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Animaron en Viña un día

Myriam y Montaner ya son parte de la historia del Festival de la Canción. Al menos eso esperamos todos, porque su desempeño esta semana no fue el mejor. Quedaron al debe y no estaría mal ver caras nuevas el próximo año.

22 de Febrero de 2005 | 16:21 | Felipe Gálvez T, El Mercurio en Internet


VIÑA DEL MAR.- Para quien presenció en directo las seis jornadas de festival, se convierte en un derecho -y en un deber, también- el poder expresar algunas críticas sobre la conducción del programa televisivo que es, a fin de cuentas, el certamen viñamarino.

Como Ricardo de la Fuente, director del Festival, dijo asumir la responsabilidad en cuanto a lo que sucedió sobre el escenario se refiere, es a él a quien debe ir, en el fondo, dirigido este comentario. Sin embargo, imposible es obviar que su dirección tiene dos rostros, conocidos por el público y los cuales se pararon frente a las más de 12 mil personas que llenaron cada noche la Quinta Vergara.

Myriam Hernández y Ricardo Montaner son, en primer término, cantantes. La chilena ya tiene a su haber una historia vinculada con la animación. Varias veces había tomado el micrófono en la Quinta junto al extrañado Antonio Vodanovic.

Montaner... no, para Montaner era su debut. En ese sentido, quizás resulte comprensible la explicación que dio De la Fuente sobre el desempeño del venezolano. Según el director, a todos tomaría tiempo acostumbrarse a su estilo distinto, por no ser chileno.

Entonces, ¿por qué contratar a un cantante sin experiencia en la animación para conducir el festival de mayor trascendencia en nuestro país? Esa pregunta no es nueva, pero retoma fuerza una vez acabado el certamen.

Montaner nunca se halló en el escenario, nunca superó un notorio nerviosismo, nunca encontró el feeling necesario con el público... hasta que se puso a cantar. Porque claro, el tipo es cantante, eso lo maneja a la perfección, sin poder discutir su talento. Pero vino a animar, no a cantar.

Bien entonces De la Fuente al no permitirle que cantara durante la primera jornada, ni durante la segunda, ni en la tercera. Pero lo hizo en la cuarta y lo repitió el lunes, restándole varios minutos al show.

Felices que nos traigan a Montaner como artista invitado en 2006 (no sé que tanto, la verdad). Fue elegido como el personaje amigo de la prensa -premio que recibió con una mano, mientras con la otra afilaba el cuchillo para atacar por la espalda- y canta bonito. Pero como animador, gracias por su participación.

No se entiende que Canal 13 considere que "tiene méritos suficientes" para animar en 2006.

Patético recuerdo

Bastan un par de razones: primero, de animación sabe poco (bien poco comparado con otros de la talla de Luis Jara o Felipe Camiroaga, dos que estuvieron cerca de ocupar este año ese cetro), se mueve mal por el escenario, no ofrece desplante y pareció siempre el hermano chico al que Myriam debía cuidar; segundo, el venezolano canta bien, pero cuando habla, grita a destajo y eso molesta bastante. Su "arrrrrrrrrriba Chile" que repitió incontables veces quedó registrado como el peor chillido del certamen.

Una razón más. Montaner cometió un error que ni siquiera De la Fuente se atrevió a defender (el director permitió al venezolano hablar, pero no estaba enterado de cuáles serían sus palabras, menos de que llevaría una maleta). Su show con las antorchas y gaviotas que alguna vez ganó merecidamente en Viña estuvo al margen lo que era su rol en la animación. Se salió de libreto, le faltó el respeto al show, a los artistas, al público, a Canal 13. Todo por su problema personal con la prensa.

Esa patética forma de iniciar la quinta noche quedará en el recuerdo. En esos lamentables recuerdos, que son los que no se olvidan. Los premios que enrostró a los medios de comunicación, Montaner los recibió como cantante, no como animador. Si tenía problemas por algún titular o una crónica, debía resolverlo en su ámbito privado, no ante 12 mil personas que querían ver un espectáculo musical.

