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Mundial pasado

30 de Septiembre de 2005 | 18:13 | Amanda Kiran
Todo llega a su fin. Así son las cosas. Tienen un inicio y obviamente un final. Ahí está la gracia.

Si los ciclos nunca acabaran, no dejarían ese sabor rico que queda luego de haber vivido lo que haya sido. Como decía Pablo Neruda, en su típica frase, "es tan corto el amor, y tan largo el olvido".

Lo mismo debemos sentir hoy, luego de ya terminada esta etapa deportiva mundialista. Un recuerdo eterno, de algo que fue simplemente maravilloso pero corto. Hoy es nostálgico caminar por un club que aunque tenga gente, se ve vacío. Que aunque flamean banderas, les faltan colores. Un club que aunque recibe deportistas, tiene ausente, en las espaldas de sus buzos, el naranjo de Holanda, el rojo de España o el verde de Bielorrusia.

Es que ir a caminar a cualquier hora durante este pasado Mundial y encontrarnos con idiomas indescifrables, como el coreano, es indescriptible. O con caras blancas y muy rubias, como las de Alemania u Holanda. O con uniformes diferentes, como los de Australia, India o Sudáfrica.

Eso es un Mundial. Un mundo unido por una disciplina, en un solo lugar. Países de diferentes continentes que nos hicieron el país más importante del mundo. Eso fue hermoso.

Ahora ya se bajaron las luces. Se llevaron graderías y se cortaron los palos de las banderas. Se fueron las tiendas deportivas y los auspiciadores. Los lienzos de colores. La seguridad exagerada. ¿Y qué queda? Un décimo lugar.

Mejoraron, eso es importante. Creo que podría haber sido más. Me habría encantado haber llegado un poquito más arriba. Pero el último partido ya mostraba el cansancio, el desgaste, y las complicaciones. Y al final, se perdió. Jugando bien y arriesgando, que es lo importante. Que es la garra que estas niñas supieron demostrar.

Así que lo que sigue ahora es mirar adelante e intentar seguir tejiendo todo lo que está por venir. Hay varias promesas. Varios sueños de dirigentes y de organizadores. Hay varias palabras extremadamente exageradas, y otras bien ubicadas.

Yo, hoy por hoy, creo más que nadie en el entrenador y lo que él tenga por ofrecer y por decir para seguir mejorando. Junto a él -y a la gente que seleccione para ayudarlo- creo que está la clave. Siempre esperando que sea positivo y mejor.

Así que nos quedamos en un silencio no tan profundo, esperando las decisiones. Sintiendo aún los gritos que nosotros mismos proporcionamos a todo pulmón. Felicitando a las jugadoras y su desempeño cuando nos topemos con alguna de ellas, en un escenario menos llamativo, pero igual de importante. Dentro de una cancha. Y es que ahora los medios nos ven. Ahora nos estudian y entienden de lo que hablan cuando se nombra nuestro deporte.

Se sabe que somos 11 por lado. Que se juegan 35 minutos por lado. Que hay dos árbitros dentro de la cancha. Y que existen tarjetas rojas, amarillas y verdes. Que se juega con zapatillas y en pasto sintético. (Al menos a nivel de mundial). Que hay corner cortos. Y también corner largos. Y que se pueden hacer la cantidad de cambios que se quiera, pero sólo con 16 jugadoras en nómina.

En fin, es un agrado leer que ya se entiende de lo que se habla. Y que importa. Eso, más que nada, se ha ido logrando.

Así que con un décimo lugar a nivel mundial y una cobertura soñada, podemos pensar que estamos avanzando, y que cada gota que se ha derramado de la frente de todos -jugadores, cancheros, auspiciadores, periodistas, entrenadores, dirigentes, padres, amigos, o quien sea- ha sido bien derramada, y valió la pena. Ahora ya estamos más con los pies en la tierra. No es sólo un sueño.

Así que es tiempo de seguir viviendo y dejar de recordar. Es tiempo de seguir remando.


Amanda Kiran
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