SANTIAGO.- Desde la primera querella en contra del general Augusto Pinochet el 12 de enero de 1998 hasta la decisión de la Sexta Sala de la Corte de Apelaciones de dictar su sobreseimiento temporal el lunes pasado, no sólo transcurrieron más de tres años en que el caso estuvo permanentemente en el tapete, sino que también ocurrieron un sinnúmero de hechos que afectaron de una u otra forma la normal convivencia de la sociedad chilena que, sin duda, impidieron que se diera por cerrado el capítulo de la transición política, a más de 10 años de que el país recuperara la Democracia.
No obstante, se espera que una vez que el tema Pinochet comience a desaparecer de la agenda nacional, la clase política pueda retomar el diálogo político en materia de reformas constitucionales para, de esta manera, acercar puntos de vista que permitan cerrar los capítulos del pasado.
El analista político Francisco Javier Cuadra augura un auspicioso futuro en lo relativo al capítulo de la transición política. Basado en su opinión de lo que es el sistema mismo y hacia dónde debiera ir éste, Cuadra cree que al no estar el caso Pinochet enturbiando de una u otra forma la normalidad política, tendrían que producirse los consensos necesarios para alcanzar la madurez democrática que el país requiere.
- ¿En qué medida afectó el caso Pinochet -desde su arresto en Londres hasta el desenlace judicial del lunes- en el estancamiento de la transición política en Chile?
Bastante. Cuando hablamos de transición política, estamos refiriéndonos a un paso que se produce desde un punto A hacia un punto B. El punto A es, indudablemente, el escenario que hubo en 1973, momento que marcó la irrupción política del gobierno militar, y que perduró hasta los gobiernos de Aylwin y Frei.
Desde ahí en adelante hay un avance hacia lo que se podría llamar un escenario 2000, de futuro, en donde llega un Presidente de la República del mismo partido del que era Allende, pero con una agenda de futuro que se ha visto postergado, básicamente, por dos factores: uno económico, provocado por la crisis asiática y sus repercusiones; y otro político, que es el caso Pinochet, en que el escenario de1973 se ha prolongado más allá de su propia naturaleza.
A pesar de ello podría aventurar que luego de las parlamentarias de fin de año, el escenario de futuro se le va a hacer mucho más claro a Ricardo Lagos, pues ya se están decantando los problemas de la crisis económica y el caso Pinochet está en retirada tras la decisión de la Corte de Apelaciones.
-¿La transición política pasa por reformar la Constitución y eliminar los denominados enclaves autoritarios o más bien es un factor sicológico que permita una verdadera reconciliación nacional en el que se den por superados por problemas de Derechos Humanos?
Mientras más completo sea un proceso de esta naturaleza, mucho mejor. No obstante, en materia de reformas constitucionales es importante visualizar lo que ha ocurrido con el pasar de los años. Hay capítulos, como el de los derechos y las garantías constitucionales; y de la estructura regional y comunal del país, que no han sido cuestionados. Lo que sí está cuestionado es la forma cómo se estructura el poder público, que responde a una filosofía condicionada por el dato histórico que se vivía en ese momento en el mundo, el de la Guerra Fría.
Como ese contexto internacional desapareció a partir de los inicios de la década de los '90, muchas de esas disposiciones pierden su razón de ser en la actualidad.
- Si ya no vivimos en ese escenario de lucha ideológica, ¿por qué razón la derecha chilena ha sido en sumo reticente a legislar sobre el COSENA, la inamovilidad de los Comandante en jefe de las FF.AA, el papel de éstas como garantes de la institucionalidad, los senadores designados y el sistema electoral?
Tengo la impresión que más que una cuestión de principios, tiene que ver con un asunto de oportunidad política, que no es lo mismo que oportunismo, sino que oportunidad en términos de cuándo es el mejor instante para producir cambios políticos. Legislar en estas materias con el escenario '73 aún vigente, hubiera sido inoportuno.
Si nos trasladáramos inmediatamente a esa agenda de futuro planteada por Lagos y Lavín en la campaña presidencial, lógicamente que no tiene sentido la estructuración del poder político tal como está definido en la Constitución Política de 1980. En esa línea, una vez resuelto el caso Pinochet, se podría avizorar un mayor consenso sobre la necesidad de realizar ciertas reformas constitucionales.
-¿El tema de los derechos humanos debe solucionarse a través de los tribunales de justicia o mediante un acuerdo político, como una ley de punto final y la aplicación de la ley de amnistía?
Tengo la impresión que el actual capítulo judicial va a terminar inevitablemente con la aplicación de la ley de amnistía o con la aplicación de la prescripción.
Normas sobre el particular que aceleraran ese proceso podrían ser razonables en un contexto de mayor comprensión de la situación y no descarto también establecer normas que estipulen indemnizaciones económicas.
-¿Con el término del juicio a Pinochet, se podría esperar una mayor disposición de las Fuerzas Armadas para reformar normas que atañen su estructura y función dentro actual esquema institucional?
Me parece que, al igual que en el resto de las instituciones y de la sociedad, el fin del caso Pinochet producirá una distensión dentro de las Fuerzas Armadas que permitirán llegar a acuerdos institucionales.