No son pocas las cosas que nos dicen (a fin de cuentas) que el venezolano no lo ha pasado bien en Viña y que animar el festival debe haber sido el peor momento en su carrera.

Myriam, de más a menos

Sobre Myriam hay unos cuantos aspectos a rescatar, pero también otros que no pueden dejar de ser criticados. Estuvo bien la cantante chilena durante las primeras jornadas. Obviamente era ella la que tenía que tomar la batuta y lo hizo de buena forma.

En su característico estilo, supo dar correctas bienvenidas cada una de las noches (Montaner sólo hablaba después de toda la presentación de Hernández) y fue cálida con el venezolano, quien recorría el escenario de su mano para no perderse.

Sin embargo, a medida que avanzó el festival, se notó en ella un descenso en la energía entregada. Perdió el protagonismo inicial, dejando que el venezolano gritara cuanto quisiera y la obligara, por ejemplo, a cantar (aunque eso era algo que también exigía la Quinta).

Es precisamente en este último punto donde se debe prestar la mayor atención, donde recaen finalmente las mayores críticas a la pareja. Entre ambos no hicieron mucho por dominar el ritmo del show - menos a un Monstruo cada vez menos peligroso y más romanticón-. Claro, no olvidamos que estaban dirigidos (guiados, impulsados, restringidos, manejados) por De la Fuente que por el auricular coordinaba sus movimientos.

"A tres luquitas la Gaviota"

Pero son ellos al final los que hablan y presentan, interrumpen, llaman de vuelta y entregan los premios a los artistas. Y este año, la Gaviota de Plata se devaluó tanto como el año pasado (a las afueras de la Quinta una réplica en miniatura costaba tres mil pesos, más caro que conseguirla sobre el escenario).

Qué pena desperdiciar de esa forma tan preciado premio. Qué pena todo lo anterior al festival, también, cuando innecesaria y equivocadamente se repitió una vez tras otra que en esta versión sólo los ganadores de las competencias se la llevarían a sus casas.

Pues bien, un grupo sin una gran trascendencia ni calidad musical, sino más bien arrollador en cuanto a popularidad (los españoles de La Oreja de van Gogh) fueron capaces de doblarles la mano. Y de ahí en más las gaviotas cayeron fácilmente sobre el escenario.

Fueron 8 preseas, promedio de más de una por día, y eso que este año no se entregarían. Además... ¿cuáles de esas ocho fueron merecidas? ¿Cuatro, cinco tal vez? Para responder eso hay que dilucidar primero qué premia la gaviota, la calidad del show o la popularidad del artista.

Porque si es por calidad, sólo la merecieron Raphael, La Ley, Miguel Bosé y Marco Antonio Solís - y éste último debió llevarse incluso la de oro, que el año pasado recibió hasta Arjona-. Los demás la vieron sólo como un premio a su popularidad: La Oreja de Van Gogh, Alberto Plaza y Alexandre Pires.

¿Diego Torres? Fue quizás lo más patético y la mayor muestra de la falta de manejo y dominio de la dupla animadora. Todavía nadie entiende qué es lo que Myriam y Montaner escuchaban. Tras darle la antorcha de oro al argentino, la cantante chilena comenzó con un balbuceo de frases repetidas: "¿Qué es lo que se escucha? (nada). Sí, el Monstruo está pidiendo algo (nada, en serio). A ver, más fuerte que no se oye (obvio, la gente no está diciendo nada). Sí, ya está claro, Gaviota de Plata para Diego Torres". Patético, una falta de respeto con el público, con la estatuilla y con quienes sí la merecieron.

A fin de cuentas, una animación al debe y que lastimosamente llamó más la atención de lo que debería. Porque estamos de acuerdo con De la Fuente, los conductores no son más que un nexo entre el público y el artista, no son lo más importante. Pero, al igual que lo que sucede con los árbitros de fútbol, cuando lo hacen mal, adquieren protagonismo y deben ser criticados. Vaya también la crítica a quien les grita por un auricular, y no los deja escuchar que la gente pedía a Torres que se fuera y no que le dieran una gaviota.
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