Carolina tiene 22 años. Es estudiante de Ingeniería Industrial Eléctrica de una universidad tradicional y dice que le va "regular". No siente presión por parte de su familia para ser mejor alumna, pero asegura vivir estresada en los estudios.
"En mi facultad, las pruebas siempre están más o menos juntas; entonces, tienes poco tiempo y hay que estudiar desde mucho antes. Hay harta presión por el éxito, te encuentras con mucha gente cabezona y tienes competencia buena por todos lados. Eso genera inseguridad, porque hay que esforzarse mucho si no eres tan brillante", explica.
Por eso, a Carolina le viene bien la ayuda del modafinilo. "La primera vez que lo tomé fue en junio del año pasado. Son unas pastillas que se llaman Mentix (una de sus denominaciones comerciales). Estaba en período de exámenes y le di como tarro. Rendía muchísimo más, me podía pasar todo el día estudiando y daba lo mismo. En cambio, si no las tomaba, me daba sueño o me desconcentraba. Permite que puedas estar mucho rato seguido haciendo una misma cosa. Es como si te hubieras tomado mil cafés. Facilita la vida", cuenta.
En los medios internacionales, han llamado el modafinilo como la molécula "modo de vida" o "milagro", porque se ha convertido en una sustancia muy codiciada en la sociedad actual. Qué mejor, en tiempos en que la gente busca tener días sin fin y en que el sueño se está convirtiendo en un lujo, que contar con un remedio que permite mantener la vigilia sin tener los efectos secundarios de otros estimulantes, como las anfetaminas.
En esta carrera contra el tiempo, Chile no es excepción. Y los estudiantes universitarios están entre los más interesados por esta pastilla, que les permite estudiar una noche entera sin dificultades y llegar a las pruebas sin sueño.
Una tendencia en aumento
En el país, no existen cifras precisas sobre el consumo de modafinilo, y los expertos destacan que es aún minoritario y que se limita a las carreras más exigentes, como Derecho o Medicina. Sin embargo, todo indica que su uso está ganando terreno y marcando una nueva tendencia que no está libre de riesgos. Los universitarios son los primeros en reconocerlo. "Hay harta gente que lo toma. Yo creo que si el curso tiene 100 alumnos, 25 personas lo toman. No se usa constantemente, todos los días, pero sí cuando tienes que estudiar mucho y no te alcanza el tiempo. Es muy común tomarse un Battery (bebida energética), un Mentix y harto café, y la suma de todas esas cosas al final te dejan despierto", dice Claudio, un estudiante de Medicina de 25 años.
Según cifras del Conace, en el último año el 10,87% de los jóvenes entre 19 y 25 años, estudiantes de universidades o institutos profesionales, ha usado psicofármacos. "Comparativamente, no es una cifra que nos lleve a decir peligro, pánico. Sin embargo, cualquier cifra que aparezca en algún estudio puede indicar una tendencia y es importante observarla y monitorear el fenómeno", asegura Marcela Lara, sicóloga del área de tratamiento y rehabilitación del Conace.
Destaca, además, que esta estadística es más alta entre universitarios que en otros segmentos de la población. "Antes era el café con Coca-Cola y era más precario. Ahora es esto. Tiene que ver con que estamos en una sociedad muy competitiva, que te exige mucho más y que probablemente te otorga menos posibilidades de contención".
Iván Páez, literato y educador de la Dirección Estudiantil de la Universidad de Chile, ve el consumo de modafinilo como parte de un fenómeno social más amplio. "Hay una práctica que se está instalando que tiene que ver con una suerte de búsqueda de muletas para enfrentar ciertos desafíos y procesos formativos. Por otro lado, hay un sentido de la vida que es bastante exitista, porque no todos los estudiantes toman estas decisiones. Son ciertas carreras y ciertos estudiantes, que frente a la presión dicen: ¿cómo busco ayuda rápida para salir de un obstáculo?, y esa situación es preocupante", enfatiza.
