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El billete

19 de Marzo de 2007 | 17:27 | Amanda Kiran
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Cristián Ayala, La Segunda

Antes de irme a la carrera, pasé a la bomba de bencina. No podía ir sin revisar los neumáticos, llantas, manubrio, entro otros, de mi súper bicicleta. No es mi fuerte la bicicleta, pero me dieron ganas, más que nada, por hacer algo distinto.
 
Estaba bastante encima de la hora… mi bicicleta impaciente por ir a competir, confiando plenamente en mí y en nuestra destreza en conjunto. Los rayos, los frenos, el color, todo lucía brillante.

Yo había ahorrado cada pesito de mi mesada y de  otros trabajos para comprarme esa bicicleta, que entre otras cosas era mi medio de transporte casi siempre. Ahí estábamos. Ella y yo. Juntas las dos.

Lo siguiente, dos simpáticos bomberos, que a esa hora de la mañana no tenían mucho que hacer.

- "Bueno señorita, y para dónde va".
- "Voy a competir en una posta de triatlón".
- "¿Y qué es eso?", me preguntó uno.
- "Una triatlón es una carrera donde hay tres disciplinas en la misma carrera. En este caso serán bicicleta, nadar y correr".
- "Ahhh", me dijo (con voz huasa). "¿Y que parte hace Ud.?"
- "Bueno, yo compito en la parte de la bicicleta", respondí. "Un amigo nada y mi hermano corre. Así hacemos la posta los tres. Yo empiezo la carrera y la termina mi hermano".
- "Si, pos, agilao", respondió el partner. "No veís la bicicleta".
- "¡Sí!", dijo él. "Pero, podría haber sido solamente su medio de transporte para llegar a la carrera". Y tenía razón, aunque no esa vez.

De todas formas, eran así. Como dos urracas, peleando y riéndose de todo. Estos dos hombres en la bomba. Aguantando el frío de la mañana, trabajando para llevar la comida a la casa. Uno tenía tres hijos y el otro cuatro. Y según lo que me comentaban -mientras le hacían de todo a mi bici- no lograban llegar tranquilos a fin de mes, y vivían mucho de las propinas. Con eso, vivían un poco mejor.

Yo ya estaba medio tarde. Mi hermano debía estar preocupado y en aquella época no teníamos celulares, así que sólo me quedaba pedalear fuerte y rápido para colocarme en la salida y que él me viera, para ir a su salida. La posta se venía con todo. Y estaba ansiosa.

De mi platita del mes había guardado luca, para invitar a los de mi equipo al final de la carrera a tomarse una bebida. Un cierre de la competencia. Luca, que en ese momento, me sonaban como $10.000 de hoy. Un dineral. Pero no pude. Después de una muy buena atención y mejor conversación, tenía que irme. Los amigos querían ir a verme correr, pero no salían del turno hasta las diez. Lo mío empezaba a las nueve y media.


Así que nos despedimos, y con toda la alegría y la euforia, y el mayor desapego, me saqué los mil pesos del bolsillo y se los di a ambos. "Para los dos", les dije. "Repártanselo. Se lo merecen mucho y gracias por todo". José lo recibió y con una sonrisa me dice: "Gracias señorita, esto no lo vamos a olvidar".

Tomó el "verdecito" de un borde, y lo partió en dos. "Juan, mitad pá ti, mitad pá mi. Así jamás la olvidaremos. Y capaz que la señorita gane la carrera". Yo, quedé sorprendida. Mil pesos, partidos por la mitad, en gesto de ternura y cariño. En gesto de "locura" como dijo Juan.

Me dio risa (carcajadas más bien) y no me quedó más que partir. Salí a las nueve y media, y mi hermano cerró a las 10:45. Entremedio, la natación estuvo perfecta también. Logramos el cuarto lugar en la general y el segundo en la de la categoría. Estábamos contentísimos. Llegó la sed, el calor y mi hermano me comentó. "¿Nos tomamos una bebida?".

Ahí me largué a reír, recordando el hecho, y la motivación latente de este triunfo. "Ah, no, para qué. Hice jugo de naranja y lo tengo heladito en la casa. ¿Vamos?"


Amanda Kiran
akiran@mercurio.cl

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