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¿Sirve o no sirve?

27 de Mayo de 2005 | 16:11 | Amanda Kiran
Una discusión tonta. Que con argumento podía tener validez. En todo caso, era tonta de todas formas.

Yo le decía a Martín que el deporte ayuda a librarte del carrete. Y él no creía en eso. Entonces, empezaron sus discursos y los míos.

Que es sano... Que no sirve en nada... Que liberas toxinas... Que te acorta la fiesta la noche anterior... Que después de hacer ejercicios te sientes libre y feliz... Que estás agotado y no puedes hacer nada más... Que puedes bajar de peso... Que después de hacer deporte tienes tanta hambre que te lo comes todo de vuelta.

Y finalmente era un ir y venir de frases que no llegaban a nada. Así que desistí de la pelea. No puedo convencer a alguien que no cree en la actividad física, de que la practiqué, así que ahí se acabó la discusión. Y me fui.

Dos pensamientos, sin pelea. Sólo dos cabezas y cuerpos diferentes, unidos, sí, por la amistad.

Pasaron algunas semanas que no lo vi. Hasta que tocó el timbre de mi casa. Era una mañana que yo salía para la universidad. El igual me pasó a buscar para que nos fuéramos juntos.

-Amanda, vengo a contarte algo.
-¿Que pasó?, pregunté preocupada.
-El jueves pasado me castigaron por una estupidez en mi casa sin salir. Pero como no estaba ni ahí, esperé que todos se durmieran y me fui a Viña. Salí por la ventana, me pasó a buscar el Chelo, y me fui. Tenía que llegar antes de las siete de la mañana, que es cuando mi vieja entra a la pieza y me despierta para ir a la universidad los viernes.

"Entonces, el carrete medio que se alargó, y el tránsito en la mañana. En fin. De Viña llegamos a las siete, y en mi casa estaba a las 7:45. La verdad me sentí pésimo. Me imaginé que podían estar llamando hasta a los Carabineros. Me urgí mucho. Y no sabía qué hacer. Además, me acordé de ti. No sé por qué. Y tu recuerdo me iluminó la ampolleta. Así que antes de entrar, fui a tocarle la ventana a mi hermano.

"Ese era un súper riesgo, él siempre me acusa, pero esta vez estaba tan dormido que no captó mucho nada de lo que pasaba. Y le dije: Hey, Tomás, pásame un buzo, las zapatillas y una polera por fa. Tomás, sin saber como se llamaba, me pasó las cosas. Y siguió durmiendo.

"Pasé piola con él. Me saqué mis cosas en el jardín, las escondí detrás de unas plantas, me puse el nuevo atuendo y salí a trotar. La chiva era que no sé como se supone que andaba corriendo desde las siete de la mañana. Motivado. Corrí 15 minutos para llegar bien mojado. O al menos cansado. Cuando entré por la puerta mi mamá no lo podía creer. Y me dio un tremendo desayuno de premio. Estaba feliz. A mí me dio gusto hacerla feliz.

"Sí, me sentí tan mal por la mentira y el cargo de conciencia, que ahora, salgo a trotar todos los lunes, miércoles y viernes de siete a ocho de la mañana antes de irme a la universidad. ¿Me lo puedes creer?".

-Y Martín -pregunté- ¿para que me cuentas todo esto?
-Ah Amanda, para decirte que en verdad el deporte sí sirve para librarte del carrete. Ganaste.
-Ah Martín, ganaste tú.


Amanda Kiran
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