En Chile, los especialistas no están particularmente alarmados, pero hay países extranjeros que ya están en alerta. Hace unos meses, la revista científica "Nature" publicó los resultados de una encuesta -realizada en 60 países y que involucró a mil 400 personas- que revela que el 20% de sus lectores (la mayoría estadounidenses) se "dopan" con algún medicamento que mejora la concentración o la memoria, y que de los usuarios -muchos de ellos del mundo académico- un 44% optaba por el modafinilo. En el Reino Unido, el tema ha generado tanta preocupación que el gobierno ordenó la creación de una comisión de investigación encargada de analizar qué tan seguros son los activantes cerebrales, entre ellos el modafinilo.
Parte de la inquietud tiene que ver con el desarrollo de un verdadero tráfico de esta nueva sustancia que se vende sin dificultad por internet, y que los estudiantes se pasan entre ellos indiscriminadamente. El estudiante de Medicina Claudio cuenta cómo funciona el sistema: "Como uno se mueve dentro del ambiente de Medicina, llegan folletos, muestras médicas y así se hizo conocido el modafinilo. Ahora lo usa todo el mundo. Tengo amigas que estudian Arquitectura o Diseño y conocen el remedio, y llaman y me preguntan si tengo. Se vende sin receta, pero entre pagarlo y que te lo dé alguien, mejor que sea gratis", dice.
Aquí en las farmacias, una caja de 30 comprimidos no vale menos de 17 mil pesos.
Otra preocupación tiene que ver con los efectos sociales del uso del modafinilo. ¿Es justo que los alumnos con más dinero tengan acceso a sustancias que mejoran el rendimiento y a las que estudiantes menos favorecidos no pueden acceder?
¿No genera eso un problema de equidad? ¿No será usar remedios para mejorar el rendimiento una manera de hacer trampa? Esa y otras son las preguntas en la mesa."Como sociedad tenemos que preguntarnos si estamos felices de que la gente no tenga escrúpulos a la hora de usar estos remedios para mejorar los resultados de sus exámenes. Si no los autorizamos en los deportes (el Comité Olímpico prohíbe su uso) ¿por qué autorizarlo en la universidad?", comentó recientemente en el diario británico "The Times", Barbara Sahakian, profesora de neurosicología clínica en la Universidad de Cambridge, Inglaterra.
Los peligros del mal uso
El modafinilo fue descubierto, casi por casualidad, a fines de los años 70 por el laboratorio francés Lafon. Su molécula fue considerada inmediatamente como una gran innovación por los especialistas del sueño, porque tenía las mismas características que las anfetaminas, sin generar, como éstas, dependencia. Fácil de usar, es bien tolerada por quienes sufren de problemas de somnolencia -ya sea debido a la narcolepsia o a los efectos de daños cerebrales- y no provoca efectos secundarios graves.
Tiene, además, una serie de otras ventajas que provocaron el actual boom de su consumo: mejora la memoria a corto plazo, la capacidad de planificar y procesar información. Según algunos estudios, también ayuda a las personas a ser menos impulsivas en su toma de decisiones, lo que las hace más precisas en su reflexión. De ahí lo atractivo que es para los estudiantes. Y también sus riesgos. "El modafinilo es un medicamento que está bastante indicado desde lo médico.
El problema es si lo usas inadecuadamente", explica Daniel Martínez, siquiatra y miembro del programa de autocuidado y conductas adictivas de la unidad polisicológica de la Universidad Católica. Acota: "En general, con los remedios que liberan dopamina, que son muy activantes, uno tiene que ser mucho más cuidadoso, porque las personas que tienen vulnerabilidad biológica o sicológica sí pueden desarrollar dependencia".
Distintos estudios internacionales lo confirman: aunque no sea adictivo físicamente, el modafinilo si puede generar una dependencia emocional.
Ése no es el único peligro: "Las personas que lo toman sin indicación médica, muchas veces no saben si tienen una contraindicación cardiovascular y el modafinilo genera taquicardia, puede provocar arritmias y problemas muy serios. Además, es un medicamento que genera mucho aumento de tono muscular, entonces las personas tienen mayor bruxismo y mayor tensión.
