Un niño de tres años que muere calcinado en Año Nuevo mientras su madre está en una fiesta en una casa vecina. O un pequeño de 2 años que queda grave tras caer de una ventana mientras está al cuidado de una hermana de 6 años.
Algo está pasando. El abandono es considerado por Naciones Unidas como una forma de maltrato que atenta contra los derechos de los niños; una forma de violencia que debe llamar la atención de la misma manera que la dura cifra entregada por la
Unicef que señala que en nuestro país el 75% de los pequeños registra algún grado de maltrato ya sea grave, leve o psicológico.
El tema no es nuevo en la agenda de este organismo, que acaba de lanzar una campaña de prevención de la violencia infantil bajo el lema “Con violencia no se aprende. Ponte en su lugar”.
La psicóloga Soledad Larraín, consultora de Unicef, acusa que los chilenos tienen una visión ‘adultocentrista’ del mundo, lo que hace que los derechos de los niños no sean considerados.
-Chile registra una tasa de un 75% de violencia infantil. ¿Pareciera que no es un problema visualizado por la sociedad?
“Efectivamente, en general, se tiende a identificar cuando hablas de un niño maltratado, a uno que está en el hospital con moretones, pero no tienen la imagen de uno que es insultado, descalificado o que es gritoneado o cacheteado. Esto último es visto como una herramienta de educación que tienen los padres para con sus hijos”.
-¿Cuánto a cambiado eso en Chile, el educar a golpes?
“Creo que lo que más ha cambiado, y lo hemos visto en los tres estudios que hemos hecho, es la violencia física grave y esa violencia ha disminuido; este concepto de que los padres son dueños de los hijos y les pegan o golpean de acuerdo a lo que les parece ha disminuido de manera significativa, pero no totalmente.
“Sin embargo, la violencia psicológica y física leve se mantiene, relativamente, bastante estable a lo largo de los años. Los padres dicen que no golpean a sus hijos, sino que les pegan una cachetada de vez en cuando. El una palma bien pegada nunca está de más, es parte de la cultura no sólo de los padres sino de algunos profesionales. Todavía está incorporado en los chilenos el castigo físico como una forma de disciplina y educación, lo que hace que este tipo de violencia sea bastante invisible”.
-¿Como contrapartida los niños han tomado mayor conciencia del tema de la violencia?
“Exacto. Los niños están muy conscientes de sus derechos, pero no se ha producido en forma paralela un cambio en los padres en orden a aceptar esos derechos. Ahí hay una tensión, porque claro, el niño plantea su opinión, habla más y no está dispuesto a hacer algunas cosas, cuestión que puede generar mayores niveles de violencia”.
Soledad Larraín explica que las cifras se han recogido en encuestas aplicadas en niños de 12 a 10 años, a través de preguntas concretas como si ha recibido un golpe con un palo o con la mano, si le han tirado el pelo y no con preguntas que pueden parecer abstractas como tu padre es violento. Esto ha implicado la limitante de no saber qué pasa con niños menores de esta edad, es decir, preescolares, donde los grados de violencia son mayores.
-¿El Sename ha estado ausente en este tema?
“Creo que el Sename se ha centrado fundamentalmente en darle una respuesta a los niños que son víctimas de violencia, en la reparación y tienen un programa a lo largo del país y efectivamente ha habido casi nula inversión en prevención. Es muy importante el rol de otras instituciones como Educación y Salud, porque el espacio de detección de violencia se hace principalmente en el colegio y el consultorio. Lo que ha faltado es un trabajo más intersectorial.
“Este tema es invisibilizado y por eso nosotros hacemos la campaña. En el tema de prevención no hay ningún organismo que haya asumido su rol”.
-¿El abandono temporal de los niños, que son dejados solos en sus casas, cabe dentro de alguna forma de violencia?
“Esa es una forma de maltrato llamada negligencia. El maltrato puede ser por acción o por omisión y claramente, un niño que es dejado solo en su casa mientras la madre se va a una fiesta, es una conducta negligente. Hay que hacer una diferencia entre esa conducta negligente de otra donde los niños se encuentran en mucha vulnerabilidad, pero que tiene que ver más con una responsabilidad social, como es el caso de los niños que quedan al cuidado de una hermana menor mientras los padres salen a trabajar.
“Ahí hay que asegurar programas de apoyo en salas cunas o jardines donde los niños queden protegidos. En este caso se trata de una familia boliviana y es bueno dejar claro que los niños migrantes tienen todos los derechos de otros en el territorio donde se encuentren según establece la Convención y esto aunque sus padres estén ilegales”.
-¿Hay falta de conciencia sobre este abandono temporal?
“Creo que hay un desconocimiento del nivel de desarrollo de los niños. Dejar un niño de 2 años al cuidado de una de 6 es no tener presente que ella no tiene el nivel de desarrollo intelectual y de madurez para cuidar otro niño. Un pequeño de 6 no tiene grados de concentración de responsabilidad que le permitan ejercer el papel de cuidador. De repente se sobrecarga a los niños y se les da responsabilidad de adulto sin reconocer su condición de niños.
“Por la limitante de los estudios (no se hacen en niños pequeños) no tenemos claridad del nivel de negligencia de los padres en orden a dejar abandonado a los niños. Si no hay un desastre no se va a saber. Por eso lo importante es hacer conciencia de que un niño no puede quedar solo, sin cuidado”.
La especialista señala que el trabajo en el cual se ha centrado la Unicef se relaciona con la prevención de la violencia y con el aumento de la participación de los niños, o sea, hacer que los niños sean escuchados.
“En general, las instituciones no han incorporado en sus políticas lo que plantea la Convención en orden a que el niño, como sujeto de derecho, tiene que ser escuchado. No hay una práctica, los funcionarios no están preparados para hablar con los niños, se ve en los tribunales de familia”.
-¿Cómo se revierte?
“Tiene que haber un cambio cualitativo. Se han adecuado algunas leyes y faltan otras, pero en Chile todavía se cuestiona que el niño sea un sujeto de derechos. Cuando tú hablas de los derechos de los niños, inmediatamente te dicen ‘y los deberes’, sin entender que los derechos no están condicionados a los deberes. El niño tiene derecho a la salud, la educación, la alimentación por su condición de ser humano, no porque se saque buenas notas.
“El concepto de derecho en el mundo adulto genera mucho rechazo”.
-¿Tiene que ver también con el hecho de que los derechos dicen relación con la edad, mayores de 18?
“Exacto. Somos un país tremendamente adultocéntrico, autoritario en todas sus formas de relaciones al interior de la familia, de las escuelas y otras instituciones sociales. En general, la opinión del niño es una opinión poco escuchada. Son muy poco escuchados y el hecho de que son sujetos no está incorporado en las prácticas cotidianas como explicar en el consultorio qué enfermedad tiene. Esto es algo que se tiene que trabajar y no se cambia por decreto”.