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El Papa

01 de Abril de 2005 | 18:30 | Amanda Kiran
Y como voy a hablar de otra cosa… Si el Papa se está alejando denosotros… Seamos católicos o no.

El Papa Juan Pablo II, quien lleva a cargo de su papado ya 26 años, está agobiado. ¿Y cómo no estarlo? 26 años de trabajo duro como Santo Padre. Y 85 en total, sobre la tierra ayudando e intentando cambiar las cosas en este mundo.

Hace justo 18 años, en un día como hoy, pisó tierra chilena. Su única visita a nuestro país. Cuando vino a Chile, aun eran los ochenta. Nuestro Presidente de la República seguía siendo Augusto Pinochet. Alitalia, la línea aérea que lo trajo, ya no vuela a Chile. El cardenal era Juan Francisco Fresno. Las fotos que vemos hoy de aquella visita son casi todas en blanco y negro. No teníamos Internet ni existía mi querido emol.com. El formato de El Mercurio era bastante diferente (dentro de lo posible).

Detalles que muestran lo latente pero lejano de su visita. Lo más recordado –para mi gusto- en sus días en Chile fue su encuentro con más de 80 mil jóvenes en el Estadio Nacional, a quienes recordó su importancia para cambiar el mundo.

¿Ha cambiado algo el mundo desde ahí? Luego una vuelta olímpica en su papa-móvil para saludar a todos los presentes en el Nacional. Detenidos también. Violentos manifestantes exaltados, que opacaron un poco la visita. La prensa era la misma, trabajando intensamente pese a la guardia papal. Sólo los logos de los diferentes micrófonos han mostrado una notable evolución, pero la entrega noticiosa se mantiene intacta.

Lo vimos con una manta de huaso. También lo vimos a bordo del buque Cirujano Videla, saludando y bendiciendo a las numerosas embarcaciones que estaban a lo largo de la bahía. Y así miles de actividades en sólo seis días. Estuvo con enfermos, reos, campesinos, mapuches, pescadores, jóvenes, ministros, multitudes, etc.

Mi experiencia personal con él fue corta. Una amiga me regaló una invitación especial para ir a la Plaza de la Constitución. Sin saber bien qué era la Plaza de la Constitución, me imaginé lo mejor. Siempre imagino lo mejor. Pensé serían algo así como 100 ó 200 personas como máximo. Pensé que podría tocarlo, hablarle, tal vez estrechar su mano. Todo nacía por la palabra "invitación".

Cuando llegamos a la plaza ya habían centenares de personas. Me acuerdo haber esperado por horas y horas la aparición del Santo Padre. No se necesitaba la "famosa invitación o entrada" que me habían regalado. Sólo pasar. Llegamos con los padres de mi amiga. A ella la subieron en hombros para que pudiera verlo mejor. Yo, muerta de cansada, moviendo el cogote para todos lados; al lado de un caballero que habló durante toda la espera con otra pobre señora que no sabía ya dónde apoyarse para oírlo. Con la boca seca de tanto mover la lengua, para hablar sobre su propia persona.

Hasta que del balcón aparece. Fue realmente un momento mágico. No sé por qué. Pero el alma se me apretó, y me pareció ver un ángel. Duró poco. Y se acabó. No sé si entre tanta gente la bendición llegó o pasó sólo por sobre mi cabeza. Pero que me sentí feliz, me sentí feliz.

Ahora, mientras escribo esto, él agoniza. La última vez que lo vimos fue al pasar a lo lejos en su auto papal ¿Qué habrá pasado con ese auto? Guardado debe estar. Tal vez esperándolo. Para llevárselo al cielo 18 años después.


Amanda Kiran
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