-¿Qué papel deberían jugar las Fuerzas Armadas en un orden institucional plenamente democrático, como el que se pretende llegar en Chile una vez que se reforme la Constitución?
El de instituciones eminentemente técnicas, esenciales para el Estado en el ámbito de la seguridad y defensa de la nación.
-¿Es decir, el que se estipule que las FF.AA sean garantes de la institucionalidad no cabría en este nuevo esquema?
No, porque ese rol fue asignado en medio de un escenario del año 1973, que a estas alturas ya perdió vigencia. La función de resguardar la institucionalidad recae en todas las instituciones en general y a los propios ciudadanos en particular. Creo que las Fuerzas Armadas podrían cumplir un rol más activo y relevante como tutelador de los tribunales de justicia, en el sentido de resguardar el cumplimiento de los preceptos constitucionales fundamentales como la soberanía popular, la división de los poderes públicos y las garantía individuales.
-¿Cuál es el aporte real de la mesa de diálogo en este proceso de transición teniendo en cuenta sus nefastos resultados y la oposición de los sectores ligados a la defensa de los derechos humanos?
Esta instancia permitió avanzar en la racionalización del conflicto. Se podrá tener diversas opiniones en sus efectos prácticos, pero sin duda que la mesa de diálogo fue un aporte para crear este clima favorable a dar vuelta la página y mirar hacia el futuro.
A la luz de la historia, ¿la salida que tuvo el caso Pinochet es la mejor que pudo tener el general?
Es muy luego para juzgarlo, pero hay un tema mucho más de fondo en esta materia, y que es el rol y la sensibilidad que tienen los Tribunales de Justicia en un determinado momento político.
Los tribunales han sido más abiertos a las sensibilidades de los fuertes en determinadas circunstancias. Cuando Pinochet era fuerte no prosperaban las causas; cuando Pinochet es débil sí prosperan las causas. Cuando las personas que se sintieron amenazadas por el gobierno militar pidieron protección a los tribunales, éstos no se lo dieron, pero cuando estas mismas personas ahora son más fuertes, sí la tienen.
Es en este aspecto donde debiéramos trabajar, pues una democracia no es sólida ni viable sin un poder judicial totalmente independiente, no sólo de los poderes políticos, sino también de los momentos políticos.
-¿En la relación Gobierno-oposición, es preferible para el país que sea una al estilo Longueira o una al estilo Piñera, que busca retomar la política de los acuerdos?
Es delicado pensar que hay sectores políticos que tienen el monopolio del acuerdo o del rigor, porque simplemente la realidad no es así. Si uno revisa con atención, se dará cuenta que los acuerdos más sólidos y viables del Ejecutivo han sido justamente con la UDI y no con Renovación Nacional. Los momentos políticos de principios de los noventa son radicalmente distintos a los de hoy. Renovación Nacional jugó un importante papel hasta que se hicieron evidentes los problemas entre Allamand, Piñera y Jarpa. Una vez que éstos se desencadenaron, el equipo Allamand Piñera y su política de los acuerdos se hizo absolutamente inoperante.
-¿Y qué aporte puede hacer la derecha en la relación con el gobierno si se tienen en cuenta los estilos y visiones distintas de sus líderes?
Las peleas del último tiempo obedecen solamente a un tema electoral, pues el sistema provoca estas disputas meses antes de una elección. No hay duda de que en la centro derecha existen visiones diferentes, pero un punto a considerar es que tanto el electorado del sector, como el desencantado de la Concertación, han tenido un acercamiento hacia el proyecto político de la UDI y no hacia el de Renovación Nacional, pues este partido no ha logrado articular un mensaje consistente debido a que subsisten posturas conservadoras y liberales que no permiten expresar un mensaje unívoco y coherente.
-Para un país como Chile, en que la historia reciente sigue aún a flor de piel, ¿resultaría conveniente reformar el sistema binominal y reemplazarlo por uno donde todas las tendencias políticas estén representadas en el parlamento?
Si miramos con atención lo que está sucediendo en democracias como la nuestra, como por ejemplo las europeas, la tendencia es la consolidación y fomentos de grandes bloques que garanticen la gobernabilidad, pues para un país en desarrollo como Chile, que se está insertando en la globalización, se requieren procesos en la toma de decisión aparejados con la rapidez en que se toman en el sector privado.
En la actualidad, el desarrollo económico social como el de nuestro país no se resuelve al interior de nuestras fronteras, sino que se resuelve en el mundo. Por lo tanto, la competitividad del país en el mundo requiere de un sistema de decisiones públicas relativamente rápido. Pero eso pasa por privilegiar la gobernabilidad, que es propia del sistema binominal, que por dar énfasis en la proporcionalidad, pues éste hace un proceso de toma de decisiones mucho más lento. Por lo mismo, creo que va a pasar un tiempo largo sin que se modifique el sistema binominal de elecciones. Que es ideal que todos y cada uno de nosotros seamos respetados en nuestras diferencias e individualidades, incluso en el electoral, es fundamental.