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María Cecilia Toledo: La historia de una chilena que forma cantantes líricos en Nigeria

Avecindada hace tres años en el país africano, asegura que cuando hay pasión, todas las metas se logran. Por eso puede mostrar con orgullo la existencia del Abuja Metropolitan Music Society, del cual es fundadora.

09 de Febrero de 2011 | 16:09 | Por María José Errázuriz, Emol
Tiene una larga cabellera azabache y unos oscuros ojos café, propios del personaje operático Carmen, pero su delgada figura en nada se condice con los cuerpos voluptuosos de muchas cantantes líricas.

María Cecilia Toledo es un espécimen raro dentro del mundo de la ópera y, en el fondo, lo sabe. Se inició tardíamente en el canto, después de abandonar cuatro años de Derecho e incursionar en la pedagogía en música.

Ahí fue descubierta y se le propuso estudiar con Ricardo Kistler, cosa que hizo no muy convencida, hasta que al escuchar un aria de Carmen sintió que estaba llamada a hacer lo mismo.

Hoy reparte su vida entre sus obligaciones como esposa de un embajador extranjero, su canto y sus múltiples labores de gestora cultural, que la tienen al frente del Abuja Metropolitan Music Society de Nigeria, Amemuso, donde vive desde hace tres años.

Nacida en Playa Ancha, y pese a llevar muchos años viviendo en Europa por razones de trabajo, María Cecilia no ha perdido el contacto con el puerto de Valparaíso y desde hace más de una década que organiza actos culturales vinculados a la música. El último de ellos fue la presentación de un coro de cantantes nigerianos que sorprendió a la audiencia.

Destila por todos los poros su entusiasmo por lo que hace y asegura que su testimonio tiene como objetivo demostrarles a los jóvenes, que sienten cortados todos los caminos y oportunidades, que nada es imposible y que se puede lograr.

-¿Abandonar leyes y entrar a pedagogía en música fue la forma de darle sentido a tu vocación?
"Yo siempre había tocado guitarra y cantado, pero cuando entré a música a los dos semestres ya me sentía desesperada porque no entendía cuál era mi destino. Cantar era un hobby y mis padres siempre me hacían ver que debía estudiar algo importante. Cuando me iba a retirar de pedagogía, una profesora dijo haberme escuchado en un concierto de solidaridad y me dijo que tenía que estudiar con Ricardo Kistler que era el director del Coro de Cámara de la UC que tenía mucha fama. Recuerdo que me pidió que cantara algo y yo no sabía si entonar un bossa nova, aparte que le contesté que no me gustaba la ópera".

Estuvo casi tres años bajo su tutela, hasta que una amiga la convenció que tenía que tocar la puerta a Plácido Domingo para que la ayudara. Grabó un video para mandarle al maestro a Sevilla, pero una de las copias terminó en Salzburgo, Austria. Entonces su vida dio un giro y se instaló en esa ciudad, con los pocos ahorros que pudo juntar, para estudiar en la famosa Universidad de Artes Mozarteum.

De ahí, 13 años viviendo en Alemania para desarrollar una carrera profesional que particularmente concentró en el viejo continente y que la llevaron a ser designada la Carmen del 2000 en el marco de la Feria Mundial de Hannover.

"Partí pensando que me iban a echar a los pocos meses, así que lo vi como una oportunidad para conocer Europa con el consentimiento de mi familia", cuenta entre risas.

-¿La Carmen te ha marcado?
"Sí, la música es increíble. Yo la he hecho, la he cantado, la he producido, me estudiados todos los roles y también los he enseñado, aquí y en la quebrada del ají. Y la verdad es que cada día le descubro algo nuevo".

-Tu carrera es bien distinta a la de Verónica Villarroel o Cristina Gallardo-Domas.
"Completamente y ésa fue una elección personal. Siendo objetiva es muy raro que salgas del Conservatorio y estés cantando la Carmen, también es raro que estés cantando en el Concertgebouw de Amsterdam que es un teatro tan importante".

-¿Por qué te concentraste en Europa?
"Porque había cosas que quería hacer y otras que no. Quería cantar lo que me gustaba y no quise nunca estar empleada en un teatro y eso es muy raro. La meta es siempre ser contratada por uno y, en cambio, preferí venirme a Chile a tratar de restaurar un teatro perdido en los cerros de Valparaíso del Colegio Alemán. No era un crimen no ser como lo demás y prefería producir eventos".