Lo otro es que se ha determinado que aumenta la irritabilidad e, incluso, que puede precipitar episodios de manía en personas que nunca han tenido un trastorno bipolar. Tiene una enorme cantidad de efectos colaterales", advierte el siquiatra Mario Seguel, quien cree además que contribuye, al igual que otros estimulantes como las bebidas energéticas, a generar más crisis de pánico.
Eso, no obstante, no parece detener a los universitarios.
Fernando, quien está en sexto año de Medicina en una universidad privada, lleva varios años tomando modafinilo en los períodos de prueba, aunque el remedio ya le haya provocado distintos malestares. "Me ha dado taquicardia, sudoración de las manos, hiperactividad, ansiedad. Nunca me asusté con los efectos porque me estudié estos remedios y sabía que podía pasar. Sé que es pésimo. Lo más fuerte que me pasó fue una vez que estuve a punto de tener una crisis de pánico. Estaba acelerado, con mucha taquicardia, me puse rojo de repente y andaba con las pupilas súper dilatadas. Mi mamá, que es siquiatra, me dijo que eran los síntomas de una crisis de pánico y que no tomara más, pero yo sigo tomando", cuenta.
Las mezclas tampoco es algo que asuste a los universitarios. "Tengo compañeras que durante el día tomaban Mentix y en la noche otro remedio para dormir. Entonces, al final, eso les genera un desequilibrio de todos los neurotransmisores y colapsan", asegura Claudio, quien personalmente dice no haber sufrido otros efectos colaterales más que un fuerte dolor de cabeza, conocido en la jerga universitaria como "caña posmentix".
Un problema de fondo
Más allá de los riesgos directos del modafinilo, los especialistas también dicen estar preocupados porque su uso sistematizado revela dificultades más profundas y estructurales de los tiempos modernos.
En primer lugar, denuncian el nivel de presión que se pone sobre los jóvenes . "En los colegios es horroroso y en las universidades también. Hay horarios desmedidos de clase, es un sistema poco inteligente y poco sano. La gente tiene presiones importantes y las universidades no ofrecen suficientes opciones de actividad física que podría energizar. Es más fácil ir a comprar algo", lamenta el doctor Mario Seguel.
Las críticas de la sicóloga Marcela Lara van en el mismo sentido. Asegura que estamos en una sociedad en que el fracaso es vivido como una amenaza cuando no debiera ser así. "Tiene que ver con aceptar que no se puede con todo y que el fracaso, como experiencia que construye el éxito en tu vida, es algo que no puedes evitar.
Es muy difícil que uno saboree realmente el éxito sin haber vivido la experiencia de que algunas de las expectativas que has tenido frente a una meta en particular no se cumplan. No hablo de algo que destruya tu vida, sino de fracasos pequeñitos. Eso es lo que los jóvenes no quieren y no pueden vivir", asegura.
El siquiatra Daniel Martínez tiene una opinión similar. Asegura que, en el contexto actual, ha ido primando una visión del "cambio rápido, la estabilidad rápida, la felicidad rápida" y que no se soporta tener emociones negativas como la angustia y la pena. "Como no quiero vivir eso, una posibilidad es automedicarme algo con un fármaco.
Eso puede tener repercusiones en el tipo de adultos que estos jóvenes van a ser mañana, en la medida en que aprenden a solucionar sus problemas a través de agentes externos".
Son dificultades, dice Claudia Pascual, antropóloga de la Dirección Estudiantil de la Universidad de Chile, que sólo encontrarán solución si se genera un debate más amplio. "Este no es un consumo para evadir los problemas, como otras drogas.
Es para rendir dentro de los parámetros existentes", dice. "Entonces, cabe preguntarse qué pasa con nosotros como sociedad, que finalmente se estimula un consumo que hace que uno pueda ser funcional y poder rendir. Es tremendamente preocupante y no puede quedar sólo al arbitrio del individuo que opte por tomarlo. Es un problema colectivo de fondo".