"De repente en mi vida, hay algo que me tiene confundida, no lo puedo evitar, puedo intentar, conservar el asombro hasta el final".
Así, como dice la canción, de repente, fue así de rápido, como todo en la vida. De repente se apagó. Y ese final llegó para el asombro de muchos, y para el mío.
No me considero una fanática, pero sí me gustaba oírla, escucharla, y sentirla. Me parecía una mujer valiosa y empática, que transmitía una cierta paz.
La última vez que la oí en vivo, escribí una columna sobre ella. Fue en el Festival de viña 2003. Fue una noche divertida y disfruté viéndola cantar y bailar con una agilidad que la diferenciaba de muchas.
Sobre todo, porque se movía con mucha gracia y espontaneidad, aunque tuviera encima una tremenda guitarra, o cualquier otro instrumento.
Ese día, al presentarla, se comentó que debido a su recuperación lloraba de emoción, de poder estar de vuelta disfrutando en un escenario.
Soraya.
Impactante oír la noticia, porque a pesar de que se sabía que había estado enferma, la información era que se ya estaba recuperada. Nunca se difundió una recaída. Y al parecer llevaba dos meses críticos.
En cambio acá, por el contrario, se pensaba otra cosa. Como muchas otras mujeres, pensamos que le había ganado a ese maldito mal, que amenaza día a día esta sociedad.
Entonces, realmente, lo sentí mucho. De una forma diferente y extraña lo sentí cercano. Ahora se viene todo su historial. Su edad, su fama, sus canciones, sus palabras, su legado. Su despedida. La compañía que tuvo al irse. La soledad que se debe sentir al saber que uno se apaga.
Y empieza a darte vueltas lo que debes hacer. Tus metas. Tus triunfos. Tu vida. Aprovechar el día. Gozar el momento. Ser mejor persona cada día.
Y aunque el aire está malo, las enfermedades abundan y la calidad de vida está trastocada por la violencia diaria que se siente en el medio, agradecemos lo que tenemos.
Lo que hacemos. De quien nos acompañamos. Y con quien estamos.
En forma de despedida, mi trote de aquel 10 de mayo fue en su compañía.
Con unos audífonos que me acompañan hace tiempo, y con un CD que se suma a mi descontinuada colección de música distraída.
Tengo un poco de todo. Que al mismo tiempo, es algo de nada. Pero cuando siento ganas de oír algo, que sólo yo entendería, por ahí lo tengo. En mi lugar secreto.
Entonces, sentía un poco mi respiración y la de ella, en sus canciones. Mi cansancio me hacía correr con más ganas, entre medio de las letras. Me sentí triste al recordar una entrevista que dio, confesando que esa enfermedad era un temor que la acechaba día a día.
Ella era hija, nieta y sobrina de mujeres que habían muerto por el mismo mal. Entonces, sólo soñaba con ser madre. Soñaba con una familia. Soñaba con la paz en su semana.
Pero nos contó su vida en canciones. Una mujer que como muchas otras, merecen mi respeto; pero que hoy desvía mi atención.
Y una vez más, se gana, éste, mi humilde espacio. Una mujer que murió el mismo 10 de mayo. El verdadero día de la madre. Y, ¿por qué no pensar positivo? Se fue a celebrar su día con ella. Ya estaba bueno de extrañar.
Amanda Kiran