Si no fuera porque hay un par de caras nuevas y porque las viejas se ven todavía más viejas, la franja electoral estrenada hoy podría ser perfectamente un reciclaje de la de las parlamentarias 1993 y de 1997 o de la presidencial de 1999.
Así de poco creativas andan las cosas por nuestros partidos políticos (y nuestras agencias y productoras que hay detrás). Mensajes repletos de lugares comunes, imágenes estilo comercial pisquero vistas durante una década, jingles que tienden a parecer lo mismo.
El PC deja claro una vez más que se reduce a Gladys Marín: en el culto al personalismo nuestros comunistas son ortodoxos. El día en que ella falte probablemente concluirá su largo proceso de extinción. Su campaña es la misma de siempre: ollas comunes, marchas, protestas, y un "¡Ya basta!" que pese a lo repetido no ha perdido su énfasis. Pero a estas alturas no provoca el mismo efecto: esta Gladys no es ni la sombra de la casi entrañable que resultaba en la campaña presidencial.
La Alianza por Chile comenzó con palabras de Joaquín Lavín ubicadas convenientemente fuera del tiempo de RN y también de la UDI. Sus palabras no tuvieron novedad, y lo más llamativo fue su robótico movimiento de manos, que uno creía ya extinguido tras las campañas de 1999 y el 2000.
Renovación Nacional intenta aprovechar el espíritu del "piensa positivo". Su presidente, Sebastián Piñera, dice que efectivamente la cosa está dura, pero que "Chile tiene cosas maravillosas", y lo hace caminando por un prado perfecto que con suerte podrían reconocer los electores de algún proyecto inmobiliario constuido alrededor de una cancha de golf. Las cosas maravillosas del país las muestran en uno de esos clips que parecen video de promoción turística. Junto a dirigentes y candidatos, Piñera eleva una a una las letras de un enorme "CHILE". Su llamado es a levantar Chile y al cambio positivo. "La-la-la-lala-la-lá".
Indudablemente sin haberse coordinado de manera previa, la UDI se preocupa de mostrar por qué hay que "levantar Chile". Con música dramática nos dice que el Gobierno no ha cumplido sus promesas. Hay un desfile de pobladores que se quejan del engaño, de la mentira, de los compromisos incumplidos. Pablo Longueira lo ratifica todo mientras se lo muestra abrazando y besando a medio mundo. La crítica es dura y la propuesta difusa pero parece sincera: "Sólo podemos prometer nuestro trabajo". Después, un grupo de candidatos inconfundiblemente udis hace sus presentaciones en medio de paisajes bucólicos y besos en ferias libres. Todos mencionan a Lavín en alguna parte de sus discursos: luchan por su sueño, por su cambio.
Tras un pantallazo de arcoiris, la Concertación da paso a cada uno de sus partidos.
La Democracia Cristiana, al ritmo de un esperanzado "Chile con todos", ofrece la bien producida imagen de un país que nadie ve. En el video clip un joven prepara su curriculum y después la cámara pasa por toda la ciudad, desde un camión basurero una construcción, para terminar en una oficina donde el mismo joven firma contrato. Bien por él, pero eso no lo supo el INE, que muestra en sus series estadísticas que hoy tenemos 100 mil desempleados más que cuando Lagos asumió. La propuesta se salva con los planteamientos de los candidatos, realizados "in situ", bastante concretos y aterrizados (un detalle expresivo es el sonido de las gaviotas mientras habla Ignacio Walker en Horcón). El estupendo segmento sobre la discriminación (unos niños se burlan de un compañero de curso apellidado Huinchalán, y dos oficinistas se ríen de un postulante de origen mapuche) se cae por la falta de objetivo. Tal vez con el tiempo se entienda.
En el turno del Partido Socialista se habla, se habla y se habla. Carlos Ominami, Mireya García y Fulvio Rossi dicen cosas con todo de que son importantes y aparecen caras de ciudadanos que plantean cosas urgentes. El mensaje es preocupante: de los socialistas se puede esperar cualquier cosa, menos entretención.
Si alguien da cuenta de lo escuálido de las finanzas y de la creatividad de los partidos hoy en día es el PPD. Los candidatos hablan con un fondo verde o rojo por detrás, dicen las cosas bonitas que deben decir los candidatos mientras se exhiben fotos y recortes de prensa de su trayectoria (menos mal le da vida un interesante ritmo electrónico; si no, ¡uf!). Al final dice que nos defiende como un león. ¿De qué? ¿De quién? Otra pregunta sin respuesta.
El Partido Radical Socialista Democrático se la juega. Su video de la "Radical song" es una mezcla de Florcita Motuda y "Chile tuday" (aunque sin transformistas) que termina dando risa. Suena a todo volumen y canta "que tu vida ¡sea radical!, que tu futuro ¡sea radical!, que tu sueño ¡sea radical!, que tu cambio ¡sea radical...!" Al final aparece el símbolo que durante casi un siglo ha representado lo no-radical: la rosa de la socialdemocracia.
Definitivamente, las 16 centésimas de segundo de los candidatos independientes son lo más emocionante de todo: ¿puede haber un mensaje más elocuente de un sistema que no encuentra vías de renovación? Haga el intento: trate de decir algo en 16 décimas de segundo. A ver cómo le va. Tal vez esa cantidad de tiempo para todos sería lo más justo.