante Jorge Arancibia, dijo que los chilenos están divididos políticamente en dos bandos que se demonizan uno a otro y advirtió con la antigua frase: "quien siembra vientos cosecha tempestades".
La separación política del país reflota con fuerza periódicamente, en especial, con temas relacionados con el ex dictador Augusto Pinochet y con las violaciones a los derechos humanos.
Unos admiran a Pinochet y otros al presidente socialista Salvador Allende, que se suicidó en el palacio de gobierno el día del golpe militar, en septiembre de 1973.
"Esto no tendría nada de malo si no fuera por el hecho de que ambos demonizan al otro", dijo Arancibia en declaraciones publicadas hoy por el vespertino La Segunda.
"Lo que complica aún más la situación, es que a uno se le está sometiendo a proceso y al otro se le dignifica con monumentos y discursos", añadió.
Pinochet fue procesado el lunes por 57 homicidios y 18 secuestros de opositores, un mes después del golpe y desde hoy quedó bajo arresto domiciliario en su casa campestre de Los Boldos, 140 kilómetros al noroeste de Santiago.
Unos 200 izquierdistas que celebraron el fallo judicial caminaron desde los tribunales hasta una plazoleta donde se ubica un monumento a Allende, en su calidad de ex mandatario. En el mismo lugar hay otras dos estatuas de ex mandatarios.
Arancibia, en su primer comentario público tras el histórico fallo, agregó que "lamentablemente este escenario no sólo representa diferencias de opiniones sobre un tema, sino que es el caldo de cultivo para el fomento de la animosidad que, en su versión extrema, se transforma en odio".
Aunque sin nombrarlas, recordó que las fuerzas armadas entregaron el 5 de enero un informe sobre el paradero de 200 desaparecidos a manos de los organismos represivos del régimen militar, mientras otros "actúan con un desprecio increíble al prójimo, insultándolo, alegrándose de sus desdichas".
"¡Ojo!, Quien siembra vientos cosecha tempestades", advirtió.
Los 17 años del régimen militar dejaron más de 3.000 opositores muertos, entre ellos, unos 1.200 desaparecidos. Un informe oficial publicado en 1991 agrega que entre militares y agentes de seguridad hubo 132 muertos por cuestiones políticas.