-¿Ése fue el momento que, en paralelo a tu carrera de cantante, te convertiste en gestora cultural?
"Fue casi a la par y eso me llama la atención incluso a mí. No lo pensé mucho, fue una cuestión de guata, totalmente visceral y no podía evitarlo. Creo que son las cosas más honestas que pasan en la vida. Podía haber seguido cantando como muchas de mis compañeras que son extremadamente talentosas, pero quería otras cosas".

Y esas cosas tienen nombre y apellido. Empecinada con desarrollar la cultura en Valparaíso, cuestión que le ha valido ser reconocida varias veces por el Congreso y la ciudad, generó las Temporadas de Música en la Tarde y la emblemática Ópera en el Mar, y hoy prepara el aterrizaje formal de su fundación Creamar.

En el camino y buscando financiamiento, se presentó ante el entonces embajador alemán en Chile, Joachim Schmillen, para pedirle ayuda y terminó casada con él. Hoy, como su esposa, lo acompaña en su destinación en Nigeria.

"Eso ha sido lo más loco. Soy hija de marino y estuve dando vueltas por el mundo toda la vida, después me fui al extranjero que significó, también, viajar un montón y después, esto. Fue un flechazo furioso que jamás imaginé y él tampoco", dice.

-¿Hoy tu aventura es mucho más loca, Nigeria?
"Justo el año en que las cosas se pusieron un poco crítica para la Ópera en el Mar, nos mandaron a Nigeria (...) No lo podía creer. Antes de partir todos me preguntaban que cómo me iba a ir a un país de niños desnutridos con todos los problemas posibles. Tiene los problemas típicos del África, una desigualdad social enorme, las diferencias religiosas los tienen divididos entre musulmanes y católicos, más 380 tribus que las componen y con 380 dialectos. Pero lo único que puedo decir es que apenas llegué me sentí absolutamente en mi casa. Y al rato ya estaba enseñando".

Para el Día de la Reunificación alemana cantó los himnos alemán y de Nigeria (en igbo) con el propósito de abrir puertas, lo que significó que al día siguiente, los invitados nigerianos le empezaran a pedir que les hiciera clases. De a poco comenzó su labor hasta dar cuerpo al Amemuso, con el que espera construir el primer teatro conservatorio de música en la capital Abuja.

"Descubrí que Nigeria es muy subterránea, que viven su cultura ligados a sus iglesias y por eso saben mucho de música, pero nada de ópera. Lo único que conocían es Pavarotti y nada más, ni Domingo, ni Carrera, ni la Callas", cuenta.

-¿Y cómo se les enseña a cantar ópera?
"Tienen un sentido de la música y tienen un instrumento privilegiado (la voz), pero había, sobre todo, un deseo enorme de aprender. Empecé a formar un coro, voz por voz, y de los 15 que partimos hoy somos más de 100. Ellos se volvieron locos de alegría de poder cantar".

-¿Cómo se vincula la música tribal con la lírica?
"Como dice Valentín Trujillo, 'la música es buena o es mala, no hay música popular y música clásica'. La música nigeriana es preciosa y una de las cosas que más me enorgullecen es haber creado un puente entre la música tribal y la ópera.

"Hicimos una Carmen nigeriana donde había tambores, trajes, bailes, todo ambientado en el país, y tradujimos las partes en español al igbo, yoruba y hausa (dialectos). La gente se volvió loca".

Viene a Chile todas las veces que puede aunque eso signifique dejar a su marido solo con sus responsabilidades y se mantiene ligada a una serie de proyectos culturales que espera se concreten. "Uno tiene amores en la vida y uno de los grandes, es Chile y de esos amores que te duelen hasta el hueso, es Valparaíso. Quiero en algún momento volver", explica.

-¿Dejaste el canto definitivamente?
"Siempre estoy en las tablas. Acabo de cantar ocho conciertos desde que llegué a Chile esta vez. Estoy preparando una Carmen muy especial para el próximo año relacionada con el puerto y voy a seguir cantando como lo he hecho siempre. Prometo no dejar de practicar para mantenerme entrenada y me gustaría que a mi marido lo manden a Europa para poder tener un buen coach. En todo caso, más me emociona cantar en Nigeria que hacerlo en el Carnigie Hall o el Teatro Municipal con todo el cariño que le tengo.
"Hay gente que nace con un chip diferente, creo que el mío es un poco atípico pero bastante responsable y por eso he cumplido con todas las cosas que me he propuesto".

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