Noel Gallagher, genio y figura. El mayor de los hermanos, de 41 años, impuso su claridad en vivo.
Harold Castillo
El ejercicio de haber sido y ya no ser nunca estará de más para un grupo con los niveles que daba Oasis en todos los tests de arrogancia del período 1994-1997. En su caso es el ejercicio de haber sido y ya no ser lo que llaman la mejor banda del mundo o la banda más grande del mundo. Para su primera visita a Chile, en 1998, el grupo inglés venía todavía montado en esa ola. Para sus regresos de 2006 y de la noche del pasado martes 5 de mayo en la Movistar Arena de la capital, en cambio, Oasis tiene algo mejor que eso: tiene la experiencia.
Los hermanos Liam y Noel Gallagher, cantante y guitarrista del grupo respectivamente, tienen ahora once años más que en esa primera vez, es decir 37 y 41, y el contraste es visible. El recuerdo del atractivo casi animal que había en la gestualidad simiesca de Liam Gallagher hoy da paso a un sujeto con buenos modales, que sigue parándose desafiante al borde del escenario para las miradas y las cámara digitales de once mil personas, pero que luego termina esa pose impagable con un aplauso. Siempre cabrá la posibilidad de que se esté aplaudiendo a sí mismo, pero también parece un aplauso para el público.
Oasis acaba de publicar el séptimo disco de su vida, Dig out your soul (2008), y es esperable que en su repertorio haya canciones nuevas como "Waiting for the rapture". Pero donde más se nota su dominio es en el trato que brindan a su propio y cuantioso catálogo de éxitos. Sin ansiedades ni prisas, el grupo abre con el hit "Rock and roll star", pero luego despliega de a poco éxitos como "Slide away" y, sólo para el final, la dupla ganadora de "Wonderwall" y "Supersonic", antes de un bis en que reaparecen con una versión más acústica de "Don't look back in anger" y un karaoke de masas en "Champagne supernova".
Muchas veces en vivo se advierte además que esto es parte de una tradición. Y no sólo porque en toda esta gira hayan cerrado sus conciertos con la canción de los Beatles "I'm the walrus", donde es posible imaginar a John Lennon encarnado un poco en ese ADN guarro que Liam Gallagher nunca va a perder del todo. También porque vuelve a sonar el descaro de la cita a T. Rex en "Cigaretts & alcohol", porque los solos de guitarra de Noel Gallagher siempre serán aprendices de la simplicidad lograda por Johnny Marr en The Smiths, y porque hasta el corte de pelo que es posible apreciarle en vivo en 2009 remite directo al que llevaba en 1985 Ian McCulloch, de Echo & the Bunnymen, y el corte de pelo nunca será un detalle en un grupo como Oasis.
Para la estadística, no tocaron "Live forever" (1994), ni "Don't go away" ni "Stand by me" (1997), ni "Little by little" (2002), la canción favorita de la hija pequeña de Noel Gallagher. Y no es sólo para la estadística, en realidad. Esas cuatro, entre otras, son las mejores melodías de la historia del grupo, y un concierto sin ellas tiene algo en contra. Algo de emoción que falta, para ser exactos. Pero Oasis se pueden permitir ser parcos, tal como se advierte en la sobriedad de la actitud para tocar y en la austeridad de la puesta en escena, sin pantallas gigantes siquiera. Después de todo no se supone que éste sea un grupo complaciente, y se nota desde la seguridad acojonante con que entran caminando al escenario, antes de tocar una nota siquiera. Después de haber sido la banda más grande del mundo o como lo llamen, hay cosas que simplemente no se borran.