El director Michael Mann una vez más lo confirma: es un esteta de la violencia y sus películas son un ejemplo de estilo y pulcritud visual cuando se trata de filmar tiroteos, tensión y el masculino mundo de policías y criminales y la delgada línea que los separa. Mann es un coreógrafo del balazo, el golpe y con "Miami Vice" (remake de su clásico televisivo de los años 80) su estilo sigue el reguero que viene cultivando desde "Fuego contra fuego" y "Colateral". A diferencia de la más blanqueada y popera serie de TV con Don Johnson y Philip Michael Thomas como dos policías encubiertos en el mundo de las drogas de Miami, esta película exuda realismo. Cotidianidad con una mezcla de peligro inminente y muerte.
El moreno Jamie Foxx ("Ray") y Colin Farrell ("Alexander") reviven a los hombres de ley de la serie de TV, sin cuotas de humor, sin frases sarcásticas. Ni siquiera hay espacio para los cameos. Este remake es en serio y eso se refleja en un operativo complejo directo en las entrañas del mal y el tráfico ilegal de todo tipo: armas, drogas. Algo que los llevará a un viaje sin retorno. Farrell y Foxx juegan a los chicos rudos. Nada de tics. Taciturnos, sin gestos, sin señales de vida, se hacen pasar por criminales, engañando a peces malos y gordos y ahí es donde Mann, quien estruja las virtudes del video digital, pone la carne de su apuesta: la doble vida que, por oficio, lleva este par de policías y, en especial, la esquizofrenia sentimental que atormenta a Sonny (un gran Farrell) cuando se mete con quien no debe. Porque él inicia un sincero amorío con la fabulosa Gong Li ("Memorias de una geisha"), una mandamás del cartel de Barranquilla, pareja del malo malo Luis Tosar ("Te doy mis ojos") y tan peligrosa como prender un cigarro dentro de un galón de kerosene.
Mann hace el mejor cine negro sin el color negro en su paleta: en una soleada Miami que también comparte protagonismo con Paraguay, Uruguay y República Dominicana, entre otros países. Todo caliente, sudoroso, a punto de estallar. Sin embargo, el claroscuro rige esta gran película. Luces y sombras morales al servicio de un Mann virtuoso y sobrio que se enfoca en la composición general, en la historia macro de cómo se teje y crece el crimen sin fronteras. Y en una esquina de este tejido globalizado de los carteles, el par de quijotes: los duros e insensibles policías, armas frías y feroces que muestran algo parecido al corazón cuando el peligro atenta contra sus mujeres. No por nada, el robótico Foxx se humaniza cuando su chica, Naomie Harris, corre riesgos. Aséptica, fría, pero a la vez cálida y sensual, "Miami Vice" es un baile de máscaras que empieza y termina en el mismo lugar: una frontera tripartita donde las armas, el crimen y la ley se mueven en una peculiar armonía y en la misma dirección. La estela que deja el gran arte de Mann.