Dado que ya nos encontramos en la línea recta para que muchos adolescentes o jóvenes adultos decidan carrera, siento que hay un mito que debo aclarar un poco: Ser cocinero no tiene cosas tan maravillosas como algunos medios lo describen.
Hay que tener claro que es un trabajo de mucho sacrificio ya que uno trabaja por jornadas largas, es un trabajo sucio y muchas veces en condiciones algo extremas.
Claro que cuando uno es joven no le molestan los constantes cambios de temperatura o trabajar 15 horas al día. Muchos de nosotros hemos pasado por todos los cuartos: desde el puesto de copero hasta chef, en una vida llena de esfuerzo, ganando peso tras peso.
Estuve recién hablando con Pancho Toro, quien me dijo algo muy cierto: "una vez que entras en esta vida, es súper difícil salir del ritmo agitado".
Trabajas bajo constante presión, no ves a tu familia, no tienes tiempo para otra cosa, salvo para tu cocina. Horas, días, meses y años pasan antes de triunfar, y somos muy pocos los que llegamos a una edad bajo condiciones normales.
Claro que a todos le gusta la idea de ser un chef de cocina, pero nadie quiere hacer el trabajo sucio. Nunca se pueden olvidar que van a ganar mucho menos de lo que piensan, no pocas veces el sueldo de los primeros años va ser inferior a lo que pagaron por sus estudios.
Sin embargo, quienes deciden dedicar sus vidas profesionales a la gastronomía tienen por delante una vida llena de pasión, de extremos, de altos y también de bajos.
Aunque mis palabras pueden ser confusas, para mí ser cocinero es algo que me llena de orgullo: es el trabajo que más me apasiona y estoy convencido que aún se pueden lograr muchas cosas.
Un cariñoso abrazo,
Mathieu Michel, chef ejecutivo del Ópera y del Catedral.
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